Frases de Rudolf Hoess - Página 4

01. Durante mi ausencia por un viaje de servicio, mi sustituto, el Standartenführer Fritzsch, empleó por su cuenta y riesgo gases para exterminar a esos prisioneros de guerra (se refiere a los soviéticos). Procedió de la siguiente manera: las diversas celdas y sótanos rellenaba hasta el tope de prisioneros rusos. Protegiéndose con máscaras de gas, se hacía entrar en las celdas el Ciclón B, que producía la muerte inmediata. El Zyklon B era comúnmente empleado como insecticida por los oficiales Tesch y Stabinow. Siempre había una cantidad de gas a disposición de la administración. En los primeros tiempos, ese gas venenoso –un preparado de cianuro- era utilizado con la mayor precaución sólo por los empleados subalternos de Tesch y Stabinow. Más tarde, ciertos enfermeros graduados recibieron de esos oficiales la instrucción necesaria para utilizar el gas en la lucha contra parásitos y epidemias. Cuando Eichmann regresó a Auschwitz, le informé sobre el uso del Zyklon B y decidimos emplearlo en los futuros exterminios masivos. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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02. Hombres y mujeres eran conducidos por separado a los crematorios de la manera más tranquila posible. En el vestuario donde se desnudaban, los reclusos del comando especial les explicaban, en su propia lengua, que se les había llevado hasta allí para ducharlos y desparasitarlos. Les invitaban a que ordenaran bien sus ropas y recordaran el lugar donde las habían dejado, para recogerlas a la salida. Los reclusos del comando eran los primeros interesados en que esta operación se realizase rápidamente, con calma y sin tropiezos. Tras haberse desnudado, los judíos entraban en la cámara de gas donde, efectivamente había duchas y cañerías de agua, lo que les daba el aspecto de una sala de baños. Primero entraban las mujeres con sus niños. Las seguían los hombres, siempre en minoría. Todo solía ocurrir en calma, porque los reclusos del comando especial hacían todo lo posible por disipar las inquietudes de los que sentían miedo o sospechaban algo. Por otra parte, esos detenidos y un SS permanecían siempre hasta el último momento en la cámara de gas. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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03. En la primavera de 1942, llegaron de la alta Silesia los primeros convoyes de judíos destinados a ser exterminados sin excepción. Les hicieron cruzar las alambradas y los llevaron a una finca transformada en Búnker, (... ). Para no despertar sospechas, los interrogaban sobre sus aptitudes y profesiones. Llegados a la finca, recibieron la orden de desnudarse y entrar en las cámaras donde serían desinfectados. Conservaron una calma perfecta hasta el momento en que algunos de ellos, de pronto asaltados por la sospecha, empezaron a hablar de asfixia y exterminio. Enseguida se apoderó del convoy una especie de pánico, que fue rápidamente controlado: los que todavía permanecían en el exterior fueron empujados a la cámara y las puertas se cerraron con llave. Al llegar los siguientes convoyes se buscó entre los detenidos a los desconfiados y se los controló de cerca. En cuanto surgía alguna inquietud, se cogía discretamente a los perturbadores, se los llevaba detrás de la cabaña y allí se los mataba con carabinas de pequeño calibre, para que los demás no oyeran las detonaciones. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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04. (...) Fui testigo presencial de uno de estos casos. Al sacar un cadáver de la cámara de gas, un hombre del comando especial hizo un gesto de sorpresa y se quedó petrificado; pero enseguida alcanzó a sus camaradas arrastrando el cadáver. Pregunté de inmediato al Kapo qué había pasado y descubrí que el judío había descubierto a su mujer entre los cadáveres. Me quedé un buen rato observándolo, sin notar en él nada raro; él continuaba arrastrando sus cadáveres. Cuando más tarde volví cerca del comando, lo vi comiendo con sus compañeros, como si tal cosa. ¿Había logrado dominar su emoción o en verdad se había vuelto indiferente a una tragedia como aquélla? Siempre me he preguntado cómo hacían esos judíos del Sonderkommando para hallar en su interior la fuerza necesaria para cumplir día y noche su horrible faena. ¿Esperaban que un milagro los salvara, estando ya a las puertas de la muerte? ¿O se habían vuelto demasiado cobardes, demasiado inhumanos, después de haber visto tantos horrores, para poner fin a sus días y escapar a tan atroz existencia? Por mucho que lo piense, nunca logro encontrar una explicación a su conducta. