
23 frases de El príncipe (Il principe y de principatibus) de Nicolás Maquiavelo... Tratado político que busca la eficacia basada en la fuerza del análisis científico y en el poder de la experiencia y muestra cómo los príncipes deben gobernar sus Estados.
- 01. Frases de El príncipe
- 02. Obras similares
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Nicolás Maquiavelo son: opresión, ejércitos, mercenarios, manipulación, castigo, liderazgo, táctica y estrategia, voluntad de poder, filosofía política, ciencia política, tipos de gobierno.
Frases de El príncipe Nicolás Maquiavelo
01. Hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí; El segundo entiende lo que los otros disciernen, y el tercero no discierne ni entiende lo que los otros disciernen.
02. Acontece en el orden de las cosas que, cuando se quiere evitar un inconveniente, se incurre en otro. Pero la prudencia estriba en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y aceptar el menos malo por bueno.
03. El que no coloca los cimientos con anticipación podría colocarlos luego si tiene talento, aun con riesgo de disgustar al arquitecto y de hacer peligrar el edificio.
04. (...) Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues -como antes expliqué- ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan.
05. El odio se gana tanto con las buenas acciones como con las malas. Un príncipe, para conservar el poder, es a menudo obligado a ser perverso, porque cuando el grupo (ya sea pueblo, soldados o nobles) del que juzga necesario para mantenerse, está corrompido, es conveniente seguir su capricho para satisfacerlo, pues las buenas acciones serían tus enemigas.
06. No hay manera de evitar la adulación que hacer entender a los hombres que no existe ofensa al decir la verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto. Por lo tanto, un príncipe prudente debe preferir una tercera vía: rodearse de los hombres de buen juicio.
07. Hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre.
08. Los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría.
09. Los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos; porque el ver pertenece a todos, y el tocar a pocos... El vulgo se deja siempre coger por las apariencias... Y en el mundo no hay sino vulgo.
10. Roma y Esparta se conservaron libres durante muchos siglos porque estaban armadas. Los suizos son muy libres porque disponen de armas propias. De las armas mercenarias de la antigüedad son un ejemplo los cartagineses, los cuales estuvieron a punto de ser sometidos por sus tropas mercenarias, después de la primera guerra con los romanos, a pesar de que los cartagineses tenían por jefes a sus mismos conciudadanos. Filipo de Macedonia, nombrado capitán de los tebanos a la muerte de Epaminondas, les quitó la libertad después de la victoria. Los milaneses, muerto el duque Felipe, tomaron a sueldo a Francisco Sforza para combatir a los venecianos; y Sforza venció al enemigo en Caravaggio y se alió después con él para sojuzgar a los milaneses, sus amos. El padre de Francisco Sforza, estando al servicio de la reina Juana de Nápoles, la abandonó inesperadamente; y ella, al quedar sin tropas que la defendiesen, se vio obligada, para no perder el reino, a entregarse en manos del rey de Aragón.
11. El único medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella.
12. En nuestros tiempos sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaños; los demás siempre han fracasado. El papa Julio II, después de servirse del nombre de pródigo para llegar al Pontificado, no se cuidó a fin de poder hacer la guerra, de conservar semejante fama. El actual rey de Francia ha sostenido tantas guerras sin imponer tributos extraordinarios a sus súbditos porque, con su extremada economía, proveyó a los superfluos. El actual rey España, si hubiera sido espléndido, no habría realizado ni vencido en tantas empresas. En consecuencia, (...) debe reparar poco -con tal de que ello le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse expoliador- en incurrir en el vicio de tacaño; porque éste es uno de los vicios que hacen posible reinar.
13. Los ejércitos mercenarios y los auxiliares son inútiles y peligrosos.
14. El príncipe tiene que elegir de entre todos los animales a la astucia del zorro y la fuerza del león.
15. No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil.
16. Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
17. Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
18. El Príncipe debe hacer uso del hombre y de la bestia: astuto como un zorro para evadir las trampas y fuerte como león para espantar a los lobos.
19. Las armas se deben reservar para el último lugar, donde y cuando los otros medios no basten.
20. Un príncipe... Jamás predica otra cosa que concordia y buena fe; y es enemigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría perdido más de una vez la fama y las tierras.
21. Nadie se asombre de que, al hablar de los principados de nueva creación y de aquellos en los que sólo es nuevo el príncipe, traiga yo a colación ejemplos ilustres. Los hombres siguen casi siempre cl canino abierto por otros y se empeñan en imitar las acciones de los demás. Y aunque no es posible seguir exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfección del modelo, todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque.
22. Trate el príncipe de huir de las cosas que lo hagan odioso o despreciable, y una vez logrado, habrá cumplido con su deber y no tendrá nada que temer de los otros vicios. Hace odioso, sobre todo, como ya he dicho antes, el ser expoliador y el apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. Porque la mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos; y el príncipe queda libre para combatir la ambición de los menos que puede cortar fácilmente y de mil maneras distintas. Hace despreciable el ser considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime e irresoluto, defectos de los cuales debe alejarse como una nave de un escollo, e ingeniarse para que en sus actos se reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza. Y con respecto a los asuntos privados de los súbditos, debe procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal autoridad que nadie piense en engañarlo ni envolverlo con intrigas.
23. Siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia. Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse. , pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad.