01. Libertad de prensa: uno puede leer lo que se publica.
02. El que no escriba la historia universal como historia criminal, se hace cómplice de ella.
03. En las cabezas huecas se puede tocar bien el tambor. Y cuanto más hueca la cabeza, mayor el eco.
04. (...) Porque todas las religiones viven, en parte, del hecho que algunos de sus creyentes son mejores que ellas.
05. Admiro muchas cosas entre el cielo y la tierra, mas no hay nada que menos admire que el milagro de las religiones.
06. Mi escepticismo me salvaguarda de volverme un fanático, algo contra lo que ninguna fe ha conseguido nunca proteger.
07. Los crímenes pequeños son objeto de persecuciones por parte de perros y policías. Los grandes son objeto de reverencia por parte de los historiadores.
08. Mi madre solía decir que yo era un soñador obstinado. Me hice mayor y tuve algunos sueños, entre ellos el sueño del progreso, de un mundo mejor. Ahora casi sólo hay un progreso con el que sueño: que los políticos y los curas no nos den miedo, sino risa.
09. La fe vive del creyente y no a la inversa, por mucho que al creyente le guste creerlo así. De que eso sea así se encargan los pocos que realmente viven de la fe: más, desde luego, de la fe de los otros que de la propia, aunque esto sea algo en lo que justamente el creyente no cree.
10. (...) Y lo que más me habría gustado es, no luchar contra algo (algo tan necesario como combatir el cristianismo) sino a favor de algo: la liberación de los animales. Pues lo que les llevamos haciendo desde hace miles de años, a unos seres tan sensibles como nosotros, que se alegran y sufren como nosotros: permitirles que nazcan sólo para poder sacrificarlos y comerlos, eso es el mayor crimen de la historia de la humanidad, algo horrendo.
11. Pero ¿Qué diré de mi propia objetividad? ¿Acaso no soy parcial también? ¿No hablo desde mis propios prejuicios? ¡Naturalmente! Como cualquier hijo de vecino. Porque todos somos subjetivos, todos estamos condicionados por múltiples influencias, individuales y sociales, por nuestro origen, nuestra educación, nuestro ambiente social, nuestra época, las experiencias de nuestra vida, los intereses que nos llevan a explorar estas o aquellas áreas del conocimiento, por nuestra religión o irreligión; en fin, por una multiplicidad de influjos variados y toda una red de vínculos determinantes. Si todos estamos condicionados, lo mismo cabe decir del historiador.