En un sistema capitalista, el capital es el recurso de producción crítico, y está totalmente separado, y aún en oposición, con el trabajo. En la sociedad hacia la cual nos estamos encaminando rápidamente, el recurso clave es el saber. No puede ser comprado con dinero ni creado con capital de inversión. El saber reside en la persona, en el trabajador del conocimiento.
La industria ha operado en contra de la artesanía en favor de la polea, y también a favor del capital y contra la mano de obra. Toda invención mecánica ha sido más perjudicial para la humanidad que un siglo de guerra.
Pero los propietarios de los bancos privados no son los depositantes, sino un grupo de financieros que controla el capital accionario, recoge los ahorros de los depositantes y lo dirige hacia los fines que interesan a ese grupo financiero.
Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que el trabajo se haya hecho mal.
El capital se lleva la población del campo, explota las colonias y pueblos cuya industria no está desarrollada y condena a la mayoría de los trabajadores a vivir sin educación técnica, como mediocres hasta en su propio oficio. El estado prospero de una industria se consigue por la ruina de otras diez. Y esto no es un accidente, sino una necesidad del régimen capitalista.
El capital se convierte en traba del modo de producción que ha prosperado junto con él y bajo su amparo.
El tiempo es el único capital de las personas que no tiene más que su inteligencia por fortuna.
Mi capital es el tiempo, no el dinero.
El capital se volverá redundante, o sea, está por dejar de ser un "recurso". El capital es importante en tanto factor de producción, pero no es más un factor de control.
En mi patria sólo llevo mis versos por capital.
El único capital que realmente importa es el capital humano.
El trabajo es el único capital no sujeto a quiebras.