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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05. Poco después de la visita de Himmler, el Standartenführer Blobel nos trajo, desde las oficinas de Eichmann, una orden del Reichsführer [Himmler]. Todas las fosas comunes debían ser dispersadas de tal manera que, en el futuro, no se pudieran sacar conclusiones sobre el número de incinerados. Blobel ya había experimentado en Chelmno con diversos métodos de incineración. Eichmann le encargó que mes mostrara sus instalaciones. Viajé a Chelmno con Hossler. Blobel había construido diversos tipos de hornos y empleaba como combustible madera y residuos de gasolina. También había tratado de destruir cadáveres con explosivos, pero el resultado estaba lejos de ser brillante. Las cenizas eran diseminadas en los grandes bosques vecinos, tras haber sido reducidos los huesos a polvo en un molino. Blobel tenía la misión de descubrir todas las fosas comunes de la región oriental y destruir sus rastros. Su oficina era designada, para su camuflaje, con el número "1005". El trabajo lo realizaban dos comandos de judíos a los que se fusilaba tras la limpieza de un sector. El campo de concentración de Auschwitz casi siempre era el elegido para la provisión de judíos destinados al comando "1005". "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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06. Entonces se echaba rápidamente el cerrojo a la puerta y los enfermeros "desinfectadores", ya preparados, dejaban entrar de inmediato el gas por agujeros practicados en el techo. Los recipientes que contenían el gas se arrojaban al suelo y los gases se expandían rápidamente. Por el agujero de la cerradura de la puerta se podía ver que quienes se encontraban más cerca del recipiente caían muertos al instante. Se puede afirmar que, para un tercio del total, la muerte era inmediata. Los demás temblequeaban, se ponían a gritar cuando les faltaba el aire. Pero sus gritos pronto se transformaban en estertores y, en cuestión de minutos, todos caían estirados. Al cabo de veinte minutos a lo sumo, nadie se movía ya. El gas tardaba entre cinco y diez minutos en actuar; la duración dependía de las condiciones del tiempo –seco o húmedo, calor o frío-, de la composición del gas –que no era siempre la misma- y de cómo estaba formado el convoy –mayor o menor cantidad de sanos o enfermos, jóvenes o ancianos-. Las víctimas perdían el conocimiento al cabo de unos minutos, antes o después según la distancia que las separaba del recipiente. Los que gritaban, los viejos, los enfermos, los débiles y los niños caían antes que los sanos y jóvenes. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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07. Cuando el fugitivo lograba salvar la cadena de centinelas o cuando había huido de un comando que trabajaba fuera, se ponía en marcha un inmenso aparato de captura. Todos los SS y todos los policías disponibles de los alrededores debían participar en esa tarea. Se vigilaban los ferrocarriles y las rutas. Gendarmes motorizados, dirigidos por radio, recorrían caminos y senderos. Había centinelas en los puentes de todos los cursos de agua, muy numerosos en los alrededores de Oranienburgo. Se avisaba a los habitantes de granjas aisladas, la mayoría de los cuales ya habían sido puestos al corriente por los aullidos de la sirena. (...) Cuando uno de éstos era hallado, lo hacían desfilar ante todos los reclusos formados en fila (y, a ser posible, con la presencia de Eicke), sosteniendo un cartel que decía: "He vuelto". Al mismo tiempo debía hacer sonar un gran tambor. Terminado el desfile, le aplicaban veinticinco garrotazos y luego lo enviaban a la compañía disciplinaria. El SS que lo había hallado o atrapado era citado en la orden del día y gozaba de una licencia especial. Los policías o civiles que habían colaborado en la captura recibían un regalo en especie. Cuando un SS impedía una fuga por su actitud circunspecta y atenta, Eicke le concedía una licencia y un ascenso. Aquellos que, por el contrario, habían facilitado la fuga, aunque fuera debido a una pequeña negligencia, sufrían las sanciones más severas. Los malos tratos eran aún más graves en el caso de reclusos cómplices de la evasión. