Frases de La ofensa

La ofensa

22 frases de La ofensa de Ricardo Menéndez Salmón... El estallido de la Segunda Guerra Mundial empuja a un joven sastre alemán, a vivir una experiencia tan radical como insólita.

Frases de Ricardo Menéndez Salmón

Frases de La ofensa Ricardo Menéndez Salmón

01. Porque, al fin y al cabo, aunque parezca poca cosa, un nombre es lo que somos...


02. No pudo evitar una punzada de vergüenza al contemplar a su familia varada allí con sus pequeños fracasos, sus pequeños anhelos y sus pequeños miedos, como extraños que no lo estuvieran despidiendo a él, sino a su doble, a su sosia, a un usurpador vestido con un traje de buen paño que no le sentaba del todo mal.


03. Cierta verdad terrible: son los que pasan, y no los que quedan, quienes desempeñan el papel fundamental en nuestras vidas.


04. Comprendió que el asombro, al fin y al cabo, es una categoría de lo cotidiano, y que sólo hay un dios, el azar, y que sólo existe una religión, la casualidad, y que cualquier otra interpretación de la vida y de sus accidentes no sólo está abocada al fracaso, sino que condena a la más absoluta ceguera.


05. La memoria no es un instrumento del hombre, un siervo amable, un eficiente valet; más bien parece que el hombre fuera un lacayo de su memoria. Porque el hombre languidece, se distrae, se corrompe, pero su memoria permanece firme, a pie de obra, insobornable; de manera que mientras el hombre tropieza, o se enfría, o pierde sus dientes, o levanta murallas, o se disfraza, o devora a sus semejantes, ella permanece alerta, chupándolo todo, guardándolo todo, clasificándolo todo: cavando, cavando, cavando.


06. Lo más aterrador del absurdo, a fin de cuentas, es que posea su propia lógica.


07. El visitante había dejado de existir para él, olvidado como un mal presagio o como una polilla que gira en torno a su tumba de cuarenta vatios.


08. Tras tantas idas y venidas, tras tantas tentativas de viaje, a menudo el final de trayecto conduce a un lugar no muy alejado del punto de partida.


09. Nadie, ni siquiera el filósofo más sutil, ha podido hallar un sentido preciso a ese absurdo que es la voluntad humana.


10. Militares, los hombres que menos pueden ocultar su pasado.


11. La medicina y la muerte son dos partes de un único y gigantesco negocio, el manejo y gestión del tiempo.


12. El hombre convive con su cuerpo, pero no lo conoce. Al menos no de un modo exhaustivo. Un hombre y su cuerpo son realidades distintas. Seguramente eso es lo que permite comprender la esencia última del dolor, que no es otra cosa que el desgarro que produce la indiferencia del cuerpo hacia uno mismo. (...) Y seguramente también eso es lo que permite a un ser humano conservar su nombre, su dignidad, aquello que más íntimamente posee, cuando su cuerpo, en la enfermedad, la mutilación o la vejez, ya no le pertenece.


13. Los imperios, cómo no, comprenden que la estética es parte importante de la propaganda.


14. Los grandes ejércitos jamás olvidan los pequeños detalles.


15. Con la tozudez de un animal de carga, la maquinaria bélica se iba engrasando...


16. El heroísmo fue algo inventado para los que carecen de futuro.


17. Las tragedias desmesuradas, donde todo nombre se borra, permiten siempre empezar de cero. Cuando las olas se tragan una ciudad, se tragan también buena parte de su pasado. Cuando la tierra abre sus fauces, no sólo devora escuelas, tranvías o lonjas. ¿Quién podrá discutir a un lisboeta superviviente al terremoto del día de Todos los Santos de 1755 su nombre?


18. Aceptar que pavor y fiereza no tienen patria, y que anidan en todos los corazones por igual: franceses, alemanes, rusos, americanos, japoneses, españoles, qué más da, es la sucia materia del hombre la que está sobre la balanza, su corrupción, su vileza, su arrogancia de animal idólatra, no su patronímico ni su credo ni sus gustos culinarios.


19. El mundo una vez más se desangraba entre el abrazo de dos amantes.


20. Memorable verso de Charles Baudelaire: Resígnate, alma mía: duerme un sueño de bruto.


21. Cierto que, aplicado al caso, amor era una palabra lábil, confusa, llena de poros por los que se filtraban otras formas de afecto -la compasión, la piedad, incluso la hermandad-, pero qué nombre otorgarle si no a aquel sentimiento obstinado.


22. En realidad, entre un hombre y una mujer casi todo depende siempre de la ocasión.

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