01. Envidié esa actitud de Simon de tomar las cosas tal y como venían. Tenía la fuerza suficiente para encajar los acontecimientos por el lado bueno, y la libertad de espíritu para disfrutarlos sin andar rumiando dudas y preocupaciones. Era más fácil verle riendo que enfadado, burlándose de sus propias desgracias tanto como de las de los demás. (...) Era un buen amigo: fiable, sincero, siempre dispuesto a ver la vida como algo divertido. Tenía el pelo rubio, ojos muy azules y risueños, y ese toque de locura que hace tan especiales a tan pocas personas..
02. Las palabras se deshicieron en medio de la nieve y el viento, dirigidas a nadie en particular, con el furor estremecido de la amargura y el agravio. Palabras estúpidas, tan exentas de significado como el viento vacío y sibilante que me rodeaba. La cólera crecía en mí. Me reconfortaba, me agitaba, expulsando el frío en una diatriba de obscenidades y lágrimas de frustración.
03. Cuando de nuevo miró al frente y vino hacia mí descubrí la tensión en su rostro. El día no había sido agradable ni divertido, y cuando llegó a mi lado el miedo fue contagioso. Nuestra alarma se expresó en parloteos de voces trémulas, rápidas cascadas de maldiciones y frases repetidas una y otra vez hasta que nos calmamos.
04. En aquel momento, acuclillado junto al hoyo del que acababa de salir, y tratando de recobrar el aliento, miré hacia atrás y quedé atónito al darme cuenta que, a través de la arista, podía ver el bostezo del abismo que se abría por debajo de ella.
05. No lloraba de dolor: me compadecía a mí mismo, puerilmente, y ante aquel pensamiento no podía evitar las lágrimas. La muerte me había parecido tan lejana, y sin embargo ahora todo estaba teñido de ella.
06. Encantado y asombrado, sentí ganas de reír. En un pequeño intervalo de tiempo mi ánimo oscilo de la desesperación a un confuso optimismo, y la muerte pareció quedar relegada a una vaga posibilidad en lugar de un hecho inevitable.
07. Por encima de mí volaron luces brillantes, y la habitación comenzó a navegar ante mis ojos. Tenía que decir algo... Tenía que detenerles. La oscuridad se filtró bajo las luces y lentamente todos los sonidos se ahogaron en el silencio.
08. Sólo nosotros y las montañas... La vida aquí parece mucho más simple y más real. Es fácil dejar que los acontecimientos y las emociones fluyan sin pararse a mirar...
09. Grité en la oscuridad y oí una voz lejana e ininteligible. No supe bien si había sido Simon o el eco de mi propio grito.
10. Cada vez que pensaba en la muerte, la suya o la mía, la idea llegaba desprovista de toda emoción, cuajada de realismo. Estaba demasiado cansado para preocuparme.
11. El golpe me aturdió. Durante un lapso de tiempo el dolor desapareció. Mientras tanto mi cerebro navegaba mareado y enfermo, a medio camino entre la conciencia y el olvido.