
20 frases de París-Austerlitz de Rafael Chirbes... Un joven pintor madrileño de familia acomodada rememora su relación con michel y cómo todo cambió con una enfermedad, las diferencias de clase, de edad y de formación.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Rafael Chirbes son: homosexualidad, sida, relaciones personales, amistad, enfermedad, amor entre clases sociales, ambición, amor perdido, comunismo.
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Frases de París-Austerlitz Rafael Chirbes
01. A todos nos desquicia el misterioso comportamiento del mal, su ferocidad. A todos nos asusta.
02. Te inyectan el virus de la trascendencia de niño, y se convierte en una dolencia crónica que ya no se cura.
03. Mi marido de ahora me hace compañía, pero querer es otra cosa, algo que no sé si puede ocurrirte dos veces en una sola vida.
04. Todo saldrá bien, le repito dos o tres veces, sabiendo que le miento: ni hay indulto en su condena ni vuelta atrás en nuestra agotada historia.
05. De uno que es como tú no temes nada, ni abusas, sabes protegerte de él, y en cierto modo lo proteges: te lo tiras y ya está.
06. Me acostumbré a tomar comprimidos para dormir y los mezclaba con alcohol sin alcanzar el propósito de aturdirme: en cuanto cerraba los ojos, me asaltaban imágenes siniestras.
07. (...) Que te excite la pobreza ajena, descubrir un rescoldo de la energía subyacente donde se ha consumado la derrota y querer sorberlo, apropiarse de ese fulgor: una caridad corrompida.
08. Mi vida -la que callo, la que no cuento porque no puedo contar- se filtra a través de sus ojos, lo que no deja de ser un instructivo ejercicio de realismo.
09. Volver atrás, a la estación de partida. Que el movimiento de las agujas situadas a la salida del andén cambie la dirección del convoy y el tren recorra otros lugares, alcance otro final de trayecto.
10. Nadie maneja el cuentagotas del amor. Ni tú has conseguido dejar de estar enamorada de él a pesar de que han pasado treinta años de lo vuestro, ni yo consigo volver a enamorarme aunque lo desee con todas mis fuerzas.
11. Estaba convencido de que se había iniciado lo que supuse mi momento dulce. Aunque si debo ser sincero, la verdad es que alquilé el piso sobre todo porque había empezado a necesitar aire: quería respirar, alejarme un paso de aquella relación asfixiante.
12. El conjunto resultaba, además de inquietante, sórdido: el viejo y descuidado portal con restos de basura esparcidos por los rincones, la frágil luz que caía sobre la escena desde las lamparillas adosadas a la pared, las voces, a la vez desabridas y cautelosas.
13. (...) Era amor (qué demonios es exactamente eso, demasiadas veces lo analizamos, lo destripamos, y en ese trajín nos confundimos y acabamos por perderlo), pero sí que puedo jurar que se trató de una entrega sin resistencia, no porque no quise resistirme, sino porque no pude resistirme.
14. El ruido de la carcoma. La presencia de una piedrecita o de un clavo en el zapato: uno se empeña en seguir caminando con la esperanza de que la costumbre disimule la molestia que produce, pero ocurre al revés: la molestia se convierte en dolor y el dolor se vuelve insoportable.
15. (...) En aquel bar, discreto, esquinado, que pasaba desapercibido para la mayoría de la gente del barrio por encontrarse en un pequeño pasadizo lateral, se traficaba, se consumía, se compraba y vendía cocaína y hachís, carne humana de todos los sexos y edades y mano de obra en todos los estadios de la ilegalidad.
16. Cuando, tendido en la cama del hospital, alargaba la mano para tocarme y me miraba con ansia, aún me parecía descubrir en él la descabellada aspiración que leemos en los cuentos de terror, en las novelas romáticas y en las fantasmagorías que les gustaban a los surrealistas: deseo de amor que perdura más allá de la muerte.
17. El loco amor de los poetas surrealistas y la realidad miserable de cualquier pareja, con su egoísta estrechez de miras: tú y yo, mi vida, aquí estamos tan ricamente, y que se hunda el mundo, que a nosotros nos da lo mismo mientras permanezcamos uno junto a otro: el amor, sentimiento tantas veces paralizante, pesimista (contigo o muerto, contigo aunque sea muerto; contigo hasta la muerte) y sucio.
18. (...) Y bebernos juntos –durante ese mes y los once siguientes– todo el ricard o –fuera de parísel pisco o el tequila que los cuerpos admitieran; Beber entre risas, roces y declaraciones de amor, más encendidas a medida que crece el nivel de alcohol, o si nos hemos dejado tentar por una raya, al volver a casa ponernos a follar durante horas enteras, o más probablemente revolcarnos sobre la cama intentándolo hasta que nos quedamos dormidos porque los cuerpos no dan más de sí tras la intoxicación.
19. Ni siquiera he acudido por piedad: si ha habido algún sentimiento en mí durante esas visitas no ha tenido que ver ni con la piedad, ni con el amor, seguramente ha sido más bien cumplimiento del pacto que inauguran ciertas palabras que consideramos sagradas -amor es una de ellas- cuando se pronuncian: dije año y pico antes la palabra amar (dije je t'aime, en lo de amar sobran los adverbios, ni poco ni mucho, se ama o no se ama), y ahora, cuando ese sentimiento ya no existía, afrontaba las consecuencias.
20. Oía la frase que alguna vez había dicho riéndose cuando atrapaba mi polla con la mano, o cuando la apretaba con fuerza una vez que la tenía dentro: je t'ai eu, te he capturado. Las palabras pronunciadas entre juegos adquirían ahora un siniestro aire premonitorio: el amor como trampa mortal. Unos días más tarde, recogí el resultado de las pruebas. Estaba limpio. Las manchas que tanto me habían preocupado eran de tipo alérgico y probablemente habían sido causadas por una intoxicación alimentaria y, además, habían empezado a desaparecer.