12 frases de El hombre del toque mágico (The man with the magic touch) de Stephen Vizinczey... Libro de Stephen Vizinczey.
Frases de El hombre del toque mágico Stephen Vizinczey
01. En la actualidad, la mujer que se encontrara en su triste situación seguramente pediría el divorcio... Pero procedía de una cultura en la que se admiraba a las personas por su manera de sobrellevar las desgracias.
02. Hay personas que hacen inventario de los agravios, pero ella llevaba la cuenta de las alegrías, de los esporádicos momentos de buen humor de su marido y, sobre todo, de las sonrisas y las gracias de su hijo.
03. Uno de los primeros descubrimientos de Jim fue constatar que su padre amaba la televisión y su madre lo amaba a él.
04. La curiosidad es el motor de la vida.
05. El número de suicidios aumenta en época de vacaciones. Es un hecho curioso, que tiene su explicación. Durante el resto del año, la gente anda atareada, agobiada, muy cansada para pensar las cosas despacio. Pero, cuando está lejos de casa y del trabajo, el individuo tiene tiempo para cavilar sobre sus penas y abandonarse a la desesperación. Sólo entonces encuentra la energía necesaria para sacudirse la inercia y hacer algo fuera de lo corriente...
06. Vivo, no era de ninguna utilidad para su esposa; pero podía convertirla en una viuda rica, con casa propia en una de las mejores zonas de Londres. Le dejaba dinero suficiente para liquidar la hipoteca del gran piso de South Kensington y aún le quedaría algo para imprevistos...Si se suicidaba, no valdría la póliza; pero nadie podría demostrar que no se había ahogado accidentalmente. ¡El plan perfecto!
07. Él, que nada sabía de estadísticas de suicidios, suponía que la compañía de seguros no sospecharía que se había ahogado deliberadamente mientras estaba de vacaciones en un complejo de lujo de una isla situada frente a la costa del golfo de Florida.
08. Para demostrar que estaba pictórico de vida y alegría, le dedicó lo que él creía una sonrisa cordial y en realidad parecía una mueca espantosa...
09. Ahora ya no se conformaba con ser utilizada, sino que quería hacer valer sus derechos en lo sexual, tanto por el placer en sí como por una cuestión de imagen. Se hubiera sentido explotada, de haber tenido que conformarse sólo con la buena vida, la ropa, el yate y los viajes en Concorde; el conseguir, además, el placer sexual le deparaba la satisfacción de saber que nadie volvería a aprovecharse de ella. Y Banting, hombre de nuestro tiempo, estaba ansioso por complacerla. Le preocupaban la vejez y la impotencia, y quería que ella le amara no por los millones, sino por los orgasmos.
10. Uno de los inconvenientes de la riqueza es que deja al individuo inerme ante su propia estupidez.
11. El idiota pobre que tiene que trabajar no dispone de tiempo, energía ni dinero para hacer tonterías. La fatigosa lucha por la subsistencia le impide hacerse excesivo daño a sí mismo; los únicos medios de autodestrucción que están a su alcance son la bebida y las drogas baratas. Pero un millonario, que puede hacer lo que se le antoje, encontrará mil y una maneras de destrozarse. Los que viven de un subsidio, con poco dinero y mucho tiempo, conocen los inconvenientes de los ricos y los de los pobres, desde luego, pero ésta es otra historia.
12. Vivió tres grandes décadas y, a su modo de ver, había triunfado en la vida rotundamente por ser todo un hombre. También era un hombre sin escrúpulos, miserable, artero, mezquino, duro y despótico, pero él estaba convencido de que todas estas virtudes dimanaban de la misma fuente que sus placeres. A su modo de ver, lo más extraordinario de su persona era el pene, y en este frente no quería, no podía claudicar. Lo cual no era tan divertido como pudiera parecer. En su desesperado afán por levantarlo y mantenerlo en alto, pasaba alternativamente de las inyecciones en el pene a la cocaína, y de la coca a las píldoras.