01. Los países fascistas siempre exhiben un gran orgullo por su bandera. Las banderas me ponen incómodo.
02. Su asombro, el horror que lo provocaba no habían desaparecido. Era tan fácil matar a un hombre... No podía salir de su estupor. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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03. Hay una ley de vida, cruel y exacta, que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, pagar más por seguir siendo el mismo.
04. No puedes imaginarte lo efectiva que es la Mentira. El hombre medio nunca se atreve a sospechar que los que están en el poder tienen sus mismos perversos instintos. La diferencia es que pueden realizarlos. Además, ningún hombre puede jurar que sea inocente. La verdad es que todos somos culpables... ¿Por qué crees que Hitler ha podido mantenerse tanto tiempo sin que nadie lo molestara? La mentalidad diplomática, en su limitación, no podía suponer que estuviera jugando el antiguo juego con nuevas variantes. Se necesita un observador externo, como tú o como yo, para darse cuenta de que él es el intérprete del hombre del siglo veinte. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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05. Una nación lucha bien en proporción directa a la cantidad de hombres y de equipamiento con que cuenta. Y la otra ecuación es que el soldado de ese ejército es tanto más eficaz cuanto más bajo ha sido su nivel de vida en el pasado. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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06. El liberalismo se basa en una visión optimista del hombre, y el siglo XX no ha confirmado precisamente esa noción.
07. El ejército sólo necesitaba carne de cañón: convertían en fusileros hasta a hombres como él, padres de familia con poca salud. Él podía hacer otras cosas, tenía una carrera y estaba familiarizado con el trabajo de oficina. Pero explícaselo al ejército. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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08. Hay una falsa concepción del hombre bastante difundida que lo presenta como un ser intermedio entre una bestia y un ángel. En realidad, el hombre está a medio camino entre la bestia y Dios. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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09. ¡Al diablo con todo! Si uno analiza las cosas hasta sus últimas consecuencias, siempre encuentra problemas. El truco está en hacerlas por sus pasos, ahora un pie, ahora el otro. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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10. No hay horizonte. No se levanta sobre las colinas que rodean la ciudad, ni asoma entre las rendijas de las viejas casuchas de los mineros, ni se eleva sobre la cima de los pozos de la mina. La tierra parda de las colinas de Montana se ha depositado en el valle. Se impone saber que todo pertenece a la Compañía. Hace mucho tiempo han tendido una carretera, han perforado los pozos, han construido las casas de madera de los mineros, han levantado las tiendas de la Compañía y hasta han edificado una iglesia. Desde entonces, la ciudad es un pozo sin fondo. Los salarios salen de las minas y terminan en los engranajes de la Compañía; con lo que uno gasta en el bar de la Compañía, en comer, vestirse y pagar el alquiler, no queda nada. Todos los horizontes desaparecen en el ascensor de la mina. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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11. Has visto demasiadas películas. Si tienes un fusil a mano y matas a un hombre indefenso, entonces eres un miserable, un canalla. Hasta tú puedes ver que la idea es completamente ridícula. El hecho es que si tú tienes un fusil y el otro hombre no lo tiene, no se trata de un accidente. Es la consecuencia de todo lo que has conseguido, es evidente que si..., que si eres lo bastante espabilado, tienes un fusil cuando lo necesitas. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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12. Y siempre eran jóvenes aviadores y oficiales, muchachas bonitas con abrigos de piel, uno o dos empleados de un ministerio, la muchacha con la que uno podía hacérselo pues, ya se sabe, por alguna misteriosa razón las mujeres de las clases sociales modestas copulan como conejas en celo. Y todos sabían que iban a morir pronto, y adoptaban la pose británica, profundamente reservada y esencialmente falsa. Esa actitud provenía de libros que nunca habían leído y de películas que no debían haber visto. La alimentaban las lágrimas de las madres y la conciencia aterradora, que no se acababan de creer, de que muchos de ellos habrían de morir en ultramar. Los orígenes de esa actitud eran espurios: nunca podían vincular la poesía de sus muertes inminentes con el proceso mecánico y banal de conducir un avión, aterrizar y vivir en los insulsos y rutinarios campamentos que rodean los aeródromos. Sin embargo, habían descubierto un talismán. Su muerte era inminente y la magia del talismán obraba hasta el punto de que uno caía bajo su fascinación cuando estaban reunidos. Y se dedicaban a actos mágicos, como echarse whisky en el pelo, incendiar colchones y lanzar al aire sombreros de prominentes hombres de negocios. De todas las reuniones, éstas eran las mejores, pero él había empezado a asistir a ellas demasiado tarde. "Los desnudos y los muertos" (1948)
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