01. Te quiero. Te quiero por tu bravura y tu tenacidad, y tu brío y tu implacable dureza. ¿Cuánto te quiero? Tanto que, hace un momento, hubiera ultrajado la hospitalidad de la casa que nos ha acogido a mi familia y a mí, hubiera olvidado la esposa más buena que jamás pueda tener un hombre... "Lo que el viento se llevó" (1936)
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02. ¿Cómo puede ser cobarde el hombre que saltó sobre un cañón en Gettysburg para animar a sus soldados? (...) Eso no es valentía -dijo él con fatiga-. El combate es algo como el champaña. Se sube a la cabeza de los cobardes tan rápidamente como a la de los héroes. Cualquier imbécil puede ser valiente en el campo de batalla, cuando ha de serlo o morir. "Lo que el viento se llevó" (1936)
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03. -Estoy seguro de que sí. Ha estado usted bebiendo de lo lindo. - ¿Y qué, si he estado bebiendo? Eso no es cosa suya. - ¡Sigue usted siendo la cortesía personificada, incluso en este trance! ¡Por Dios! Scarlett, no beba usted a escondidas. La gente siempre lo nota, y así se arruina la reputación de una persona. Y, además, es mala cosa el beber a solas. ¿Qué es lo que le pasa, encanto? "Lo que el viento se llevó" (1936)
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04. Se preguntó, una vez más, cómo se las habría arreglado su áspero y estridente padre para casarse con una mujer como su madre, pues no hubo nunca dos personas tan opuestas en nacimiento, educación, costumbres y opiniones. "Lo que el viento se llevó" (1936)
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05. La vida (...) no era fácil ni feliz; pero ella no había esperado que fuese fácil, y, en cuanto a la felicidad, era aquél su destino de mujer. El mundo pertenecía a los hombres, y ella lo aceptaba así. El hombre era el dueño de la prosperidad, y la mujer la dirigía. El hombre se llevaba el mérito de la gerencia y la mujer encomiaba su talento. El hombre mugía como un toro cuando se clavaba una astilla en un dedo y la mujer sofocaba sus gemidos en el parto por temor a molestarle. Los hombres eran ásperos al hablar y se emborrachaban con frecuencia. Las mujeres ignoraban las brusquedades de expresión y metían en la cama a los borrachos, sin decir palabras agrias. Los hombres eran rudos y francos, y las mujeres, siempre buenas, afables e inclinadas al perdón. "Lo que el viento se llevó" (1936)
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06. Me importa mucho haber perdido todo lo que había de bello en la vida de antes, para mí tan grata. Scarlett, antes de la guerra, la vida era hermosa. Poseía una brillantez, una perfección, una simetría, comparables a las del arte griego. Acaso no fuese así para todos. Ahora lo comprendo. Pero, para mí, viviendo en Doce Robles, existía verdadero encanto en la vida. Yo pertenecía a esa vida. Formaba parte de ella. Y ahora ha desaparecido, y me hallo fuera de lugar en la nueva vida, y tengo miedo. Ahora sé que, en otros tiempos, lo que yo veía no era más que un desfile de sombras. Yo eludía todo lo que no eran sombras, las gentes y las situaciones que eran demasiado reales, demasiado vitales. Me irritaba su presencia. También me esforzaba por eludirte a ti, Scarlett. Tú estabas demasiado pletórica de vida, eras demasiado real, y yo era lo bastante cobarde para preferir sombras y sueños. "Lo que el viento se llevó" (1936)
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07. Los buenos tiempos habían pasado, pero estas gentes continuarían como si existiese aún el pasado, se mostrarían encantadores y sosegados, resueltos a no precipitarse y arremolinarse para recoger las monedas del suelo, como hacían los yanquis, determinados a no alterar su prístino modo de ser y de vivir. "Lo que el viento se llevó" (1936)
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