01. Pero el sol de diciembre era engañoso. No calentaba en absoluto. Ni las manos ni la cara ni el corazón. El frío glacial se agarraba a las tripas, cortaba el aliento. El alma se resentía, quedaba dolorida.
02. Lo que más pesa en tu vida son algunos seres que has conocido. Los libros, la música, es distinto. Por enriquecedores que sean, no son nunca más que medios de llegar a los seres.
03. Sin un mínimo de presión física no se obtiene nunca nada. Algunas hostias bien dadas, en el momento oportuno, hacen ganar semanas en el conocimiento de las tramas subversivas.
04. Yo viviría con su nombre, el moriría con el mío. En resumidas cuentas, él me iba a dar su muerte para que yo pudiese seguir viviendo. Intercambiaríamos nuestros nombres, lo cual no es poco. Con mi nombre él se convertirá en humo; con el suyo yo sobreviviré, si es posible.
05. Se ahogaba; forcejeó, recordó, en un relámpago cegador la bañera de la Gestapo, se esforzó por permanecer tranquilo, inerte, como entonces, pensó, en el fuego de su memoria, que en aquella ocasión lo hacía para sobrevivir, para conservar sus fuerzas, mientras que hoy lo hacía para morir...Supo que se ahogaba en el río de Patinir...
06. La guerra, nuestra guerra: su juventud. Todos habían luchado en aquella contienda dieciocho años antes. Pero no todos en el mismo bando. Ahora bien, ni los unos ni los otros parecían tan convencidos hoy de sus razones, o de sus ideales sinrazones, como sin duda lo estuvieron en 1936: lo bastante convencidos, antaño, como para haberse jugado la vida.
07. El campo es hermoso, alrededor, pero está vacío, es una sucesión de campos verdes y fértiles, donde no se ve a nadie trabajando, donde no aparece ninguna figura humana. Quizá no es el momento de trabajar la tierra, no sé, yo soy un hombre de ciudad. O será que el campo es siempre así, al día siguiente de la invasión.
08. (...) Pero esta muerte, en realidad, estamos aceptándola para nosotros mismos, si llegara el caso, la estamos escogiendo para nosotros mismos. Estamos muriendo la muerte de este compañero, y por tanto la negamos, la anulamos, hacemos de la muerte de este compañero el sentido mismo de nuestra vida. Un proyecto de vivir perfectamente válido, el único válido en este preciso momento. Pero los de las SS son unos pobres diablos y nunca entienden estas cosas.
09. La mayoría de estos muertos, las decenas de millares de muertos políticos, resistentes de todos los países de Europa, guerrilleros de todos los bosques y todas las montañas, no murieron víctimas de palizas, ejecuciones sumarias o torturas; la mayoría murieron de extenuación, de la imposibilidad súbita de superar una creciente fatiga de vivir, muertos de abatimiento, a causa de la lenta destrucción de todas sus reservas de energía y de esperanza.
10. En todas mis novelas –me refiero a las novelas de verdad, las que relatan las verosímiles mentiras de una ficción– siempre hay alguna referencia a un cuadro: la Vista de Delft de Vermeer en La segunda muerte de Ramón Mercader; este cuadro de Patinir que nos ocupa hoy en La montaña blanca....En suma, siempre hay una referencia explícita a algún cuadro, por razones muy personales. Es, primero, una clave cultural que me interesa utilizar. Es, en segundo lugar, un homenaje a la pintura. A los pintores. No hay cosa más instructiva, más emocionante, que ver trabajar a un pintor...
11. Sin duda, y te pido perdón de antemano, a veces olvidaré. No podré vivir siempre en esta memoria: sabes muy bien que es una memoria mortífera. Pero volveré a este recuerdo como se vuelve a la vida. Paradójicamente, al menos a primera vista, a simple vista, volveré a este recuerdo de un modo deliberado en los momentos en que tenga que afirmarme, replantearme el mundo y a mí mismo dentro del mundo, volver a empezar, renovar las ganas de vivir agotadas por la opaca insignificancia de la vida. Volveré a este recuerdo de la casa de los muertos, para volver a encontrarle gusto a la vida.
12. Intento pensar que se trata de un instante único, que tenazmente hemos sobrevivido para este instante único en el que podríamos mirar el campo desde fuera. Pero no lo consigo. No consigo captar lo que hay de único en este instante único. Me digo a mi mismo: "Mira, es un instante único, montones de compañeros que han muerto soñaban con este instante en el que podríamos mirar el campo desde fuera, como ahora, cuando ya no estuviéramos dentro sino fuera", me digo todo esto, pero no me apasiona. Probablemente no tendré dotes para captar los instantes únicos en su pura transparencia, en sí mismos. Veo el campo, oigo el susurro silencioso de la primavera, y todo esto me da ganas de reír, de echar a correr por los senderos hacia la espesura de los bosques de un verde frágil, como siempre me ocurre en el campo en primavera.