Frases de Los pilares de la Tierra

Los pilares de la Tierra

36 frases de Los pilares de la Tierra (The pillars of the earth) de Ken Follett... Historia ambientada en la Edad Media, a un fascinante mundo de reyes, damas, caballeros, pugnas feudales, castillos y ciudades amuralladas, donde el amor y la muerte se cruzan todo el tiempo.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Ken Follett son: ficción histórica, edad media, historia de amor, arquitectura gótica, arquitectura románica, búsqueda de justicia, castillos, caballeros, conspiración, venganza, asesinato.

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Frases de Los pilares de la Tierra Ken Follett

01. A veces el hambre es la mejor especia.


02. La proporción es la clave de la belleza.


03. Le habían concedido el deseo de toda su vida...Pero con condiciones.


04. Te amo como un torbellino, como un león, como una furia irreprimible.


05. Los castillos son difíciles de atacar y fáciles de defender. Por eso se construyen.


06. (...) Philip se dio cuenta que, en una guerra civil, la primera baja era la de la justicia.


07. Cualquier imbécil puede tomar parte en una pelea, pero el hombre prudente sabe mantenerse lejos de ellas.


08. ¡Un juramento sólo son palabras! No es nada en comparación con esto. Esto es real, esto somos tú y yo.


09. Y cuanto más sencillas son las cosas, menos errores se cometen. La parte más costosa de un edificio son los errores.


10. Un hombre prudente no os emplearía como sirvienta. Estáis acostumbrada a dar órdenes y os resultaría muy duro tener que recibirlas.


11. El orgullo excesivo es un pecado corriente, pero que un hombre puede, con la misma facilidad, frustrar la voluntad de Dios por una excesiva humildad.


12. Pronunciar un juramento es poner tu alma en peligro, solía decir. Jamás pronunciéis un juramento a menos que prefiráis morir a quebrantarlo.


13. Las catedrales eran las construcciones más costosas del mundo, mucho más que palacios y castillos, y habían de hacerse merecedoras de su mantenimiento.


14. El objeto de una muralla es el de retrasar todo lo posible al enemigo mientras se encuentra en posición peligrosa y permitir al defensor bombardearle debidamente protegido.


15. Pero la lección que se desprende de la historia de Abraham es que Dios nos pide lo mejor que tenemos que ofrecer, aquello que es más valioso para nosotros.


16. Tener fe en Dios no consistía en sentarse sin hacer nada. Significaba creer que uno podía lograr lo que se proponía, haciéndolo lo mejor que pudiera con honradez y energía.


17. (...) Stephen se mostró dolido. Alegó que los obispos, como hombres de Dios, no tenían necesidad de castillos, y si los construían no podía esperar que se les tratara como hombres de Dios.


18. No podía engañarse a sí mismo en el ambiente frío y sagrado de las iglesias. Su objetivo era la gloria de Dios, pero también le complacía la gloria de Philip.


19. Las propias piedras revelan la historia de su construcción: interrupciones e inicios, daños y reconstrucciones, ampliaciones en épocas de prosperidad, y homenajes en forma de vidriera a los hombres ricos que por lo general pagaban las facturas.


20. La estrategia de éste era enérgica aunque errática. De repente atacaba con enorme entusiasmo una de las plazas fuertes de Maud; pero, de no obtener una victoria rápida, se cansaba pronto del asedio y se retiraba.


21. (...) En el mundo que hay fuera del monasterio, nadie se preocupa de ti. Los patos se tragan a los gusanos y los zorros matan a los patos. Luego, llega el hombre y dispara contra los zorros. El diablo caza al hombre.


22. Los obispos muy raramente dejaban a los constructores que hicieran solos el trabajo. Con frecuencia uno de los problemas del maestro constructor era tener que calmar la enfebrecida imaginación de los clérigos y establecer unos límites prácticos a su desbordada fantasía.


23. ¿Pueden mis siervos construir molinos sin mi permiso? -preguntó casi al borde de la desesperación. -No, señor. - ¿Y sabes por qué está prohibido? -Para que tengan que llevar su grano a los molinos del señor y pagarle por la molienda. -Y el señor obtendrá beneficios.


24. Durante años, la había adorado a distancia. La más constante imagen de ella en su pensamiento era la de la primera vez que la vio bajando las escaleras en el salón de Earlcastle y se dijo que debía de ser la princesa de un cuento.


25. La lucha por controlar una operación tan ambiciosa e intrincada como la construcción de una catedral era, en todo momento fascinante. La idea de que los principios de regularidad y repetición pudieran simplificar la construcción y se obtuviese como resultado un edificio armonioso, era en verdad seductora.


