Frases de Roberto Arlt - Página 6

01. Algunas veces en la noche, hay rostros de doncellas que hieren con espadas de dulzura. Nos alejamos, y el alma nos queda entenebrecida y sola como después de una fiesta. Realizaciones excepcionales...Se fueron y no sabemos más de ellas, y sin embargo nos acompañaron una noche teniendo la mirada fija en nuestros ojos inmóviles...Y nosotros heridos con espadas de dulzura, pensamos cómo sería el amor de esas mujeres con esos semblantes que se adentraron en la carne. "El juguete rabioso" (1926)

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02. ¿Matarlo o no matarlo? ¿Qué me importa esto a mí? ¿Me importa matarlo? Seamos sinceros. ¿Me importa matarlo? ¿O es que no me importa nada? ¿Qué me da igual que viva? Y sin embargo quiero tener voluntad de matarlo. Si ahora viniera un dios y me preguntara: ¿Quieres tener fuerzas para destruir a la humanidad? ¿Yo la destruiría? ¿La destruiría yo? No, no la destruiría. Porque el poder hacerlo le quitaría interés al asunto. Además, ¿Qué iba a hacer yo solo en la tierra? "Los siete locos" (1929)

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03. Por momentos el recuerdo de una fragancia, de la blancura de un pecho, me atraviesa unánime, y sé que si me encontrara otra vez junto a ella desfallecería de amor; pienso que no me importaría pensar que ha sido poseída por muchos hombres y que si me encontrara otra vez junto a ella, en esa misma sala azul, yo me arrodillaría en la alfombra y pondría la cabeza sobre su regazo, y por el júbilo de poseerla y amarla haría las cosas más ignominiosas y las cosas más dulces. "El juguete rabioso" (1926)

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04. (...) Volviendo a nuestro tema, le diré: tenemos que organizar un instituto técnico revolucionario. Este instituto se dividiría en dos secciones, Teórica y Práctica. La parte teórica abarcará sección política, sociología y economía. Estos tres puntos exclusivamente de acuerdo a la teoría marxista. La parte teórica comprenderá: estudio y análisis del militarismo y técnica. La práctica consistirá en manejo de ametralladoras, artillería, gases, lanzabombas, comunicaciones, etc. "Los lanzallamas" (1931)

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05. La multitud, con sus fardos de verdura, con sus cofres a la cabeza, sus cestos de semilla, sus cajas de trebejos, sus bolsas de panes, sus carros de marranos, sus nidares de huevos, se ha desparramado a lo largo de todas las fachadas de las rúas de Betanzos, en la empinada de Sánchez Breguas, en la escalinata de Santa María, en el Campo de la Feria, a la sombra de los altos plátanos amurallados por rampas de piedra, bajo las bóvedas de acacia detrás del Archivo del Reyno de Galicia. "Aguafuertes españolas" (1936)

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06. Aunque tenía la seguridad de que le daría una sorpresa desagradable, fingía estar segura de mi "decencia de caballero", mas el esfuerzo que tenía que efectuar para revestirse de esa apariencia de tranquilidad, ponía en el timbre de su voz una violencia meliflua, violencia que imprimía a las palabras una velocidad de cuchicheo, como quien os confía apuradamente un secreto, acompañando la voz con una inclinación de cabeza sobre el hombro derecho, mientras que la lengua humedecía los labios resecos por ese instinto animal que la impulsaba a desear matarme o hacerme víctima de una venganza atroz. "El jorobadito" (1933)

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07. Para vender hay que empaparse de una sutilidad "mercurial", escoger las palabras y cuidar los conceptos, adular con circunspección, conversando de lo que no se piensa ni cree, entusiasmarse con una bagatela, acertar con un gesto compungido, interesarse vivamente por lo que maldito si nos interesa, ser múltiple, flexible y gracioso, agradecer con donaire una insignificancia, no desconcertarse ni darse por aludido al escuchar una grosería, y sufrir, sufrir pacientemente el tiempo, los semblantes agrios y malhumorados, las respuestas rudas e irritantes, sufrir para poder ganar algunos centavos, porque "así es la vida". "El juguete rabioso" (1926)

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08. Casas, más casas, rostros distintos y corazones iguales. La humanidad ha perdido sus fiestas y sus alegrías. ¡Tan infelices son los hombres que hasta a Dios lo han perdido! Y un motor de 300 caballos sólo consigue distraerlos cuando lo pilotea un loco que se puede hacer pedazos en una cuneta. El hombre es una bestia triste a quien sólo los prodigios conseguirán emocionar. O las carnicerías. Pues bien, nosotros con nuestra sociedad le daremos prodigios, pestes de cólera asiático, mitos, descubrimientos de yacimientos de oro o minas de diamantes. Yo lo he observado conversando con usted. Sólo se anima cuando lo prodigioso interviene en nuestra conversación. Y así le pasa a todos los hombres, canallas o santos. "Los siete locos" (1929)

