Frases de Julian Barnes - Página 4

01. Para algunas personas, las diferencias de tiempo establecidas en la juventud nunca desaparecen realmente: el mayor sigue siendo mayor, incluso cuando los dos peinan canas. Un lapso de, pongamos, cinco meses significa para algunos que uno siempre se empecinará en considerarse más juicioso y más informado que el otro, por muchas pruebas que haya de lo contrario. "El sentido de un final" (2011)

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02. La mayoría transfiere el miedo a la muerte al temor a envejecer. A mí no me importa hacerme viejo siempre que no muera al final del proceso. La vejez es otro de los miedos de la sociedad moderna. Se ha alargado la esperanza de vida, pero las enfermedades geriátricas son aterradoras: la noción de perder la capacidad mental, de tener un final tremendamente indigno, de que te mantengan vivo cuando deseas morir.

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03. Pero el tiempo..., el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo..., que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasiosas. "El sentido de un final" (2011)

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04. El tema de la responsabilidad me inquieta: pasamos por la vida de una persona a otra, de una cosa a otra y de un acontecimiento a otro, creyendo construir una vida coherente, acumulando material como una barrera de coral; Pero a veces ocurre algo que hace que nos replanteemos las cosas y eso nos hace ver que no acabamos de entender nuestros actos y, en consecuencia, acabamos por no asumir ni entender nuestras responsabilidades.

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05. Las confiadas vírgenes obligadas a contraer matrimonio nunca encontraron que la naturaleza tuviera todas las respuestas cuando apagaban la luz. A las confiadas vírgenes se les decía que el amor era la tierra prometida, un arca de en la que dos pueden escapar del diluvio. Puede que sea un arca, pero un arca en la que abunda la antropofagia, un arca capitaneada por un viejo loco que te pega en la cabeza con su vara de madera resinosa y puede tirarte por la borda en cualquier momento. "Una historia del mundo en 10 capítulos y medio" (1989)

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06. La mente era una emanación del cerebro, al igual que la bilis era una secreción del hígado: algo de una índole puramente física. El alma, por el contrario, en la medida en que cabía admitir tal término, era el producto total de todos los mecanismos hereditarios y personales de la mente. Pero también reconocía que el conocimiento nunca se detenía, y que las certezas de hoy podían convertirse en las supersticiones de mañana. Por lo tanto, nunca cesaba el deber intelectual de seguir examinando. "Arthur & George" (2005)

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07. El argumento materialista ataca al amor, naturalmente; lo ataca todo. El amor se reduce a feromonas, dice. Ese brincar del corazón, esa claridad de visión, esa energía, esa certidumbre moral, esa exaltación, esa virtud cívica, ese te amo susurrado, todo está causado por un olor procedente de los bajos que despide un miembro de la pareja y el otro huele inconscientemente. No somos más que una versión distinguida de ese escarabajo que da cabezazos contra la caja al oír los golpecitos de un lápiz. ¿Creemos eso? Bueno, creámoslo por el momento, porque hace que el triunfo del amor sea mayor. "Una historia del mundo en 10 capítulos y medio" (1989)

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08. Creo, desde luego, que de un modo u otro todos sufrimos abusos. ¿Cómo no sufrirlos, salvo en un mundo de padres, hermanos, vecinos y compañeros perfectos? Y luego está la cuestión, de la que tanto depende, de cómo reaccionamos ante ellos: si los confesamos o los reprimimos, y la forma en que esto afecta a nuestra relación con el prójimo. Algunos reconocen los abusos y tratan de mitigarlos; otros se pasan la vida intentando ayudar a otros que los han sufrido; y hay otros cuya preocupación principal es evitar a toda costa que vuelvan a abusar de ellos. Y estos últimos son los despiadados, y de los que hay que cuidarse. "El sentido de un final" (2011)

