01. En cierto momento, Ulises descubrió que para que existiera una civilización no se requerían muchos sujetos geniales, sino más bien uno que otro sujeto al cual alguna vez se le ocurre una idea genial que luego es repetida de modo rutinario y monótono por miles de seres humanos por miles y miles de años. Ulises descubrió que fue así como la civilización simia sustituyó a la humana en el planeta Soror, poco a poco los humanos fueron siendo víctimas de la pereza cerebral y dejaron de consultar libros, y en cambio los simios comenzaron a emplear su cerebro hasta acabar sustituyendo a los humanos. (...) ¿Qué es lo que caracteriza una civilización? ¿Es el genio excepcional? No. Es la vida de cada día, de todos los días...
02. Un puente de madera no es fácil de destruir desde el aire. Las bombas, cuando alcanzan su objetivo, derriban dos o tres tramos del puente, mientras que los demás permanecen intactos. Los japoneses harían u reparación improvisada, y ya han demostrado ser unos maestros en ese arte. Nosotros podemos no sólo hacer estallar los pilares a ras del agua, sino también activar la explosión al paso de un tren. De esa manera, provocaremos el desplome de todo el convoy en el río, causando daños irreparables y dejando inutilizable hasta la última viga. Lo he visto ya una vez en mi carrera. El tráfico fue interrumpido durante varias semanas, y eso que el ataque se produjo en un país civilizado, donde el enemigo tenía la posibilidad de desplazar tornos elevadores. Aquí les aseguro que tendrán que desviar el trazado y reconstruir el puente en su totalidad... Sin contar la pérdida de un tren y de su cargamento. ¡Un espectáculo infernal! Ya lo puedo ver ante mis ojos.
03. Su proyecto era simple y clásico. Es la primera operación que se enseña a los alumno escuela especial de "Explosivos Plásticos y Destrucciones S. L. " de Calcuta. (...) Se fija un detonador en el plástico (es tan fácil introducirlo como clavar un cuchillo en la mantequilla). Un cordón, conocido como "instantáneo", lo conecta a un pequeño artefacto de asombrosa simplicidad, también oculto en un boquete excavado bajo el raíl. Dicho objeto está compuesto básicamente por dos láminas, separadas por un robusto resorte. Entre ambas se sitúa el cebo. Una de las láminas hace contacto con el metal, mientras que la o se inmoviliza con una sólida piedra. El cordón detonador se entierra. Un equipo de dos expertos puede instalar el dispositivo en media hora. Si el trabajo se realiza con cuidado, el mecanismo es invisible. Cuando la rueda de una locomotora pasa por encima del aparato, la lámina superior queda aplastada contra la otra. El cebo encendido activa el detonador por medio del cordón, y el plástico explota. Una sección de acero queda pulverizada y el tren descarrila. Con un poco de suerte y una carga un poco más fuerte, se puede derribar la locomotora. Una de las ventajas de este sistema es que la activación la realiza el propio tren, por lo que el agente encargado de instalarlo puede hallarse a varios kilómetros del lugar. Otra ventaja: no se activa intempestivamente por la pisada de un animal, sino que se precisa un peso muy considerable, como el de una locomotora o un vagón.