01. Todos los hombres tienen sus horas de niños, y ¡hay del que no las tiene!
02. ¡Qué pena morir, cuando me queda tanto por leer!
03. Si en sus obras hay luz, paz y hermosura, es porque emanan de otra luz más pura.
04. Esta pasión que vencedora rige mi fe, mi corazón y mi albedrío, ni darán tus sonrisas paz al alma, hasta que en ti sus claros ojos fije la eterna luz del pensamiento mío.
05. De todos los malos epítetos que pueden darse a la Luna, quizá no haya otro más infeliz, que éste de redonda.
06. ¡Ojalá cada sol que te amanezca aún más hermosa y más feliz te mire!
07. España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio, esa es nuestra grandeza y nuestra unidad... No tenemos otra.
08. Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión de ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentará más y más la lobreguez de la noche.
09. La fe hace portentos y salva a las naciones como a los individuos.
10. Ése es mi amor; el inmortal deseo que antes erraba sin hallar reposo...
11. Yo no soy ni he sido nunca escolástico en cuanto al método: me eduqué en una escuela muy distinta; recibí, siendo niño todavía, la influencia de la filosofía escocesa, y por ella e indirectamente algo de Kantismo, no en cuanto a las soluciones, pero sí en cuanto al procedimiento analítico. A mi maestro Lloréns le debí no una doctrina, sino una dirección crítica, dentro de la cual he vivido siempre, sin menoscabo de la fe religiosa, puesto que se trata de cuestiones lícitas y opinables.
12. Y si tú me recuerdas alguna vez en solitarias horas, no será por los triunfos y laureles que siembre a fortuna en mi camino, sino por la recóndita armonía que vibró de tus ojos en mi mente, y arrancó, reflejada en mis cantares, tal vez una sonrisa de tus labios.