30 frases de Los hundidos y los salvados (I sommersi e i salvati) de Primo Levi... Última reflexión del autor sobre su experiencia en Auschwitz, donde indaga en las cuestiones más esenciales del ser humano... Y también un alegato a favor de la piedad como categoría básica de la ética humana.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Primo Levi son: nazismo, memorias, holocausto, deshumanización, segunda guerra mundial, auschwitz, opresión, intolerancia, suicidas, pérdida de recuerdos.
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Frases de Los hundidos y los salvados Primo Levi
01. El suicidio es cosa humana y no de animales.
02. No había, ni hay, en las cosas humanas reglas seguras.
03. Estos son los hechos; funestos, inmundos y sustancialmente incomprensibles. ¿Por qué, cómo llegaron a producirse? ¿Se repetirán?
04. No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿Quién hablará?
05. Los objetivos de la vida son la mejor defensa contra la muerte.
06. La piedad y la brutalidad pueden coexistir, en el mismo individuo y en el mismo momento, contra toda lógica.
07. Preferentemente sobrevivían los peores, los egoístas, los violentos, los insensibles, los colaboradores de "la zona gris", los espías.
08. (...) También yo he entrado en el Lager como no creyente, y como no creyente he sido liberado y he vivido hasta hoy.
09. No hay problemas que no puedan resolverse alrededor de una mesa siempre que haya buena voluntad y confianza mutua: o también miedo mutuo.
10. La opresión en los Lager era de extremada magnitud, y era efectuada con la conocida, y en otros asuntos encomiable, eficiencia alemana.
11. La demolición terminada, la obra cumplida, no hay nadie que la haya contado, como no hay nadie que haya vuelto para contar su muerte.
12. Es el deber de los hombres justos hacer la guerra a todos los privilegios inmerecidos, pero no hay que olvidar que esto es una guerra sin fin.
13. Me había olvidado del hambre y del frío, tan verdad es que la necesidad de relaciones humanas hay que incluirla entre las necesidades más elementales.
14. Los "salvados" de Auschwitz no eran los mejores, los predestinados al bien, los portadores de un mensaje; cuanto yo había visto y vivido me demostraba precisamente lo contrario.
15. Es la realización de un sueño demencial, en el que uno manda, nadie piensa, todos caminan siempre en fila, todos obedecen hasta la muerte, todos dicen siempre sí.
16. La ascensión de los privilegiados, no sólo en el Lager sino en todo lugar de convivencia humana, es un fenómeno angustioso pero inevitable: sólo en las utopías no existe.
17. (...) Nuestra moral colectiva está demasiado desarticulada y aplastada para que sea inestable. La lucha contra el hambre, el frío y el trabajo deja poco margen al pensamiento, aun tratándose de este pensamiento.
18. La intolerancia tiende a censurar, y la censura acrecienta la ignorancia de las razones ajenas y, por consiguiente, la propia intolerancia: es un círculo vicioso muy rígido y muy difícil de romper.
19. En contraste con cierta estilización hagiográfica y retórica, cuanto más dura es la opresión, más difundida está entre los oprimidos la buena disposición para colaborar con el poder.
20. Todas las revoluciones, las que han cambiado el rumbo de la historia del mundo y las minúsculas de las cuales nos ocupamos aquí, han sido dirigidas por personajes que conocían bien la opresión, pero no en sus carnes.
21. En un régimen totalitario la educación, la propaganda y la información no encuentran obstáculos: gozan de un poder ilimitado del que quien ha nacido y vivido en un régimen pluralista difícilmente puede hacerse una idea.
22. Todo induce a pensar que, bajo el Tercer Reich, la mejor elección, la elección impuesta desde arriba, era la que llevaba consigo la mayor aflicción, la máxima carga de sufrimiento físico y moral. El "enemigo" no sólo debía morir sino morir en el tormento.
23. También nosotros nos cegamos con el poder y con el prestigio hasta olvidar nuestra fragilidad esencial: con el poder pactamos todos, de buena o mala gana, olvidando que todos estamos en el ghetto, que el ghetto está amurallado, que fuera del recinto están los señores de la muerte, que poco más allá espera el tren.
24. Los campos soviéticos siguen siendo una manifestación deplorable de ilegalidad y deshumanización. Nada tienen que ver con el socialismo sino al contrario: se destacan en el socialismo soviético como una fea mancha; han de considerarse más bien como una barbarie heredada del absolutismo zarista de la que los gobiernos soviéticos no han sabido o no han querido liberarse.
25. Las SS de los Lager eran más bien animales obtusos que demonios sutiles. Habían sido educados en la violencia: la violencia corría también por sus venas, era normal, obvia. Se desbordaba de sus rostros, de sus gestos, de su lenguaje. Humillar, hacer sufrir al "enemigo" era su oficio de cada día; no pensaban en ello, no tenían segundos fines: el fin era aquel.
26. Los recuerdos que en nosotros yacen no están grabados sobre piedra; no sólo tienden a borrarse con los años sino que, con frecuencia, se modifican o incluso aumentan literalmente, incorporando facetas extrañas. Lo saben muy bien los magistrados: casi nunca ocurre que dos testigos presenciales de un hecho lo describan del mismo modo y con las mismas palabras, aunque el suceso sea reciente y ninguno de los dos tenga interés en deformarlo.
27. La maraña de los contactos humanos en el interior del Lager no era nada sencilla; no podía reducirse a los bloques de víctimas y verdugos...El ingreso en el Lager era, por el contrario, un choque por la sorpresa que suponía. El mundo en el que uno se veía precipitado era efectivamente terrible pero además, indescifrable: no se ajustaba a ningún modelo, el enemigo estaba alrededor, pero dentro también, el "nosotros" perdía sus límites.
28. El prisionero típico, el que constituía el nervio del campo, se hallaba en los límites del agotamiento: hambriento, debilitado, cubierto de llagas (especialmente en los pies: era un hombre "impedido" en el sentido original de la palabra. ¡No era un detalle secundario! ) y, en consecuencia, profundamente envilecido. Era un hombre-andrajo, y con los andrajos, como sabía bien Marx, no se hacen las revoluciones en el mundo real, sino sólo en el de la retórica literaria o cinematográfica.
29. A diferencia del cansancio puramente persecutorio como el que acabo de describir, el trabajo podía, por el contrario, convertirse a veces en una defensa. Era así para quienes, pocos, en el Lager, conseguían insertarse en su propio oficio: sastres, zapateros, carpinteros, herreros, albañiles. Estos, al encontrar su actividad habitual recuperaban, en cierta medida, su dignidad humana. Pero también era una defensa para muchos otros, como ejercicio mental, como evasión del pensamiento de la muerte, como manera de vivir una jornada.
30. En los países y épocas en que la comunicación se ve impedida, pronto todas las demás libertades se marchitan. La discusión muere por inanición, la ignorancia de la opinión de los demás se convierte en rampante, las opiniones impuestas triunfan. El ejemplo bien conocido de esto es la loca genética predicada en la URSS por Lysenko, que en ausencia de debate (sus oponentes fueron exiliados a Siberia) puso en peligro las cosechas de veinte años. La intolerancia se inclina hacia la censura, y la censura promueve la ignorancia de los argumentos de los demás y por lo tanto a la intolerancia misma. Un círculo vicioso rígido, que es difícil de romper.