01. Todos los entrenadores hablan sobre movimiento, sobre correr mucho. Yo digo que no es necesario correr tanto. El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
02. ¡Cuántos niños no han utilizado las carteras, las mochilas, los abrigos o unas simples piedras para marcar la portería! Este detalle, y tantos otros parecidos, nos demuestran que no siempre es necesario tener todos los elementos y que las carencias se suplen con imaginación e ilusión.
03. Si el rival tiene dos delanteros buenísimos, uno de sobresaliente y otro de notable, lo normal sería emparejar a nuestro mejor marcador con el sobresaliente y mi defensa notable con el delantero notable. Pues no. Nosotros no lo hacemos así. El bueno nuestro marca al menos bueno de ellos. Un problema menos.
04. Una de las cosas que observé siendo niño es que quienes más disfrutaban enseñándote algo eran los que mejor dominaban el balón. En cambio, los que sólo era capaces de entrarle al rival, plantarse en medio del campo y hacer obstrucción o pegar patadas no tenían nada que enseñar (aunque, me temo, mucho que aprender).
05. (...) Lamentablemente, el deporte está minusvalorado. Mucha gente dice: "si tengo tiempo" voy a hacer deporte. Pero practicarlo es muy importante: educa el cuerpo, juega un papel fundamental de prevención en nuestra salud y además, provoca que mejoraremos en muchas cosas: nos enseña a ganar, a perder, a trabajar... y todo, en equipo.
06. ¿Que tú eres joven y él es mayor? Él cobra más que tú. ¿Que tú juegas más que él? Con premios y primas puedes ganar más que él, pero el sueldo, la ficha, debe respetar el criterio de la edad. Los premios y la tabla de primas sirven para compensar las posibles desigualdades, aplicando siempre el criterio más justo que puede existir en un colectivo: el rendimiento.
07. ¿Jugar para ganar o para disfrutar? Se trata de un debate falso. Hay algunos equipos que siempre tienen que luchar para ganar y, al final de la competición, tienen que estar allí, en el grupo de cabeza. Eso es lógico y, además, se lo imponen su prestigio, su historia o los medios de que disponen. Pero, para mí, intentar ganar siempre está relacionado con pasarlo bien.
08. Si un desplazamiento de balón requiere determinada velocidad y cierta precisión, debes tener la capacidad de realizarlo sin fallos y en el momento justo. En el fondo, ejecutar bien consiste en realizar todos los movimientos de un partido adecuadamente. El ritmo del balón, el control, cómo lo pases, la posición, los centros... Son factores decisivos que hay que manejar con la técnica suficiente para que su ejecución sea un éxito.
09. Siendo todavía niño, desarrollé en los entrenamientos la técnica para poder explotar mi juego y superar cierta inferioridad física respecto a jugadores más corpulentos, sí, pero también más lentos. Lo cual no quiere decir que entrenara más, sino que aprovechaba mejor los entrenamientos. Siempre he pensado que cada desventaja tiene sus ventajas. Si soy pequeño, tengo que ser más espabilado. Si no soy fuerte, tengo que ser más listo; no me queda otro remedio.
10. A un jugador no hay que valorarlo por su edad sino por su calidad. Si un jugador de doce años ya demuestra que es demasiado para su categoría, que está técnicamente muy por encima de sus compañeros, hay que subirlo para que compita con los mayores y pueda mejorar como jugador. Porque eso le obligará a esforzarse más, a no conformarse con lo que ya sabe hacer y, al mismo tiempo, le servirá de estímulo. En definitiva, lo estás obligando a continuar aprendiendo.
11. (...) Pero volvamos a la enseñanza del fútbol. Cuando yo empezaba, los más pequeños podíamos aprender porque siempre había algún jugador mayor que nosotros que se quedaba para enseñarnos sus trucos, corregirnos algunos errores y compartir alguno de sus secretos con nosotros. Siempre he pensado que el mejor método para enseñar a un niño a jugar al fútbol no es prohibir sino guiar. No se trata tanto de impedirle hacer lo que le guste como de completar su información o mejorar su calidad.
12. El capitán, por ejemplo, tiene que ser un tío que piense en el bien del vestuario, que defienda lo que tenga que defender según dicte el sentido común y el interés colectivo; y que también ataque lo que haya que atacar por el mismo motivo. Y si se da el caso de que el entrenador se equivoca, pueda decírselo de un modo correcto y argumentado. Pero, si se toma una decisión, el capitán debe ser el primero en preocuparse por que se cumpla lo pactado y todos los jugadores acaten las decisiones.