Frases de Elena Ferrante - Página 5

01. En ese momento supe lo que era la plebe con mayor claridad que años antes cuando la Oliviero me lo había preguntado. La plebe éramos nosotros. La plebe era ese disputarse la comida y el vino, ese pelearse para que te sirvieran el primero y mejor, ese suelo mugriento por el que los camareros iban y venían, esos brindis cada vez más vulgares. La plebe era mi madre, que había bebido y ahora se aflojaba apoyando la espalda contra el hombro de mi padre, serio, y se reía con la boca abierta de par en par de las alusiones sexuales del comerciante de metales. Reían todos, también Lila, con el aire de quien tiene un papel y lo interpreta hasta el final. "La amiga estupenda" (2011)

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02. En mi caso, el amor no es indispensable para el placer, ni siquiera para el aprecio. ¿Es posible, pues, que el asco, la humillación empiecen después, cuando un hombre te doblega y te viola a su antojo por el solo hecho de que ya le perteneces, con o sin amor, con o sin aprecio? ¿Qué ocurre cuando estás en una cama, vencida por un hombre? Ella ya lo había experimentado y me habría gustado que me hablara de ello. Pero se limitó a decir irónica: mejor para ti si estás a gusto, y me condujo hasta una pequeña habitación que daba a las vías del tren. Era un cuarto desnudo en el que solo había un escritorio, una silla, un catre, nada en las paredes. "Un mal nombre" (2012)

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03. Cuando se entra en la casa de una persona muerta recientemente, es difícil creerla desierta. Las casas no conservan fantasmas, pero mantienen los efectos de los últimos gestos de vida. Lo primero que oí fue el chorro de agua que llegaba desde la cocina, y durante una fracción de segundo, con una brusca torsión de lo verdadero y lo falso, pensé que mi madre no estaba muerta, que su muerte había sido solo el objeto de una larga y angustiosa fantasía iniciada quién sabe cuándo. Tenía la seguridad de que estaba en casa, viva, de pie delante del fregadero, lavando los platos y murmurando para sí misma. Pero los postigos estaban cerrados y el piso a oscuras. Encendí la luz y vi el viejo grifo de latón que vertía agua copiosamente en el fregadero vacío. "El amor molesto" (1992)

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04. Por otro lado, no había querido o no había logrado arraigar a alguien en mí. Después de un tiempo, también había perdido la posibilidad de tener hijos. Ningún ser humano se separaría de mí con la angustia con la que yo me había separado de mi madre solo porque no había logrado adherirme a ella definitivamente. No habría nadie más y nadie menos entre yo y otro hecho de mí. Seguiría siendo yo, hasta el fin, infeliz, descontenta de lo que había arrastrado furtivamente fuera del cuerpo de Amalia. Poco, demasiado poco, el botín que había logrado arrebatarle arrancándolo a su sangre, a su vientre y a la medida de su aliento, para esconderlo en el cuerpo, en la materia iracunda del cerebro. Insuficiente. ¡Qué maquillaje ingenuo y atolondrado había sido tratar de definir como «yo» esa fuga obligada de un cuerpo de mujer, aunque me hubiese llevado de él menos que nada! No era ningún yo. Y estaba perpleja: no sabía si lo que iba descubriendo y contándome, desde que ella no existía y no podía rebatirlo, me producía más horror o más placer. "El amor molesto" (1992)

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05. Nunca la había visto desnuda, sentí vergüenza. Hoy puedo decir que fue la vergüenza de posar con placer sobre su cuerpo la mirada, de ser la testigo comprometida de su belleza de muchacha de dieciséis años, horas antes de que Stefano la tocara, la penetrara, tal vez la deformara dejándola preñada. Entonces solo fue una tumultuosa sensación de necesaria inconveniencia, una situación en la que no se puede mirar hacia otro lado, no se puede apartar la mano sin reconocer la propia turbación, sin declararla precisamente al retirarla, sin entrar en conflicto con la imperturbable inocencia de quien te está turbando, sin expresar precisamente con el rechazo la intensa emoción que te sacude, de modo que te obligas a quedarte, a seguir posando la mirada en los hombros de muchachito, en los pechos de tiesos pezones, en las caderas estrechas y las nalgas prietas, en el sexo negrísimo, en las piernas largas, en las rodillas tiernas, en los tobillos ondulados, en los pies elegantes; y haces como si no pasara nada, cuando en realidad todo está en curso, presente, allí en el cuarto pobre y sumido en la penumbra, con los muebles miserables, sobre un suelo de baldosas sueltas manchado de agua, y te agita el corazón y te inflama las venas. "La amiga estupenda" (2011)

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Elena Ferrante

Elena Ferrante
  • 1943
  • Nápoles, Italia

Escritora, novelista, guionista y traductora italiana, autora de "La amiga estupenda" (2011), "Un mal nombre" (2012), "Las deudas del cuerpo" (2013) y "La niña perdida" (2014).

Sobre Elena Ferrante

Elena Ferrante es el pseudónimo de una escritora de la cual hay muy poca información, siendo su nacionalidad italiana el único dato confirmado.

En 1992 publica su primera novela, "El amor molesto", seguida por "Los días del abandono" (2002).

En 2011 Elena Ferrante inicia la saga "Dos Amigas" con la novela "La amiga estupenda", seguida por "Un mal nombre" (2012), "Las deudas del cuerpo" (2013) y "La niña perdida" (2014).

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