Mi mano en el diapasón se afirma como una zarpa. Es que voy gritando cosas que me dicta la guitarra.
Cuando inclino la cabeza para esconder una lágrima, estoy viviendo y muriendo lo que ordena la guitarra.
He tenido tres esposas y tres guitarras. Sigo tocando las guitarras.
A veces quieres rendirte con la guitarra, la odiarás, pero si no te rindes con ella, serás recompensado.
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra...Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía...
Al elegir una guitarra me fijaba en que estuviera desgastada (... ). Es como entrar en un restaurante. Si está lleno es que se come bien.
En mi experiencia las mejores guitarras, las más caras, son aquellas que son más fáciles de tocar. Porque están hechas para ser tocadas.
Guitarra que sos el cabo del facón de mi palabra que sos la dulce muarra ensartadora de penas dame la hermosa condena de ser tu esclavo...
Todo el mundo me considera un héroe de la guitarra, pero jamás desee entrar en la competencia.
(...) Me dejaban practicar con sus guitarras, hasta que Art me dio una para poder ensayar. Pensé que me la había regalado sin saber que en realidad pertenecía a su colega Peter Hayes, que vivía calle abajo. Nadie me dijo que Peter tan sólo se la había prestado a Art. Y, cuando empezaba a acostumbrarme a ella, mi hermano me dijo que lo sentía, pero que tenía que devolverla. Art y Ted debieron de verme tan deshecho que juntaron dinero para comprarme una guitarra. Era una acústica preciosa, una bendición del cielo, aunque el mástil sobresalía un poco por encima de mi cuello y los dedos me dolían mucho al tocarla. Pero mis manos estaban dispuestas a lidiar con las ampollas y los calambres, y no iba a permitir que el dolor me impidiera llegar a conocer lo mejor posible a mi nuevo portavoz. Art me la entregó diciendo: "Ésta no se la va a llevar nadie. Ésta es tuya".
(...) Mi mamá llegó un día con una guitarra y yo pues... Iba a hacer el intento, no era lo que quería y me dio una guitarra así viejita de nylon. Me puso un maestro de guitarra y el maestro sólo me enseñó acordes. En una de esas me enseñó los primeros tres acordes y con esos tres acordes compuse mi primera canción. Era un blues lo que compuse. El maestro llegó con mi mamá y le dijo: "No puedo seguir dándole clases a ella, ella va a encontrar su propio camino". Y así fue. A mí me gustaba mucho tocar canciones de oído con esos acordes que me enseñaron. Me gustaba aprender por mí misma.
Aquí... Madera de carne alta, tierra suelta: mi guitarra.