01. Uno no puede evitar preguntarse una y otra vez cómo puede haber tanta gentuza entre los nuestros. ¿Es que han dejado salir a los criminales y a los lunáticos de cárceles y asilos, y los han enviado aquí para que actúen como sabuesos? No, son personas de cierta relevancia dentro del Estado quienes han enseñado a compatriotas en principio inofensivos a actuar así. El mal y la brutalidad están al acecho en el corazón humano. Si se les permite desarrollarse libremente, prosperan y echan terribles retoños, ideas como las que son necesarias para asesinar así a los judíos y los polacos. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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02. Ahora los informes dicen que se está vaciando el gueto de Varsovia de la misma forma. Hay cerca de cuatrocientas mil personas en él, y se usan para ese propósito batallones de policía ucranianos y lituanos, en lugar de policía alemana. Cuesta creer todo esto e intento no hacerlo, no tanto porque me preocupe el futuro de nuestra nación, que tendrá que pagar algún día esas monstruosidades, sino porque no puedo creer que Hitler quiera una cosa semejante y que haya alemanes que puedan dar órdenes así. Pero, en tal caso, sólo puede haber una explicación: son enfermos o anormales, o están locos. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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03. En lo más crudo de ese invierno llegaron a Varsovia numerosos deportados judíos evacuados desde el oeste. Es decir, llegaron sólo una parte de ellos: los habían cargado en vagones para ganado en sus lugares de origen, habían precintado los vagones y los deportados habían tenido que hacer el viaje sin comida, agua ni protección alguna contra el frío. (...) En algunos trenes apenas quedaban vivos la mitad de los pasajeros, y con graves congelaciones. La otra mitad eran cadáveres que, rígidos por el frío glacial, se mantenían en pie aprisionados entre los vivos y caían al suelo al moverse éstos. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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04. El quinto día por la tarde Ziszás [un SS] nos informó de que la operación para "limpiar el gueto de elementos no trabajadores" había concluido y podíamos volver a entrar en él. El corazón nos saltaba en el pecho. Las calles del gueto eran un espectáculo de devastación. Las aceras estaban cubiertas de cristales rotos procedentes de las ventanas. (...) cada pocos pasos veíamos cuerpos de personas asesinadas. Era tal el silencio, que las paredes de los edificios nos devolvían el eco de nuestros pasos, como si estuviéramos atravesando una garganta rocosa en las montañas. No encontramos a nadie en nuestra habitación, que no había sido saqueada. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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05. Se desató una epidemia en el gueto. La mortalidad por tifus era de cinco mil personas al mes. El tema principal de conversación, tanto entre los ricos como entre los pobres, era el tifus; los pobres se preguntaban cuándo morirían por su causa, mientras que los ricos se preguntaban cómo conseguirían la vacuna del doctor Weigel para protegerse. (...) Gracias a su invento y a la venalidad de los alemanes, muchos judíos de Varsovia se salvaron de morir de tifus, aunque sólo fuera para morir de otra muerte más adelante. Yo no me vacuné. No podría haber pagado más que una dosis del suero que hubiera bastado para mí pero no para el resto de mi familia, y no quería eso. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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06. Comencé mi carrera como pianista de guerra en el Café Nowoczesna, que estaba en la calle Nowolipki, en el mismo corazón del gueto de Varsovia. Para la época en que se cerraron las puertas del gueto, en noviembre de 1940, hacía tiempo que mi familia había vendido todo lo que podíamos vender, incluso nuestra más preciada pertenencia doméstica, el piano. La vida, por demás insignificante, me había obligado sin embargo a vencer mi apatía y buscar alguna forma de ganarme el sustento; gracias a Dios, había encontrado una. El trabajo me dejaba poco tiempo para cavilaciones, y la conciencia de que toda mi familia dependía de lo que yo ganara me ayudó a superar poco a poco mi anterior estado de amargura y desesperación. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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07. Dicen los rumores que van a sacar a treinta mil judíos del gueto esta semana y los van a enviar hacia el este. A pesar de todo el secretismo, la gente dice que sabe lo que ocurre entonces: en algún punto cerca de Lublin se han construido edificios con salas que se pueden calentar mediante corriente eléctrica, como los crematorios. Se lleva a los infortunados a esas salas y allí son quemados vivos, y todos los días se puede matar así a miles de personas, con lo que se evitan los inconvenientes de fusilarlos, cavar fosas comunes y enterrarlos. La guillotina de la Revolución Francesa no admite comparación y ni siquiera en los sótanos de la policía secreta rusa se han ideado métodos tan elaborados de matanza en masa. