01. Las cosas que nos parecen desgracias son con frecuencia el origen de nuestra felicidad.
02. Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar.
03. (...) Uno puede recobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una especie de milagro que se corrija un corazón maligno y envidioso.
04. Yo no me llamo Monseñor -respondió el monstruo- sino la Bestia. No me gustan los halagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tus lisonjas.
05. La pobre Bella no dejaba de afligirse por la pérdida de su fortuna, pero se decía a sí misma: -Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.
06. Hay muchos hombres más bestiales que tú -dijo la Bella-, y mejor te quiero con tu figura, que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato, burlón y falso.
07. Tienes razón -dijo el monstruo-, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no soy más que una bestia. -No se es una bestia -respondió la Bella- cuando uno admite que es incapaz de juzgar sobre algo.
08. Bella -le dijo esta dama, que era un hada poderosa-, ven a recibir el premio de tu buena elección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona.
09. El hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantos estaban en la sala al reino del príncipe. Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco se celebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidad perfecta, pues estaba fundada en la virtud.
10. -El hada me engañó, -decía - yo creía que mi hijo sería el más listo de todos los príncipes, puesto que yo deseé que triunfara en todo cuanto quisiera emprender. Fue a consultar al hada al respecto, y ésta le dijo: -Señora, deberías haber deseado para tu hijo buena voluntad en lugar de talento; sólo quiere ser malvado y, como ves, lo consigue.
11. -Amigo mío, mi esposo es un avaro que no me da nunca dinero; déjame coger un cordero, y tú dirás que se lo ha llevado un lobo. -Señora, -le respondió Fatal-, quisiera de todo corazón servirla, pero prefiero morir antes que decir una mentira y ser un ladrón. -No eres más que un tonto -le contestó la mujer-; nadie sabrá que lo has hecho. -Lo sabrá Dios, señora -respondió Fatal; Él ve todo cuanto hacemos y castiga a los mentirosos y a los que roban.
12. Su capitán, al ver que le debía la vida, le pidió perdón por todo el daño que le había hecho; y tras haber contado al rey lo que le había sucedido, Fatal fue ascendido a capitán, y el rey le dio un sueldo considerable. ¡Oh! Sus soldados no habrían pensado jamás en matar a Fatal, pues él los amaba como si fueran sus hijos; y lejos de robarles lo que les pertenecía, les daba de su dinero cuando cumplían con su deber. Los cuidaba cuando eran heridos y no les reprendía nunca por mal humor.