Frases de Wladyslaw Szpilman - Página 3

01. Leyendo los periódicos y escuchando las noticias de la radio se podría pensar que todo va muy bien, la paz está asegurada, la guerra ya se ha ganado y el futuro del pueblo alemán está lleno de esperanza. Sin embargo, me resulta imposible creerlo, aunque sólo sea porque, a la larga, la injusticia no puede prevalecer, y la forma en que los alemanes gobiernan los países que han conquistado está condenada a provocar resistencia tarde o temprano. Basta ver la situación aquí en Polonia, y eso que no me entero de mucho de lo que ocurre porque nos cuentan muy poco. Pero, en cualquier caso, con todas las observaciones, conversaciones e información que nos llegan todos los días, podemos formarnos una imagen clara. Si los métodos de administración y gobierno, la opresión de la gente del país y las operaciones de la Gestapo revisten aquí especial brutalidad, supongo que en los demás países conquistados ocurrirá más o menos lo mismo. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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02. La calle Karmelicka era un lugar especialmente peligroso: los coches celulares la recorrían varias veces al día. Llevaban a los prisioneros, invisibles tras las chapas de acero gris y las reducidas ventanillas opacas, desde la cárcel de Pawiak al centro de la Gestapo del paseo Szuch; en el viaje de vuelta transportaban lo que quedaba de ellos después del interrogatorio: despojos sanguinolentos de seres humanos con los huesos rotos, los riñones destrozados y las uñas arrancadas. La escolta de esos coches no permitía que nadie se acercara a ellos, aunque eran vehículos blindados. Cuando giraban hacia la calle Karmelicka, que estaba tan congestionada que ni con la mejor voluntad del mundo podría haberse refugiado la gente en los portales, los hombres de la Gestapo se asomaban y golpeaban a la multitud de manera indiscriminada con porras. Esto no hubiera sido especialmente peligroso con las porras normales de caucho, pero las que usaban los hombres de la Gestapo estaban tachonadas de clavos y hojas de afeitar. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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03. Poco después el jefe de nuestro grupo de trabajo me dijo un día que había conseguido que me asignaran al grupo destinado al edificio del cuartel de las SS en el remoto distrito de Mokotow. Recibiría mejor comida y viviría mucho mejor en general, me aseguró. La realidad fue muy diferente. Tenía que levantarme dos horas antes y caminar cerca de doce kilómetros atravesando toda la ciudad para llegar a tiempo al trabajo. Cuando por fin llegaba, agotado por la caminata, debía ponerme a trabajar de inmediato en una tarea muy superior a mis fuerzas, transportando sobre la espalda pilas de ladrillos colocados en un tablón. También transportaba cubos de cal y barras de hierro. Podría haberlo hecho bien si no hubiera sido porque los capataces de las SS, futuros ocupantes del cuartel, pensaban que trabajábamos demasiado despacio. Nos ordenaban que lleváramos las pilas de ladrillos o las barras de hierro a la carrera, y si alguno desfallecía y paraba lo golpeaban con látigos de tiras de cuero rematadas por bolas de plomo. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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04. ¿Por qué permite Dios esta terrible guerra con sus espantosos sacrificios humanos? Pensemos en los aterradores ataques aéreos, el tremendo miedo de la población civil, el inhumano trato a los prisioneros en los campos de concentración, el asesinato de cientos de miles de judíos por los alemanes. ¿Es culpa de Dios? ¿Por qué no interviene, por qué permite que ocurra todo esto? Podemos plantear tales preguntas pero no obtendremos respuesta. Estamos dispuestos a culpar a otros, pero no a nosotros mismos. Dios permite que se haga presente el mal porque la humanidad se ha sumado a él, y ahora estamos comenzando a notar la carga de nuestro propio mal y nuestras imperfecciones. Cuando los nazis llegaron al poder no hicimos nada par a detenerlos; traicionamos nuestros ideales. Los ideales de la libertad personal, democrática y religiosa. Los trabajadores estuvieron de acuerdo con los nazis, la Iglesia se limitó a observar, las clases medias fueron demasiado cobardes para actuar y lo mismo ocurrió con los intelectuales. Permitimos que se abolieran los sindicatos, se reprimieran las confesiones religiosas, no hubiera libertad de expresión en la prensa ni en la radio. Por último, dejamos que nos llevaran a la guerra. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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05. (...) Se colocaron carteles a la entrada de las calles que más tarde señalarían el límite del gueto judío, en los que se informaba a los viandantes de que esas calles estaban infectadas de tifus y era mejor evitarlas. Un poco después el único periódico de Varsovia que publicaban en polaco los alemanes ofreció un comentario oficial sobre el asunto: los judíos no sólo eran parásitos sociales, sino que además contagiaban la infección. No se trataba, decía el reportaje, de encerrarlos en un gueto, palabra que, por otra parte, no había que utilizar. Los alemanes eran una raza demasiado culta y magnánima, decía el periódico, para confinar, ni siquiera a parásitos como los judíos, en guetos, residuo medieval indigno del nuevo orden de Europa. En lugar de ello, tenía que haber un barrio judío en la ciudad en el que vivieran sólo judíos, para que allí gozaran de libertad total y pudieran continuar practicando sus costumbres y su cultura racial. Por razones de mera higiene, ese barrio tenía que estar rodeado por un muro, de modo que el tifus y las demás enfermedades judías no se extendieran a otras zonas de la ciudad. Este reportaje humanitario se ilustraba con un pequeño mapa en el que aparecían las fronteras exactas del gueto. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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06. Es verdad que el mes siguiente transcurrió en paz. Era mayor e incluso en el gueto florecían lilas aquí y allá en los escasos jardincillos (...) Cuando estaban a punto de abrirse del todo las flores, los alemanes se acordaron de que existíamos. Pero esta vez había una diferencia: no planeaban ocuparse de nosotros ellos mismos, sino que delegaron la responsabilidad de las cacerías humanas en la policía y la oficina de trabajo judías. Henryk había tenido razón cuando se negó a entrar en la policía y la describió como una banda de ladrones. Estaba compuesta sobre todo por jóvenes de las clases más prósperas de la sociedad, y entre ellos había varios conocidos de Henryk. A todos nos horrorizaba ver que esos hombres a los que habíamos estrechado la mano y tratado como amigos, hombres que hacía poco eran todavía personas decentes, se habían convertido en seres despreciables. Tal vez se podía decir que habían captado el espíritu de la Gestapo. Tan pronto como se pusieron el uniforme y la gorra de policías, y se colgaron la porra de caucho, su naturaleza cambió. Ahora su máxima ambición era estar en estrecho contacto con la Gestapo, ser útiles a los oficiales de la Gestapo, desfilar por la calle con ellos, hacer gala de sus conocimientos de alemán y competir con sus amos por el rigor en el trato a la población judía. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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07. Había otra cosa que interesaba a la gente en esa época: entres sus restantes actividades cotidianas, los alemanes se habían aficionado a hacer películas. Nos preguntábamos por qué. Irrumpían en un restaurante y les decían a los camareros que preparan una mesa con la mejor comida y la mejor bebida. Luego ordenaban a los clientes que rieran, comieran y bebieran, y los tomaban en celuloide divirtiéndose así. Los alemanes filmaban las representaciones de opereta en el cine Femina de la calle Leszno y los conciertos sinfónicos dirigidos por Marian Neuteich que se ofrecían allí miso una vez por semana. Insistían en que el presidente del Consejo Judío celebrara una lujosa recepción e invitara a todas las personas destacadas del gueto, y también filmaban la recepción. Por último, un día agruparon a cierto número de hombres y mujeres en los baños públicos, les dijeron que se desnudaran y se bañaran en la misma sala, y filmaron la curiosa escena con todo detalle. Sólo mucho más tarde descubrí que esas películas estaban pensadas para la población del Reich y del extranjero. Los alemanes hacían las películas antes de acabar con el gueto, para desmentir posibles rumores en caso de que llegaran al mundo exterior noticias de lo ocurrido. Mostraban lo bien que vivían los judíos de Varsovia, y también lo inmorales y despreciables que eran: para eso servían las escenas de hombres y mujeres judíos compartiendo el baño, desnudándose sin pudor unos delante de los otros. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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08. (...) Un día sacaron a los judíos del gueto y los llevaron por las calles: hombres, mujeres y niños. A una parte de ellos los fusilaron allí mismo, a la vista de los alemanes y la población polaca. Dejaron a algunas mujeres sangrando y retorciéndose bajo el sol del verano, sin prestarles ayuda. A los niños que se habían escondido los arrojaban por las ventanas. Después condujeron a esos miles de personas a una plaza próxima a la estación, donde supuestamente había trenes preparados para llevárselos. Les hicieron esperar allí tres días bajo el calor del verano, sin comida ni agua. Si alguien se ponía en pie le disparaban en el acto, también a la vista de todos. Luego se los llevaron: doscientas personas hacinadas en un vagón de ganado con capacidad para cuarenta. ¿Qué ocurrió con ellos? Nadie quiere reconocer que lo sabe, pero no se puede ocultar. Cada vez son más las personas que consiguen escapar y relatan cosas espantosas. El sitio se llama Treblinka y está al este del territorio polaco bajo dominio alemán. Allí descargan los vagones, mucha gente llega ya muerta. Todo está rodeado de muros y los vagones entran allí para descargar. Los muertos se apilan junto a las vías del tren. Cuando llegan, los hombres sanos tienen que llevarse los montones de cadáveres, cavar fosas y cubrirlas de de tierra una vez llenas. Luego los fusilan a ellos. Los hombres que llegan en los transportes sucesivos se encargan de sus predecesores. Los millares de mujeres y niños tienen que desnudarse, y luego los conducen a una cabaña móvil, donde los gasean. La cabaña se coloca sobre un foso y tiene un mecanismo que abre una de las paredes y levanta el suelo, para que los cadáveres caigan al foso. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)

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Influencias

Wladyslaw Szpilman

Wladyslaw Szpilman

Músico, pianista, compositor y escritor polaco, superviviente judío del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y autor de las obras "Concierto de violín" (1933) y "Concertino para piano y orquesta" (1940) y el libro "El pianista del gueto de Varsovia" (1945).

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