01. No le disgustaba trabajar con Capestan. La alumna modélica que desbarra, la dulzura Kalashnikov. Un bomboncito para los guiones, la chica esta. Normalmente, a Rosière no le gustaban las típicas burguesas, pero aquella tenía gancho, reconozcámoslo. Y, por si fuera poco, no era una plasta. Poseía una autoridad natural, una auténtica fuerza de voluntad, pero ni mucho menos era de esas que te pisan la yugular. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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02. En estos tiempos en que el ADN y las pruebas científicas lo son todo, (...) seguía apostando por las pruebas testimoniales de toda la vida: la confesión pormenorizada. Detalles que cotejar, algunos remordimientos, el alivio que suelta la lengua y, por fin, la última palabra del relato. Los hombros del sospechoso se relajan, el culpable firma la paz recobrada y el madero puede saborear como un melómano el sonido del bolígrafo sobre el papel. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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03. La lluvia martilleaba en el entoldado y los transeúntes iban por la acera deprisa, algunos se habían refugiado en la puerta cochera que había enfrente del bar y miraban al cielo para que no se les pasara algún claro efímero. Una violenta ráfaga de viento se coló en la calle, poniendo los paraguas del revés y arrastrando prospectos. El agua de los charcos temblaba y el redoble de un trueno anunció la inminencia del diluvio. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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04. Como la brigada tenía las mismas posibilidades de conseguir una comisión rogatoria que un sapo de ganar un Nobel, había que sortear los permisos administrativos. En teoría, Dax parecía el hombre indicado. Pero, al acercarse, Capestan vio que el teniente estaba dibujando a Bart Simpson en la pizarra que acababa de montar Lewitz y le entraron ciertas dudas. Cuando Dax pegó el chicle en la nariz del personaje, ya estaba resignada. A pesar de todo, lo intentó. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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05. La brillantísima comisaria Capestan, estrella de su generación, campeona de todas las categorías de ascensos fulgurantes, había disparado una bala de más. Desde entonces, había comparecido ante la comisión disciplinaria y le habían caído varias amonestaciones y seis meses de suspensión de empleo. Y luego, silencio de radio, hasta el telefonazo de Buron. Su mentor, y ahora mandamás en el 36 del muelle de Les Orfevres, por fin había roto su mutismo. Había citado a Capestan. Un 9 de agosto. Le pegaba mucho. Era una forma sutil de indicarle que no estaba de vacaciones sino suspendida de empleo. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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06. La reunión se estaba convirtiendo en una sesión de desmotivación, tenía que intervenir. La comisaria paseó la mirada por los allí reunidos, sin fijarse en nadie en concreto, pero lo realmente excepcional fue que se dirigió a ellos sin sonreír: -En las películas de guerra, el que dice «la vamos a palmar» nunca ayuda a nadie. Así que vamos a dejarlo ahora mismo y a olvidarnos de una vez para siempre del «antes, antes». Antes de aterrizar aquí, ya éramos unos apestados. Todos nosotros. No merece la pena presumir de que éramos los reyes de los mares en el muelle de Les Orfevres, el castigo nos lo impusieron hace mucho tiempo. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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07. Y luego, sencillamente, esperó, alargando el momento para dejarle vía libre a la paranoia que, con absoluta certeza, acabaría disparándose. Torrez causaba ese efecto. En su presencia, los polis actuaban como si padecieran aracnofobia y estuvieran dentro de una cesta de migalas. Los más temerarios apenas conseguían no salir corriendo. A veces, algún cabeza loca se las daba de torero y se acercaba, con el cuerpo alerta. Una mirada y se marchaba. Los locos juegan con la muerte, pero no con el mal fario. El mal fario te garantiza lo peor: enfermedad, ruina, accidentes, para ti y para tus seres queridos, a fuego lento y sin ninguna gloria. El mal fario gangrena lo que menos te esperas. "La brigada de Anne Capestan" (2015)
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