01. Los problemas pasan a ser enemigos que afrontar.
02. Actualmente ni siquiera sé si realmente soy.
03. Dudo de mi propia existencia.
04. Sentí que esta era mi forma natural de descansar.
05. Porque con los árboles siempre hay un diálogo posible...
06. Creo que están apareciendo los efectos del antidepresivo, al menos los efectos secundarios...
07. Debo avanzar muy lentamente porque el piso se hunde, no como pantano sino como carne.
08. No he devenido escritor por vocación, sino por complejas razones socio-político-económico-psíquicas.
09. El vértigo había desaparecido. Sentí una embriaguez especial, una sensación no malsana de poder, y de dicha. Subía hasta alturas increíbles y luego me dejaba caer, planeando suavemente, con las alas extendidas y aunque cerrara los ojos no corría riesgo de estrellarme, y me dejaba guiar en mi vuelo por impulsos arbitrarios y extraños, y sentía, que de algún modo, estaba trazando en el cielo un dibujo coherente y estético.
10. No pude digerir a Ellroy. Me produjo un intenso malestar físico, estomacal, y además psíquico, durante varios días. Juré no volver a leerlo. Es una lástima porque Ellroy escribe muy bien y es muy talentoso; lástima que sea un auténtico psicópata, y que aproveche su talento para contagiar su horrible enfermedad. Consumir una novela suya es como tragarse un balde lleno de mierda.
11. En última instancia, cuando estoy en uno de esos prolongados períodos en que prefiero leer novelas policiales a cualquier tipo de libro, mi razonamiento es: mejor tener algo no muy bueno para leer, que no tener nada. Las adicciones actúan así, y uno puede llegar a sufrir grandes humillaciones por necesidad de droga. Ya sé que un día voy a terminar leyendo a Agatha Christie.
12. Mi relación con la literatura es lo que puedo, apenas, permitirme; lo que, en realidad, los demás me han �hasta cierto punto- permitido. Para decirlo con palabras más duras y más exactas, escribir es más barato y menos peligroso, o más cómodo para mí. Soy perezoso y cobarde, además de pobre; debo, pues, resignarme a escribir, y, todavía, dar gracias por ello.