01. El grito que no apunta al hacer, el que se vuelve sobre sí mismo, que permanece como grito eterno de desesperación o, lo que es mucho más común, como un gruñido cínico sin fin, es un grito que se traiciona a sí mismo: pierde su fuerza negativa e ingresa en una espiral sin fin de autoafirmación como grito. El cinismo (odio al mundo, pero no hay nada que se pueda hacer) es el grito que se ha vuelto amargo, el grito que suprime su autonegación.
02. Dignidad y capital son incompatibles. Mientras más avanza el caminar de la dignidad, más huye el capital. Cuando se levantan los indígenas, el capital huye. Cuando los obreros ocupan las fábricas, el capital huye. Cuando los estudiantes se rebelan contra la reestructuración de la educación, el capital huye. Cuando parece que un gobierno de izquierda podría introducir medidas que afecten las ganancias, el capital huye (y el gobierno cambia de opinión).
03. El poder del concepto está en que se refiere a un horror insostenible: la auto-negación del hacer. La separación del hacedor respecto de lo hecho es inevitablemente la separación del mismo hacedor. La producción de un objeto extraño es inevitablemente un proceso de auto-extrañamiento. La ruptura del hacedor respecto de lo hecho es la negación del poder-hacer del hacedor. El hacedor se transforma en víctima...La alienación es la producción de seres humanos que están dañados, mutilados, privados de su humanidad.
04. ¿Qué es lo que ha logrado la lucha por el poder en los últimos cien años? La opresión miserable de la Unión Soviética, la corrupción de los gobiernos socialdemócratas, los millones de cadáveres de los movimientos de liberación nacional. ¿Qué más? La amargura y la desilusión en todo el mundo. Por eso, en todas partes y con los zapatistas como inspiración, la gente está buscando ahora formas de lucha que evitan a propósito las "imprescindibles mediaciones políticas", formas de lucha que son orientadas no a la toma del poder sino a la disolución del poder.
+ Frases de Lucha por el poder
05. La existencia de la política capitalista es una invitación para hacer nuestra lucha simétrica a la lucha del capital. Esto es realista, nos dicen: el poder capitalista se organiza de esta forma y para vencerlo tenemos que adoptar sus métodos. Pero una vez que aceptamos la invitación, hemos perdido la lucha antes de empezar. Las formas capitalistas no son neutrales. Son formas fetichizadas y fetichizantes: formas que niegan nuestro hacer, formas que tratan a las relaciones sociales como cosas, formas que imponen estructuras jerárquicas, formas que hacen imposible expresar nuestro simple rechazo, nuestro NO al capitalismo.
06. La lucha en contra del capital es una lucha en contra del proceso de separación que es el capital: el proceso de separar lo hecho del hacer, la riqueza que creamos de nosotros, la subjetividad y la dignidad de nosotros. La lucha por la dignidad es la lucha en contra de la separación, la lucha para (re)unir lo que separa el capital, la lucha por otra forma de hacer, otra forma de relacionarnos el uno con el otro, como sujetos activos, como hacedores. La lucha por la dignidad es la lucha para emancipar el hacer del ser, la lucha para hacer explícito el flujo social del hacer. La lucha por la dignidad es la lucha para crear una sociedad basada en el reconocimiento de la dignidad, en lugar de una basada en la negación de la dignidad.
07. Nunca fue tan obvio que el capitalismo es un desastre y que no es disparatado pensar que de seguir así esto podría fácilmente llevarnos a la aniquilación humana. Por otro lado, me parece que los intentos de cambiar la sociedad a través del Estado o de la toma del poder estatal han fracasado, tanto en sus formas revolucionarias como en sus formas reformistas. Entonces, creo que la única opción que tenemos es replantear el cambio social radical de otra manera: a través de una forma que no vincule la revolución con la toma del aparato estatal, sino que plantee, precisamente, cómo cambiar el mundo sin tomar el poder. Y esto implica replantear el significado del poder, el significado del pensamiento revolucionario y de la tradición marxista.
08. En cada momento, el Estado se ofrece como respuesta a nuestras preguntas. El Estado dice: "Véngan a mí, organícense a través de mí, yo no soy el capital. Yo puedo dar la base para otra organización de la socializad". Pero es una mentira, un truco. El Estado sí es el capital, una forma del capital. El Estado es una forma de relaciones sociales específicamente capitalista. Ese Estado está tan fuertemente integrado a la red global de relaciones capitalistas que no hay forma de construir una socialidad anticapitalista a través del Estado, sea cual sea el partido que ocupe el gobierno. El Estado nos impone las relaciones jerárquicas que no queremos; el Estado nos dice que tenemos que ser realistas y aceptar la lógica capitalista y los cálculos del poder, cuando sabemos muy bien que no queremos esta lógica y estos cálculos. El Estado dice que resolverá nuestros problemas, ya que nosotros no lo podemos hacer, nos reduce a víctimas, niega nuestra subjetividad. El Estado es una forma de reconciliar nuestras luchas con la dominación del capital, pero no se dejan reconciliar. El camino estatal no es el camino de la dignidad
09. Un aspecto del proceso de reorganización social mundial ha sido, sin dudas, la destrucción de las viejas identidades, las viejas certezas, las viejas formas de lucha. Esta destrucción tomó muchas formas. Es el petrolero que de repente ya no es petrolero. Es el profesor universitario que de repente descubre que su trabajo es juntar papelitos. Es el niño o la niña que descubren que la niñez ya no es la misma, que ahora es más trabajo y miseria que juguetes y helados. Es el hombre desempleado que piensa que es menos "hombre". (...) Globalización, flexibilización del trabajo, desempleo: todas las características del neoliberalismo son aspectos de la destrucción de un mundo que tenía o parecía tener ciertas reglas del juego, ciertos parámetros seguros, ciertas identidades. Por cierto, estas reglas del juego no eran el paraíso: eran aspectos de un modo de dominación, eran los parámetros de la opresión capitalista de la posguerra, los parámetros y luego los límites de la acumulación del capital. Eran expresiones de cierto equilibrio social, un equilibrio entre la subordinación y la insubordinación, un equilibrio que definía a ambas.