Frases de La vida secreta de las abejas

La vida secreta de las abejas

20 frases de La vida secreta de las abejas (The secret life of bees) de Sue Monk Kidd... Historia de Lily Owens, cuya vida ha sido formada alrededor del recuerdo confuso de la tarde en que su madre fue asesinada y de cómo, junto a su cuidadora, alcanzará la paz interior.

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Frases de La vida secreta de las abejas Sue Monk Kidd

01. No podemos pensar en cambiar nuestra piel... En lo que tenemos que pensar es en cambiar el mundo.


02. Por algún motivo, me sentía en mi casa, de verdad, pero todo me resultaba tan extraño como si estuviera en África. No tenía nada en contra de vivir en una casa con mujeres de color, comer sus platos y dormir entre sus sábanas, aunque nunca antes lo había hecho. Jamás había sentido que mi piel fuera tan blanca.


03. Después de Shakespeare, quien más me gusta es Thoreau. En cierta ocasión, después de que la señorita Henry nos hiciera leer fragmentos de Walden o la vida en los bosques, fantaseé acerca de a un jardín oculto donde T. Ray nunca me encontrara. Empecé a valorar a la Madre Naturaleza, su gran labor en este mundo.


04. Y de pronto me sorprendió cómo todo seguía su curso regular mientras yo estaba suspendida, esperando, atrapada en el terrible dilema de vivir mi vida y no vivirla. No podía seguir deteniendo el tiempo como si no tuviera final, como si el verano no fuera a acabarse. Se me saltaron las lágrimas. Tenía que confesar. Lo que tuviera que pasar, pasaría.


05. Esa noche, en mi cama del almacén, cuando cerré los ojos, el zumbido de las abejas recorrió mi cuerpo. Recorrió la tierra entera. Era el sonido más viejo del mundo. Almas que se iban volando.


06. Saber puede llegar a ser la peor de las maldiciones. Acababa de canjear un montón de mentiras por un montón de verdades y no sabía que carga era más pesada. ¿Para llevar cual a cuestas se necesitaba más fuerza? Era una pregunta estúpida, porque cuando sabes la verdad ya no puedes volver atrás para recuperar tu maleta de mentiras. Más o menos pesada, la verdad es toda tuya.


07. No hay nada perfecto... Sólo existe la vida.


08. Quien cree que no hay nada peor que morirse poco sabe de la vida.


09. Las historias tienen que contarse o de lo contrario mueren, y cuando lo hacen no podemos recordar quienes somos o por qué estamos aquí.


10. ¿Dónde había estado yo todo aquel tiempo que no había oído hablar de los amigos imaginarios? Ahora le encontraba sentido. Una parte perdida de ti salía y te recordaba quien podrías ser con algo de esfuerzo.


11. Creo que, en el fondo, debía de encantarme mi pequeña colección de sufrimientos y heridas. Me proporcionaban algo de compasión, la sensación de ser excepcional.


12. Me he dado cuenta de que si escudriñas los ojos de alguien los primeros cinco segundos que te mira, puedes ver aflorar sus auténticos sentimientos por un instante.


13. Cuando no estás segura de ti misma, cuando te asaltan las dudas y el desasosiego, es tu yo interior el que te dice: "Levántate y vive como la chica maravillosa que eres". Es el poder que hay en tu interior, ¿Comprendes?


14. No hay nada como una canción sobre amores perdidos para recordarte que las cosas valiosas pueden soltarse de donde las prendiste con tanto cuidado.


15. Por primera vez en la vida comprendí que hay en el mundo un misterio oculto que todo lo domina, que ilumina y prende el tejido de nuestros pobres y aciagos días, y que trenza las hebras de nuestros destinos sin que nosotros lo sepamos siquiera.


16. Tienes que imaginar lo que nunca ha existido.


17. Es el momento de vivir para ti. No lo estropees.


18. Es posible adivinar si una niña no tiene madre por el aspecto de su cabello.


19. Le gustaba decir a todo el mundo que las mujeres eran los mejores apicultores porque tienen una habilidad especial para amar a los animales dañinos. Afirmaba que eso se debía a tantos años de amar a hijos y maridos.


20. Vivíamos para la miel. Tomábamos una cucharada por la mañana para despertarnos y una por la noche para dormirnos. La añadíamos a las comidas para calmar la mente, ganar resistencia y prevenir enfermedades mortales. Nos untábamos con ella para desinfectar heridas o curar los labios agrietados. La diluíamos en el agua del baño, en la loción corporal, incluso en el té de frambuesa con galletas. Nada escapaba a su influjo. En solo una semana, mis escuálidos brazos y piernas se tornaron vigorosos y los apretados rizos de mi cabello mudaron en sedosas ondas. August aseguraba que la miel era la ambrosia de los dioses y el champú de las diosas.

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