01. El chiquillo subió con presteza. Abriole la puerta una señora cuya cara podía dar motivo a controversias numismáticas, como la antigüedad de ciertas monedas que tienen borrada la inscripción, pues unas veces, mirada de perfil y a cierta luz, daban ganas de echarle los sesenta, y otras el observador entendido se contenía en la apreciación de los cuarenta y ocho o los cincuenta bien conservaditos.
02. Gran psicólogo es Beethoven y portavoz ecualitario del humano dolor, exhalado de las almas humildes como de las que se tienen por linajudas... Abandonando sus oídos a la onda musical, y dejándolos que en ella se anegaran, Cintia y su caballero a un tiempo tocaban y oían la música de sus almas. Sin molestar a los circunstantes hallaron a modo de secretear cuanto quisieron y de comunicarse con susurro pianissimo.
03. Sigamos que ya estamos a las puertas de Boñices, pueblo en verdad digno de ser visto, porque él es el emporio de la miseria. Yo, cuando entro en él, como en otros igualmente consumidos y muertos, me parece que entro en mi sepultura... Sí, no te espantes... en la sepultura que entre todos me estáis cavando para el descanso de estos antiquísimos huesos. Tembló el caballero al oír esto y una vibración glacial le corría por el espinazo.
04. Creyó que aquellas voces y aquel nombre habíanlos pronunciado todos los demonios del infierno, difundidos invisibles por los aires, y volvió a donde estaba, y oyó nueva algazara de mujeres chillonas... Y, mirando para arriba, vio un bulto, una mujer con la cara tapada... Dudoso estuvo entre huir campos afuera o quedarse para ver la hembra descolgada, a quien el pueblo, bullicioso, nombraba y denostaba al propio tiempo, juntando el nombre y los insultos.
05. No me insultes, no eches más ignominia sobre mí -dijo Monsalud con emoción profunda, y antes que colérico, conmovido y sin aliento-. Soy un desgraciado, el más desgraciado de los hombres. Si no tienes lástima de mí, guárdame al menos la consideración que merece el infortunio... ¿Me aborreces? ¿Te estorbo? ¿Te soy odioso? ¿Te molesta que viva? ¿Te mortifica que respire el aire que Dios hizo para todos? Pues delátame, denúnciame... Marcha delante y te seguiré.
06. ¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? ¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno.
07. Este partido político está pudriéndose por la inmensa gusanera de caciques y caciquillos. Tienen más que los monárquicos. En cada capital hay cincuenta que quieren imponer los caprichos de su vanidad y de su ambición a todos sus correligionarios...Y si nada más hubiera esos cincuenta, menos mal. Luego vienen los caciques de distrito y los de barrio... ¡Oh! ¡Esos vejestorios endiosados de Comité local y de barriada! ¡Papas rojos, que se creen infalibles e indiscutibles!
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08. Su mirada era como la mirada de los pájaros nocturnos, intensa, luminosa y más siniestra por el contraste obscuro de sus grandes cejas, por la elasticidad y sutileza de sus párpados sombríos, que en la obscuridad se dilataban mostrando dos pupilas muy claras. Estas, además de ver mucho, parecía que iluminaban lo que veían. Esta mirada anunciaba la vitalidad de su espíritu, sostenido a pesar del deterioro del cuerpo, el cual era inclinado hacia adelante, delgado y de poca talla.
09. Aunque es cosa averiguada que el corazón no tiene alas, puede y debe decirse, aceptando la anatomía vulgar, que a Solita se le cayeron las alas del corazón. Salió a la calle sin ver portero, ni portal, ni puerta, ni calle. Ella no veía más que su propia alma, que en aquellos instantes se le presentaba clara y completa con la lucidez que da el dolor. Dio algunos pasos sin saber a dónde iba; pero las rejas de la habitación donde había estado dijeron algo a su entendimiento y se detuvo.
10. Trató de explicar la atracción que, en el estado de su espíritu, sobre él ejercían los áridos peñascales y escombreras en que a la sazón se encontraba. Realmente, ni él sabía explicárselo, ni Benina entenderlo; pero el observador atento bien puede entrever en aquella singular querencia un caso de atavismo o de retroacción instintiva hacia la antigüedad, buscando la semejanza geográfica con las soledades pedregosas en que se inició la vida de la raza... ¿Es esto un desatino? Quizás no.
11. Acepto la expiación horrible que me ha sido impuesta y la acepto sin ira, con humildad. Perdono las injurias; no siento ni aborrecimiento ni antipatía por los que han hecho de mi nombre la palabra del escándalo; no diré una sola voz por defenderme, porque sé que todo lo merezco, que mis culpas son grandes; bebo hasta lo más hondo, hasta lo más repugnante de este cáliz amargo, y ofrezco a Dios mi corazón llagado que chorrea sangre y que jamás en lo que le resta de vida dará un latido que no sea un dolor.
12. Esto no tiene enmienda por ahora ni hay alquimia que de esta basura haga oro puro. Lo que he pensado y sostenido varias veces lo veo y lo palpo ahora... Un puñado de hombres refugiados en Inglaterra se empeñan en librar a su país del despotismo y mientras ellos sueñan allá, ese mismo país se subleva, se pone en armas con fiereza y entusiasmo, no porque le mortifique el despotismo, sino porque el despotismo existente le parece poco y quiere aún más esclavitud, más cadenas, más miseria, más golpes, más abyección.