Frases de Oliver Sacks - Página 7

01. Leí 1984 cuando se publicó en 1949, y su descripción del "agujero de la memoria" me pareció especialmente evocador y aterrador, pues concordaba con las dudas que yo tenía acerca de mis propios recuerdos. Creo que esa lectura hizo que anotara más cosas en el diario que llevaba, y que hiciera más fotografías, y provocó una creciente necesidad de contemplar testimonios del pasado. "El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz" (2001)

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02. Y me alegró averiguar que nosotros mismos estábamos hechos de los mismos elementos que el sol y las estrellas, que algunos de mis átomos podrían haber formado parte alguna vez de una estrella lejana. Pero eso también me asustaba, tenía la sensación de que sólo tenía mis átomos en préstamo y podían huir en cualquier momento, salir volando como los finos polvos de talco que veía en el cuarto de baño. "El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz" (2001)

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03. "Dios piensa en números", solía decir la tía Len. "Los números son la manera en que se ensambla el mundo. " Esta idea nunca me había abandonado, y ahora me parecía abarcar todo el mundo físico. En aquella época había comenzado a leer algo de filosofía, y Leibniz, en la medida que podía comprenderlo, me atraía especialmente. Hablaba de una "matemática divina", con la que uno podía crear la realidad más rica posible mediante los medios más económicos, y eso, ahora me parecía, podía verse en todas partes: en la hermosa economía mediante la cual millones de compuestos se creaban a partir de unas decenas de elementos, y los ciento y pico elementos que procedían del hidrógeno; la economía mediante la cual toda la variedad de átomos se componía de dos o tres partículas, y en la manera que su estabilidad e identidad quedaban garantizadas por los números cuánticos de los propios átomos: todo eso era lo bastante bello como para ser obra de Dios. "El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz" (2001)

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04. Darwin consideraba el ojo como un milagro de la evolución; visto así, el oído es igual de complejo y hermoso. El camino que toman las vibraciones sonoras, desde su entrada en los canales del oído externo, pasando por los tímpanos de cada lado hasta los diminutos huesos, los osículos, hasta la cóclea en forma de caracol, fue ya observado en el siglo XVII. Se sugirió que los sonidos se transmitían por el oído, y que se amplificaban en la cóclea "como un instrumento musical". "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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05. Es la estereofonía lo que permite que los que asisten a conciertos disfruten de toda la complejidad y esplendor acústico de una orquesta o un coro que interpreta en una sala de conciertos diseñada para hacer que la escucha sea todo lo rica, sutil y tridimensional posible, una experiencia que intentamos recrear, lo mejor que podemos, con dos auriculares, o altavoces estéreo, o sonido surround. "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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06. (...) Se obliga a escuchar música cada día, procurando oírla como antes. Todavía conserva el recuerdo, la imaginación de lo que era oír con los dos oídos. "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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07. Una pieza musical nos atrae, nos habla de su estructura y sus secretos, la escuchemos conscientemente o no. Y ocurre así aun cuando nunca hayamos oído una pieza musical. Escuchar música no es un proceso pasivo, sino intensamente activo, implica una corriente de inferencias, hipótesis, y expectativas y previsiones. "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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08. Chen, Zatorre y Penhune, en Montreal, han estudiado la capacidad de los seres humanos para llevar el compás, seguir un ritmo, y han utilizado la producción de imágenes cerebrales funcionales para visualizar cómo esto se refleja en el cerebro. No es de extrañar que descubrieran que cuando los sujetos daban golpecitos o hacían otros movimientos de respuesta a la música, se activaban el córtex motor y los sistemas subcorticales de los ganglios basales y el cerebelo. Lo que es más extraordinario es que descubrieran que escuchar música o imaginarla, incluso sin ningún movimiento evidente y sin llevar el compás, también activa el córtex motor y los sistemas subcorticales. De este modo, imaginar la música, el ritmo, puede ser, desde el punto de vista nervioso, tan potente como escucharla. "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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09. Así como el canto de los pájaros posee una evidente utilidad adaptativa (en el cortejo, en la agresión, en la delimitación del territorio, etc). , su estructura es relativamente fija, y, en gran medida, está integrado en el sistema nervioso aviar (aunque existan unas pocas especies que parezcan improvisar, o cantar dúos). El origen de la música humana resulta menos fácil de comprender. El propio Darwin se sentía evidentemente perplejo, tal como escribió en El origen del hombre: "Como ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales son facultades que tengan la menor utilidad para el hombre (...) deben catalogarse entre las más misteriosas con las que está dotado". Y en nuestra época Steven Pinker se ha referido a la música llamándola "un pastel de queso auditivo", y se pregunta: " ¿Qué beneficio se puede sacar de dedicar energía a hacer ruiditos de plin plin? (...) Por lo que se refiere a la causa y el efecto biológicos, la música no sirve para nada (...) Podría desaparecer de nuestra especie, y nuestro estilo de vida permanecería prácticamente inalterable". "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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10. La percepción de la música y las emociones que suscita no dependen exclusivamente de la memoria, y la música no tiene por qué ser conocida para ejercer su poder emocional. He visto pacientes con demencia profunda llorar o estremecerse cuando escuchan una música que nunca han oído, y creo que son capaces de experimentar la misma panoplia de sentimientos que los demás, y considero que la demencia, al menos en esas ocasiones, no es un obstáculo para la profundidad emocional. Una vez has presenciado estas reacciones, sabes que sigue existiendo un yo al que se puede apelar, aun cuando sea la música, y sólo la música, la que consiga llegar a él. "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007)