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09. Vivimos en el tiempo -nos contiene y nos moldea-, pero nunca he creído comprenderlo muy bien. Y no me refiero a las teorías sobre cómo se desvía y se desdobla, o a que pueda existir en otro lugar en versiones paralelas. No, me refiero al tiempo ordinario, cotidiano, que los relojes de pared y de pulsera nos aseguran que transcurre regularmente: tictac, clic-cloc. ¿Hay algo más verosímil que una segunda aguja? Y, sin embargo, el placer o el dolor más nimio basta para enseñarnos la maleabilidad del tiempo. Algunas emociones lo aceleran, otras lo enlentecen; de vez en cuando parece que no fluye, hasta el punto final en que desaparece de verdad y nunca vuelve. "El sentido de un final" (2011)

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10. Todos los novelistas saben que su arte procede de forma indirecta. Cuando se siente tentado por el didactismo, el escritor debiera imaginar a un impecable capitán de barco estudiando la tormenta que se avecina, yendo y viniendo de un instrumento a otro en una rueda catalina de cordones dorados, arrojando órdenes resueltas por el tubo acústico. Pero no hay nadie bajo las cubiertas; la sala de máquinas nunca llegó a instalarse y el timón se rompió hace siglos. Puede que el capitán haga una buena representación, que convenza no sólo a él mismo sino incluso a algunos pasajeros; pero que su mundo flotante llegue a buen puerto no depende de él mismo sino de los locos vientos y las malhumoradas mareas, de los icebergs y de los inesperados arrecifes. "Una historia del mundo en 10 capítulos y medio" (1989)

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11. Además, cuando eres joven piensas que puedes predecir los sufrimientos y la desolación que es probable que te depare la edad. Te imaginas solo, divorciado, viudo; los hijos se alejan de ti, los amigos se mueren. Te imaginas la pérdida de tu posición, la pérdida del deseo... Y la capacidad de suscitarlo. Puedes ir más allá y pensar en la muerte que se avecina y que, a pesar de la compañía que puedas procurarte, hay que afrontarla siempre solo. Pero esto es adelantarse. Lo que no haces es anticiparte y luego imaginarte mirando atrás desde un punto futuro. Aprendiendo las nuevas emociones que el tiempo trae. Descubriendo, por ejemplo, que a medida que los testigos de tu vida disminuyen, hay menos corroboración y, por consiguiente, menos certeza de lo que eres o has sido. Aunque frecuentemente hayas consignado cosas -en palabras, sonidos, imágenes-, tal vez descubras que te has dedicado a tomar nota de las cosas que no valía la pena anotar. ¿Cómo era la frase que Adrián solía citar? : "La historia es la certeza obtenida en el punto en que las imperfecciones de la memoria topan con las deficiencias de documentación". "El sentido de un final" (2011)

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12. Hay un tiempo objetivo, pero también uno subjetivo como el que llevas en la cara interior de la muñeca, al lado de donde está el pulso. Y este tiempo personal, que es el auténtico, se mide en relación con la memoria. "El sentido de un final" (2011)

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Autores relacionados

Gustave Flaubert Ian Mcewan Kazuo Ishiguro Paul Auster

Julian Barnes

Julian Barnes
  • 19 de enero de 1946
  • Leicester, Leicestershire, Inglaterra

Escritor, novelista, ensayista, editor y crítico inglés, autor de "El loro de Flaubert" (1984), "Hablando del asunto" (1991), "Inglaterra, Inglaterra" (1998), "Nada que temer" (2008) y "El sentido de un final" (2011).

Sobre Julian Barnes

Julian Barnes nace en Leicester, de padres profesores de francés, y seis meses después la familia se traslada a los suburbios de Londres.

Entre 1957 y 1964 estudia en la "Escuela Ciudad de Londres" y luego en el Colegio Magdalen (Oxford), donde estudia Lenguas Modernas.

Tiempo después Julian Barnes trabaja como lexicógrafo para el "Diccionario Inglés de Oxford" y posteriormente se desempeña como editor literario y crítico cinematográfico, al tiempo que escritor.

Entre sus libros destacan "El loro de Flaubert" (1984), "Arthur & George" (2005), "Nada que temer" (2008), "El sentido de un final" (2011) y "El ruido del tiempo" (2016).

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