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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08. La realidad del gueto era peor precisamente porque guardaba la apariencia de libertad. Uno podía salir a la calle a pasear y mantener la ilusión de que estaba en una ciudad por completo normal. Los brazaletes que nos señalaban como judíos no nos molestaban porque todos los llevábamos y, después de cierto tiempo de vivir en el gueto, me di cuenta de que me había acostumbrado del todo a ellos; (...) Sin embargo, las calles del gueto �y sólo ellas- terminaban en muros. (...) Entonces la parte de la calle que estaba al otro lado del muro se convertía de golpe en el lugar que más me gustaba y más necesitaba de todo el mundo. (...) Volvía sobre mis pasos, anonadado, y seguía así día tras día, siempre con la misma desesperación. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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09. Por la mañana fui a ver a Mieczyslaw Lichtenbaum, hijo del nuevo presidente del Consejo Judío, a quien había conocido bien cuando todavía tocaba el piano en los cafés del gueto. Me dijo que podría tocar en el casino del comando de exterminio alemán, adonde iban por la noche a distraerse los oficiales de la Gestapo y las SS después de un día agotador asesinando judíos. Estaba atendido por judíos que tarde o temprano serían también asesinados. Naturalmente, no quise aceptar semejante oferta, aunque Lichtenbaum no pudo comprender por qué no me atraía y se sintió herido cuando la rechacé. Sin más comentarios, hizo que me enrolara en una columna de trabajadores encargada de demoler los muros del antiguo gueto grande, ahora incorporado a la parte aria de la ciudad. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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10. Algunos polacos de Zakopane no entregaron sus esquís. Se registraron las casas y doscientos cuarenta hombres fueron enviados a Auschwitz, el temido campo de concentración del este. En él la Gestapo tortura la gente hasta matarla. Condujeron a los infortunados a una celda y acabaron con ellos gaseándolos. La gente es golpeada salvajemente durante los interrogatorios. Y hay celdas de tortura especiales; por ejemplo, una en la que la víctima, atada por las manos y los brazos a un poste que luego se levanta, permanece colgada hasta quedar inconsciente. También ponen a la víctima en un cajón en el que sólo cabe en cuclillas, y la dejan allí hasta que pierde la conciencia. ¿Qué otras cosas diabólicas han ideado? ¿Cuántos inocentes hay en sus prisiones? La comida escasea cada día más; el hambre crece en Varsovia. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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11. Hay aquí una operación en marcha para exterminar a los judíos. Tal ha sido siempre el propósito de la administración civil alemana desde la ocupación de las regiones orientales, con ayuda de la policía y la Gestapo, pero al parecer ahora se va a aplicar a una escala enorme, radical. Nos llegan informes creíbles de fuentes de todo tipo que indican que se ha desalojado el gueto de Lublin y se ha sacado de allí a los judíos, que éstos has sido asesinados en masa o conducidos a los bosques, y que algunos de ellos han sido encarcelados en un campo. Gente en Lietzmannstadt (Lodz) y Kutno dice que a los judíos �hombres, mujeres y niños- los envenenan en cámaras de gas móviles y que a los muertos, despojados de sus ropas, los entierran en fosas comunes, mientras que la ropa se envía a fábricas textiles para ser reprocesada. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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12. (...) Habitualmente sólo la guardaban agentes de la policía judía, pero ese día toda una unidad de la policía alemana estaba comprobando minuciosamente los documentos de quienes salían del gueto para ir a trabajar. Un chico de unos diez años llegó corriendo por la acera. Estaba muy pálido, y tan asustado que olvidó quitarse la gorra ante un policía alemán que iba hacia él. El alemán se detuvo, sacó su revólver sin decir una palabra, se lo puso en la sien al chico y disparó. El niño cayó al suelo agitando los brazos, se quedó rígido y murió. El policía devolvió con calma el revólver a la funda y siguió su camino. Lo miré; no tenía unos rasgos especialmente brutales ni parecía enfadado. Era un hombre normal, apacible, que había cumplido con una de sus obligaciones menores cotidianas y la había apartado de su mente al instante, porque le esperaban otros asuntos de mayor importancia. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945)
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