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11. Los humanos comparten muchas cosas con otros animales -las necesidades básicas de comida y bebida, o de sueño, por ejemplo-, pero existen necesidades y deseos mentales y emocionales adicionales que son exclusivos de los humanos. "Alucinaciones" (2012)

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12. Estudios llevados a cabo por Andrew Newberg y otros han mostrado que la práctica continua de la meditación produce importantes alteraciones en la circulación de la sangre en partes del cerebro relacionadas con la atención, la emoción y algunas funciones autónomas. "Alucinaciones" (2012)

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Oliver Sacks

Oliver Sacks
  • 9 de julio de 1933
  • Gran Londres, Inglaterra
  • 30 de agosto de 2015
  • Nueva York, Estados Unidos

Neurólogo, profesor, escritor y divulgador científico inglés, autor de "Despertares" (1973), "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" (1985), "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007) y "Alucinaciones" (2012).

Sobre Oliver Sacks

Oliver Sacks nace en una familia de médicos, siendo su padre el doctor Samuel Sacks y su madre Muriel Elsie Landau, una de las primeras mujeres cirujanas en Inglaterra.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Oliver Sacks se ve obligado a evacuar Londres junto a su hermano Michael para escapar de los bombardeos alemanes conocidos como "Blitz", permaneciendo en un internado hasta 1943.

De nuevo en Londres, Oliver Sacks asiste a la"St Paul's School" y luego al "Queen's College de Oxford", donde obtiene la licenciatura en fisiología y biología en 1954.

En 1960 viaja a Estados Unidos para especializarse en neurología en las universidades de San Francisco y Los Ángeles y tiempo después se establece en Nueva York, donde desarrollado toda su carrera como profesor y neurólogo.

En 1966 Oliver Sacks comienza a dar consultas en el Hospital Beth Abraham, luego trabaja como profesor clínico de neurología en la Escuela de Medicina Albert Einstein (1966-2007).

En 1973 publica "Despertares", un relato autobiográfico sobre sus esfuerzos por ayudar a las víctimas de encefalitis letárgica, adaptada al cine en 1990.

Tiempo después Oliver Sacks edita "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" (1985), "Un antropólogo en Marte" (1995) y "Musicofilia: relatos de música y el cerebro" (2007).

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