26. Éste tenía la impresión de que su hermano había luchado con menos ahínco contra los deseos impuros, y había aceptado sus derrotas con espíritu más bien alegre. Pero lo importante era que ambos habían hecho las paces con las pasiones, el más encarnizado enemigo de la vida monástica.


27. Le resultaba muy raro ser una extraña caminando por un lugar que había sido su hogar, ser una infiltrada donde en tiempos tuvo derecho a ir por donde quisiera. Las edificaciones de madera eran distintas. Las cuadras eran más grandes, la cocina había sido trasladada y había una nueva armería construida en piedra.


28. Al lanzarse los caballeros a la carga, los canteros se escurrieron entre las casas ardiendo. William se dio cuenta, bien a pesar suyo, de que se trataba de una táctica inteligente. Los caballeros los siguieron; pero a los canteros les resultaba más fácil esquivarlos por separado, y los caballos se apartaban de las viviendas en llamas.


29. (...) Entonces, se produjo un cambio de marea en el otro lado. A la derecha, donde luchaban los hombres a caballo, dio la impresión de que el ejército del rey retrocedía. La retirada llegó a convertirse en descarada huida. Fueron muchos los hombres del rey que hicieron volver a sus caballos y empezaron a alejarse del campo de batalla.


30. William aborrecía las iglesias. Eran viejas y sombrías, incluso con tiempo bueno, y en los rincones oscuros y los túneles bajos de las naves laterales siempre flotaba ese leve olor a pútrido. Y lo peor de todo era que las iglesias siempre le hacían pensar en los tormentos del infierno y a él le aterraba el infierno.


31. Sin embargo persistía la idea de la catedral, y entre historia e historia de espías solía acudir a alguna de las soñolientas catedrales de las ciudades de Inglaterra, y me pasaba un par de días deambulando por la iglesia, intentando descifrar los secretos grabados en sus piedras. Una catedral rebosa de historias si uno sabe dónde buscar.


32. Se aferró a ese jirón de esperanza. Sabía que le amaba. Eso no había cambiado. La misma noche anterior había hecho el amor de forma frenética, como alguien que saciara una sed terrible. Y después de que él quedara satisfecho había rodado encima de él, besándole con avidez, jadeando entre su barba mientras gozaba una y otra vez, hasta quedar tan exhausta de placer que no pudo seguir.


33. El día era cálido, pero en la catedral hacía frío. Aliena contempló durante largo tiempo las hileras de arcos, grandes a nivel del suelo, pequeños encima y medianos en la parte superior. El ritmo regular de la arcada, pilar, arco, pilar, producía una especie de satisfacción profunda. Justo frente a ella, en el muro este, había una bella ventana redonda. El sol, al salir, brillaría a través de la tracería durante los oficios matinales.


34. -Te quiero -dijo apasionadamente-. Te quise desde el momento en que te vi. Siempre he querido un hombre que fuera fuerte y cariñoso y pensé que no existía nadie parecido. Luego te vi. Te deseé. Pero me di cuenta de que amabas a tu mujer. ¡Cómo la envidié, Dios mío! Siento que haya muerto, lo siento de veras, porque veo en tus ojos el dolor y todas las lágrimas que necesitas verter. Me destroza el corazón verte tan triste. Pero ahora que ella se ha ido, te quiero para mí.


35. Era un gran honor el ser elegido para presentar batalla junto al rey. Su madre estaría muy contenta; pero a él le colocaba en la situación más peligrosa. Y lo que todavía era peor, tendría que ir a pie. Y también significaba que el rey podría verle y juzgar su actuación, lo cual le obligaría a mostrarse arrojado y tomar la iniciativa llevando la lucha a las filas enemigas, en lugar de mantenerse alejado de los puntos de combate y pelear tan sólo cuando se viere obligado. Esta última práctica era su preferida.


36. Tom diseñó los tres niveles del muro de la nave -arcada, galería y triforio- exactamente en proporciones 3:1:2. La arcada era la mitad de alta que el muro y la galería un tercio del resto. En una iglesia la proporción lo era todo. Daba una sensación subliminal de grandeza a toda la construcción. Al observar el dibujo ya acabado, Tom se dijo que era perfectamente airoso. Pero ¿Lo creería así Philip? Tom podía ver las filas de arcos sucediéndose a lo largo de la iglesia, con sus molduras y tallas iluminadas por el sol de la tarde. Pero ¿Vería lo mismo Philip?

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