01. Nada es tan desconsolador, para un libro, como morir virgen. A mí, casi me sucedió.
02. Tú que recorres el mundo en busca de grandes maravillas, ven aquí, donde encontrarás caras horribles, elefantes, osos y dragones.
03. Una de mis grandes características ha sido quizá la inconsciencia; gracias a eso todavía ahora miro hacia delante como si me faltaran treinta o cuarenta años de existencia.
04. (...) Aun falsas y producto de mi idealismo, me apasionan las imágenes que inconscientemente fragüé, y nada me haría renunciar a ellas, porque sin ellas me sentiría despojado y hueco.
05. El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo.
06. La envidia -proclamó el cocodrilo- resulta, si bien se mira, una virtud, y perdónenme Sus Excelencias. Merced a la envidia se han realizado obras muy importantes. Es deuda cercana de la emulación, de la competencia y, consecuentemente, del progreso. La ciencia y el arte cuentan con su eficaz apoyo.
07. Cuanto la configura -la cara, el cuello, el vientre, las nalgas, las piernas, los brazos- ha sido objeto de operaciones delicadas y costosas, tan sutiles que se requieren la experiencia y el buen ojo de un especialista, para detectar las ocultas puntadas que dan firmeza y armazón al artificio, al singular muñeco, recompuesto, ajustado, pintado y teñido.
08. Siempre he sido un hombre optimista. He creído, sigo creyendo, que todo iría a terminar bien. Buenos Aires...Ahora, cuando volví en abril, he visto la ciudad desde el puerto...El carguero iba entrando lentamente a la dársena y, ¿Sabes? , todo me pareció una maravilla. Era una mañana de sol, las casas, los rascacielos relumbraban detrás del Sheraton. Me sentí feliz de volver, de estar aquí de nuevo...
09. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo.
10. Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Aires ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo; la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales.
11. Yo no he tenido nunca seguridad como escritor. ¿Qué escritor la tiene? Yo no marqué ningún camino, pero lo que sí es cierto es que he podido ver cómo los libros míos se dividen en distintos períodos: el período porteño; luego, los libros de reconstrucción histórica; después los libros en que despego de la historia; por fin, el retorno a los tiempos primeros. Esas distintas etapas se conjugan en cierto modo y sin duda crean una unidad: son como peldaños.
12. La ciudad se nos escapa de entre las manos; se nos va hacia arriba y hacia la pampa. Por eso es menos nuestra. Quienes la habitaron antes de que diera el gran salto hacia las nubes y hacia el suburbio debieron quererla como a un animal doméstico, al cual se podía acariciar sin que huyera, espantadizo. En el siglo pasado, Buenos Aires era un perrazo enorme, echado junto al río sobre la playa de toscas. Sus moradores la poseían totalmente, cada uno de ellos.