Frases de Carmen Gaite - Página 2

01. (...) La "chica rara", cuyo reinado inauguró la heroína de Carmen Laforet, no sólo rechazaba la retórica idealización de "sus labores" predicada por la Sección Femenina, sino que empezaba a convivir con una idea inquietante, difícil de encajar y de la que cada cual se defendía como podía: la de que no existe el amor de novela rosa.

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02. Había mucha gente que iba hablando sola en el metro de Nueva York. Unos entre dientes, otros más alto y algunos incluso echando discursos como si fueran curas. Es tos últimos solían llevar las ropas en desorden y el pelo alborotado, pero, aunque decían de vez en cuando, con un tono altisonante, "hermanos" o "ciudadanos", sus palabras se estrellaban contra una muralla de silencio y de indiferencia. Nadie los miraba.

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03. (...) El desajuste entre los sueños y la realidad, el afán por emigrar de la provincia a las ciudades grandes, la odisea del crecimiento para los seres débiles y sedientos de amor, el equilibrio inestable entre claudicar o mantener la bandera del inconformismo. Y sobre todo el miedo a la libertad, a ir madurando a solas en una sociedad hostil, que sólo protege a los que se insertan en ella y obedecen sus leyes sin rechistar.

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04. Había gente que se reía de ella, pero en general se le tenía respeto, no sólo porque no hacía daño a nadie, era discreta y se explicaba con propiedad -siempre con un leve acento francés-, sino porque, a pesar de sus ropas de mendiga, conservaba en la forma de moverse y de caminar con la cabeza erguida un aire de altivez e independencia que cerraba el paso tanto al menosprecio como a la compasión. Siempre se responsabilizaba de sus actos y no parecía verse metida más que en aquello en lo que quería meterse.

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05. Ni la familia, ni las amigas, ni los consultorios sentimentales se dirigían a la chica "que iba para soltera" con otro propósito que el de insuflarle, de mejor o peor fe, la ilusión de que algún día podía dejar de serlo, de estimularla en la competición con las demás aspirantes al rango de casadas. Vocación de soltera no se concebía que la pudiera tener nadie. Se trataba de animar a las que se creyeran en inferioridad de condiciones para que no perdieran la esperanza en la victoria, de alistarlas, en fin, para una causa que se consideraba de interés general.

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06. Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba "farfanías". Casi siempre le hacían reír.

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07. Aquí tendría que estar usted diez días de la mañana a la noche, aquí en esta casa, a ver si se ahogaba o no se ahogaba, como yo me ahogo. Oyendo cómo le dicen a uno de la mañana a la noche pobrecilla, pobre, pobrecilla. Día y noche, sin tregua, día y noche. Y venga suspiros y de compasión y más compasión, para que no se pueda uno escapar. Y compasión también para el muerto, compasión a toneladas para todos, todos enterrados, el muerto y los vivos y todos. Usted ¿Qué cree? , ¿Que un muerto necesita tanta compasión? , ¿Que necesita de los vivos para algo? Por lo menos a él, que le dejen en paz, ¿No le parece? (...) Y se echó a llorar con violentos sollozos.

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08. En vísperas de Navidad, los coches y autobuses que circulan por Manhattan se ven forzados a ir a paso de tortuga. No les queda otro remedio. Las calles céntricas, que naturalmente son las más atractivas, se convierten en un hormiguero humano que bulle y se empuja por las esquinas, entre los puestos de vendedores ambulantes, en las paradas de autobús, en los pasos de peatones. Y esa masa de peatones, cuando cierran sus puertas las oficinas, se incrementa con los que salen vomitados sin cesar de la boca del metro y bracean como nadadores contra corriente para alcanzar la puerta de unos grandes almacenes donde pasar la tarde haciendo compras y desplazándose de una sección a otra en escaleras metálicas.

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09. De las mujeres de la familia, del servicio doméstico, amigas o vecinas a quienes se les había pasado o se les estaba pasando "la edad de casarse", los adultos hablaban con una mezcla de piedad y desdén. Incluso se las condenaba de antemano, como si algunas hubieran nacido ya marcadas por aquel estigma. "Esa se queda para vestir santos. Y si no, al tiempo. Lo lleva escrito en la cara". Generalmente, más que a una descarada fealdad, se aludía a un gesto, a una actitud. La que "iba para solterona" solía ser detectada por cierta intemperancia de carácter, por su intransigencia o por su inconformismo. Analizar las cosas con crudeza o satíricamente no parecía muy aconsejable para la chica que quisiera "sacar novio". Se les pedía ingenuidad, credulidad, fe ciega.

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Autores relacionados

Alfonso Sastre Ana María Matute Carmen Laforet

Carmen Gaite

Carmen Gaite
  • 8 de diciembre de 1925
  • Ciudad de Salamanca, Salamanca, España
  • 23 de julio de 2000
  • Madrid, España

Escritora, novelista, poeta, dramaturga, ensayista y traductora española, fue una de las figuras más importantes de las letras hispánicas y autora de "Entre visillos" (1957), "Retahílas" (1974) y "El cuarto de atrás" (1978).

Sobre Carmen Gaite

Carmen Gaite nació en la ciudad de Salamanca, donde se licenció en Filosofía y Letras y colaboró en la revista "Trabajos y Días".

En 1950 se trasladó a Madrid, donde se doctoró en la Universidad de Madrid con la tesis "Usos amorosos del XVIII en España", además de colaborar en la revista "Revista Nueva".

Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Josefina Rodríguez, Alfonso Sastre, Juan Benet, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954.

En 1954 publica "El balneario", obra por la que obtuvo en 1955 el premio literario "Café Gijón" y tiempo después "Entre visillos" (1957), por el cual recibió el Premio Nadal.

Carmen Gaite y Rafael Sánchez Ferlosio tienen una hija, Marta, y tiempo después se divorcian.

En 1978 es la primera mujer en obtener el Premio Nacional de Literatura con "El cuarto de atrás" y la primera también en ganar el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra en 1994.

Con su ensayo "Usos amorosos de la posguerra española" recibió en 1987 el Premio Anagrama de Ensayo y el Libro de Oro de los libreros españoles.

En 1997 publica "Lo raro es vivir" y un año después "Irse de casa", ambos con enorme éxito de crítica y público.

En 2000 se le diagnostica un cáncer que poco tiempo después acaba con su vida.

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