Frases de Roberto Arlt - Página 5

01. Qué agradable es poder confesar sus intimidades en público, ¿No le parece, caballero? ¿Hay muchos en mi lugar que pueden sentarse impunemente- te a la mesa de un café y entablar una amable conversación con un desconocido como lo hago yo? No. Y, ¿Por qué no hay muchos, puede contestarme? �No sé...�Porque mi semblante respira la santa honradez. "El jorobadito" (1933)

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02. Así conversábamos en torno de la mesa del café, sombríos y gozosos de nuestra impunidad ante la gente, ante la gente que no sabía que éramos ladrones, y un espanto delicioso nos apretaba el corazón al pensar con qué ojos nos mirarían las nuevas doncellas que pasaban, si supieran que nosotros, tan atildados y jóvenes, éramos ladrones... ¡Ladrones! "El juguete rabioso" (1926)

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03. Estos imbéciles...Y yo se lo digo porque tengo experiencia...Bien engañados..., lo suficiente recalentados, son capaces de ejecutar actos que le pondrían a usted la piel de gallina. Literatos de mostrador. Inventores de barrio, profetas de parroquia, políticos de café y filósofos de centros recreativos serán la carne de cañón de nuestra sociedad. "Los siete locos" (1929)

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04. Lo que hay, es que esas cosas uno no se las puede decir a la gente. Lo tomarían por loco. Y yo me digo: ¿Qué hago de esta vida que hay en mí? Y me gustaría darla...Regalarla...Acercarme a las personas y decirles: ¡Ustedes tienen que ser alegres! , ¿Saben? , tienen que jugar a los piratas...Hacer ciudades de mármol...Reírse...Tirar fuegos arficiales. "El juguete rabioso" (1926)

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05. Algunas veces en la noche, yo pensaba en la belleza con que los poetas estremecieron al mundo, y todo el corazón se me anegaba de pena como una boca con un grito. Pensaba en las fiestas a que ellos asistieron, las fiestas de la ciudad, las fiestas en los parajes arbolados con antorchas de sol en los jardines florecidos, y de entre las manos se caía mi pobreza. "El juguete rabioso" (1926)

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06. Pero el fuego de las baterías parecía enconado rabiosamente sobre las ruinas; algunos proyectiles habían roto los caños del estanque; a cada explosión las piedras volaban entre espesas nubes de humo negro y polvo; por sobre el césped se podían ver los muebles destrozados por la explosión, los cojines despanzurrados. Cada proyectil arrancaba de la tierra surtidores de cascajos. "El criador de gorilas" (1941)

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07. Era una vida bestial la de esa gente. Vea...Del campo me acuerdo el amanecer, las primeras horas después de almorzar y del anochecer. Son tres terribles momentos de ese campo nuestro, que tiene una línea de ferrocarril cruzándolo, hombres con bombachas parados frente a un almacén de ladrillos colorados y automóviles Ford haciendo línea a lo largo de la fachada de una Cooperativa. "Los lanzallamas" (1931)

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08. Se dejó arrastrar por los impulsos que retuercen al hombre que se siente por primera vez a las puertas de la cárcel, impulsos ciegos que conducen a un desdichado a jugarse la vida en un naipe o en una mujer. Quizá buscando en el naipe y en la hembra una consolación brutal y triste, quizá buscando en todo lo más vil y hundido cierta certidumbre de pureza que lo salvará definitivamente. "Los siete locos" (1929)

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09. Realmente, el asesino ha sido un estúpido. Con haber preparado un cultivo de bacilos y dárselo en la sopa...Precisamente yo estaba tomando la sopa o en el café, quiero decir -agregó él-, la cuenta estaba liquidada. - ¿Y vos serías capaz de hacer tal cosa, de asistir a una agonía lenta? Aunque se reía a carcajadas, sus ojos estaban serios. Me contestó: ¿A una agonía? Y a diez...Si fuera necesario. "Los lanzallamas" (1931)

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10. Me acuerdo de los gallegos de Buenos Aires. "As vaquiñas". ¡Cómo se les debe apretar el corazón cuando recuerdan a su Galicia! Estos valles frescos y profundos, empenachados de castaños y nogales. Pasan las estaciones, los pueblecillos...Pueblos de casas de piedra obscura de dos pisos, con tejado de piedra negra, estampados en manchas verdes. Porque éste es el paisaje más hermoso y más dulce de España. "Aguafuertes españolas" (1936)

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11. Todo militar es un déspota que se ríe a carcajadas de las ideas. Hay que colocarlos en el poder, permitir que le "ajusten las clavijas" al pueblo. Y, claro está: el pueblo que lo que menos tenía era ser revolucionario y comunista, por contradicción con esa minoría se convertirá en bolchevique y antimilitarista. Se necesita un dictador enérgico, bárbaro; cuanto más bruto y enérgico sea, más intensa será la reacción. "Los lanzallamas" (1931)

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12. Despacio consideraba sus encantos avergonzados de ser tan adorables, su boca hecha tan sólo para los grandes besos; veía su cuerpo sumiso pegarse a la carne llamadora de su desengaño e insistiendo en la delicia de su abandono, en la magnífica pequeñez de sus partes destrozables, la vista ocupada por el semblante, por el cuerpo joven para el tormento y para una maternidad, alargaba un brazo hacia mi pobre carne; hostigándola, la dejaba acercarse al deleite. "El juguete rabioso" (1926)

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Autores relacionados

Adolfo Bioy Casares Julio Cortázar Macedonio Fernández Ricardo Piglia

Roberto Arlt


Novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino, autor de "El juguete rabioso" (1926), "Los siete locos" (1929), "Aguafuertes porteñas" (1933) y "El jorobadito" (1933).

Sobre Roberto Arlt

Roberto Arlt nace en el seno de una familia humilde de inmigrantes, de padre descendiente de alemanes Karl Arlt y madre nacida en el Imperio austrohúngaro Ekatherine Iostraibitzer y su infancia transcurrió en el barrio de Flores (buenos aires).

En 1908 fue expulsado de la escuela y continuó su formación en la Escuela de Mecánica de la Armada, de donde también fue expulsado dos años después.

Tras abandonar su hogar cuando era un adolescente a causas de disputas con su padre, una persona violenta y represiva, Roberto Arlt comenzó su formación autodidacta frecuentando bibliotecas y leyendo todo lo que estaba a su alcance.

Trabajó en un periódico local, fue ayudante en una biblioteca, pintor, mecánico, soldador, inventor, trabajador portuario y manejó una fábrica de ladrillos.

En 1924 Roberto Arlt comienza a relacionarse con el progresista y didáctico "Grupo de Boedo" que constituía una corriente literaria comprometida en la crítica de la sociedad y al "Grupo de la florida", de tendencias estéticas más formales e integrado por Ricardo Güiraldes y Jorge Luis Borges entre otros.

En 1926 publica su primera obra marcadamente autobiográfica, "El juguete rabioso", para muchos una de las mejores novelas argentinas, que inicialmente pensó llamar "La vida puerca".

En 1930 Roberto Arlt obtuvo el tercer premio del Concurso Literario Municipal con su novela "Los siete locos" (1932), una inquietante novela sobre la impotencia del hombre frente a la sociedad que lo oprime y lo condena a traicionar sus ideales.

Tras visitar familiares en córdoba, vuelve a Buenos Aires y fallece de un ataque al corazón.

El estilo de Roberto Arl se caracteriza por frases cortadas o desestructuradas y por la incorporación de jergas y barbarismos y su obra refleja la frustración de las clases populares urbanas durante la crisis económica mundial conocida como la "Gran depresión" (1930).

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