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09. Creía verla fuera del tiempo y del espacio, en un paisaje sequizo, la llanura parda y el cielo metálico de tan azul. Yo era tan pequeño que ni caminar podía, y ella flagelada por las sombras, angustiadísima, caminaba a la orilla de los caminos, llevándome en sus brazos, calentándome las rodillas con el pecho, estrechando todo mi cuerpecito contra su cuerpo mezquino, y pedía a las gentes para mí, y mientras me daba el pecho, un calor de sollozo le secaba la boca, y de su boca hambrienta se quitaba el pan para mi boca, y de sus noches el sueño para atender a mis quejas, y con los ojos resplandecientes, con su cuerpo vestido de míseras ropas, tan pequeña y tan triste, se abría como un velo para cobijar mi sueño. "El juguete rabioso" (1926)

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10. Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo...Mejor dicho, una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaría absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relación con el mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho. "Los siete locos" (1929)

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11. Cuando un señor sin condiciones estudia boxeo, lo único que hace es repetir los golpes que le enseña el profesor. Cuando otro señor estudia boxeo, y tiene condiciones y hace una pelea magnífica, los críticos del pugilismo exclaman: "¡Este hombre saca golpes de todos los ángulos!" Es decir, que, como es inteligente, se le escapa por una tangente a la escolástica gramatical del boxeo. De más está decir que éste que se escapa de la gramática del boxeo, con sus golpes de "todos los ángulos", le rompe el alma al otro, y de allí que ya haga camino esa frase nuestra de "boxeo europeo o de salón", es decir, un boxeo que sirve perfectamente para exhibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos frente a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores. "Aguafuertes porteñas" (1933)

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12. Y así es la vida, y cuando yo sea grande y tenga un hijo, le diré: "Tenés que trabajar. Yo no te puedo mantener". Así es la vida. Un ramalazo de frío me sacudía en la silla. Ahora, mirándola, observando su cuerpo tan mezquino, se me llenó el corazón de pena. Creía verla fuera del tiempo y del espacio, en un paisaje sequizo, la llanura parda y el cielo metálico de tan azul. Yo era tan pequeño que ni caminar podía, y ella flagelada por las sombras, angustiadísima, caminaba a la orilla de los caminos, llevándome en sus brazos, calentándome las rodillas con el pecho, estrechando todo mi cuerpecito contra su cuerpo mezquino, y pedía a las gentes para mí, y mientras me daba el pecho, un calor de sollozo le secaba la boca, y de su boca hambrienta se quitaba el pan para mi boca, y de sus noches el sueño para atender a mis quejas, y con los ojos resplandecientes, con su cuerpo vestido de míseras ropas, tan pequeña y tan triste, se abría como un velo para cobijar mi sueño. ¡Pobre mamá! Y hubiera querido abrazarla, hacerle inclinar la emblanquecida cabeza en mi pecho, pedirle perdón de mis palabras duras, y de pronto, en el prolongado silencio que guardábamos, le dije con voz vibrante: -Sí, voy a trabajar, mamá. Quedamente: -Está bien, hijo, está bien...-y otra vez la pena honda nos selló los labios. "El juguete rabioso" (1926)

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Influencias

Autores relacionados

Adolfo Bioy Casares Julio Cortázar Macedonio Fernández Ricardo Piglia

Roberto Arlt


Novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino, autor de "El juguete rabioso" (1926), "Los siete locos" (1929), "Aguafuertes porteñas" (1933) y "El jorobadito" (1933).

Sobre Roberto Arlt

Roberto Arlt nace en el seno de una familia humilde de inmigrantes, de padre descendiente de alemanes Karl Arlt y madre nacida en el Imperio austrohúngaro Ekatherine Iostraibitzer y su infancia transcurrió en el barrio de Flores (buenos aires).

En 1908 fue expulsado de la escuela y continuó su formación en la Escuela de Mecánica de la Armada, de donde también fue expulsado dos años después.

Tras abandonar su hogar cuando era un adolescente a causas de disputas con su padre, una persona violenta y represiva, Roberto Arlt comenzó su formación autodidacta frecuentando bibliotecas y leyendo todo lo que estaba a su alcance.

Trabajó en un periódico local, fue ayudante en una biblioteca, pintor, mecánico, soldador, inventor, trabajador portuario y manejó una fábrica de ladrillos.

En 1924 Roberto Arlt comienza a relacionarse con el progresista y didáctico "Grupo de Boedo" que constituía una corriente literaria comprometida en la crítica de la sociedad y al "Grupo de la florida", de tendencias estéticas más formales e integrado por Ricardo Güiraldes y Jorge Luis Borges entre otros.

En 1926 publica su primera obra marcadamente autobiográfica, "El juguete rabioso", para muchos una de las mejores novelas argentinas, que inicialmente pensó llamar "La vida puerca".

En 1930 Roberto Arlt obtuvo el tercer premio del Concurso Literario Municipal con su novela "Los siete locos" (1932), una inquietante novela sobre la impotencia del hombre frente a la sociedad que lo oprime y lo condena a traicionar sus ideales.

Tras visitar familiares en córdoba, vuelve a Buenos Aires y fallece de un ataque al corazón.

El estilo de Roberto Arl se caracteriza por frases cortadas o desestructuradas y por la incorporación de jergas y barbarismos y su obra refleja la frustración de las clases populares urbanas durante la crisis económica mundial conocida como la "Gran depresión" (1930).

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