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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08. Los médicos de las SS eran los encargados de seleccionar a los judíos en condiciones de trabajar. Pero a menudo el Schutzhaftlagerführer o comandante de custodia protectora se ocupaba de ello, sin que yo lo supiera o aprobara. De ahí surgían fricciones entre los médicos de las SS y los oficiales encargados de la mano de obra. La divergencia de opiniones resultaba de las diferentes interpretaciones que recibían las órdenes del Reichführer por parte de las más altas instancias berlinesas. La Dirección General de Seguridad del Reich, representada por Müller y Eichmann, estaba sumamente interesada, por razones de seguridad policial, en el exterminio de la mayor cantidad posible de judíos. El médico de las SS del Reich, que daba las instrucciones a los médicos de las SS para la selección, opinaba que sólo debían ser empleados los judíos realmente aptos para el trabajo. En cambio, los hombres débiles y de edad avanzada que podrían ser incluidos en ese grupo, al cabo de poco tiempo se volvían incapaces de trabajar y contribuían con ello a rebajar el nivel sanitario general: colapsaban las enfermerías, distraían al personal médico, consumían medicamentos para luego acabar en una fosa como los demás. Por el contrario, la oficina de armamento, representada por Pohl y Maurer, estaba interesada en obtener la mayor cantidad posible de hombres aptos para trabajar en la industria armamentística, aunque poco después se volvieran inútiles. (...) El Reichführer no dejaba de hacer promesas a esas dos administraciones, fijando cifras que era totalmente imposible alcanzar. (...) Nunca se pudo obtener una decisión clara de Himmler en este sentido. Personalmente, yo creía que era necesario seleccionar únicamente a los judíos sanos y vigorosos. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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09. (...) De nada servirían todos mis esfuerzos. Los "veteranos", formados durante años por Eicke, Koch y Loritz, habían asimilado sus métodos de tal manera, que ni con la mejor voluntad del mundo habrían podido renunciar a los procedimientos a los que se habían habituado en los otros campos de concentración. En cuanto a los novatos, aprendían muy rápidamente con los veteranos, aunque el aprendizaje no fuera de los mejores. (...) Así fue como todo el engranaje de la organización interna del campo se volvió defectuoso. Desde el comienzo, los hombres fueron formados de acuerdo con principios cuya nefasta influencia se manifestaría luego de manera estrepitosa. Quizás habría sido posible manejarlos si mis dos colaboradores inmediatos, el Schutzhaflagerführer y el Rapportführer, se hubieran sometido a mi voluntad, dejándose impregnar de mis ideas. Pero ni podían ni lo deseaban por su estrechez de miras, su obstinación, su crueldad y, ante todo, por su deseo de ahorrarse inútiles complicaciones; todo ello constituía un obstáculo infranqueable. Los individuos elegidos como hombres de confianza eran exactamente de la calaña que más convenía a sus propósitos. En todo campo de concentración, el Schutzhaflagerführer es el verdadero amo. Puede que el comandante deje su impronta sobre la organización teórica de la vida de los presos; él da las órdenes y, en definitiva, es el responsable de todo. Pero el poder efectivo pertenece al Schutzhaflagerführer, o incluso al Rapportführer, siempre y cuando éste sea más voluntarioso e inteligente que su inmediato superior. Por más que el comandante imparta las órdenes destinadas a organizar la vida de los reclusos, la manera en que se ejecutan sus órdenes depende de esos otros dos hombres; en este sentido, el comandante está enteramente a merced de su buena voluntad y comprensión. Y, si no confía en ellos o los considera incompetentes, sólo puede asegurarse de que sus órdenes son ejecutadas poniéndolas él mismo en práctica. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958)

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Rudolf Hoess

Militar y oficial nazi alemán, comandante del campo de concentración de Auschwitz y autor de "Yo, comandante de Auschwitz" (1958).

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