01. El esfuerzo físico, llevado incluso hasta los límites del agotamiento, endurece el alma y templa el corazón.
02. Sólo lo desconocido aterroriza a los hombres, pero lo desconocido deja de serlo para quien lo encara.
03. Yo mismo soy un hombre circular, nunca quiero ir a un punto en el horizonte, al contrario de lo que hacen ustedes los europeos, siempre obsesionados con el futuro, empeñados en llegar siempre a alguna parte. El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma, galopando sobre los monzones. Salimos del pasado y volvemos al pasado después de darnos una vuelta por el futuro. Ustedes son distintos: gastan su vida destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados. El hombre es sólo memoria y regreso, señor.
04. A la compañía Air May Be la distinguen tres características: nunca cumple los horarios de salida, nunca cumple los de llegada y en muy pocas ocasiones tampoco los itinerarios anunciados. No obstante, Air May Be posee una cualidad especial, sus aviones casi nunca se caen, aunque parece que todos van a derrumbarse desde el momento en que despegan. Viajan dando tumbos, renquean, son viejos como un cocodrilo del Nilo, hacen tanto ruido que es imposible hablar en su interior, nadie sabe si quien manda en el avión es el piloto, la azafata o el sobrecargo, y vuelan entre tormentas que ni el mismísimo Spielberg podría reconstruir con efectos especiales..., pero no se caen.
05. A cualquiera que afirmase con Kampala es una ciudad bonita lo tomarían por loco. Yo la encontré hermosa. A primera vista, es fea y desgarbada. Pero es necesario aprender a comprenderla. A Kampala debe mirársela desde sus colinas, pero hay que vivirla en sus hondonadas. La relación con esta urbe extraña se parece mucho al amor: uno se aproxima con los ojos, juzga sin demasiada seguridad, luego busca en el tacto y los olores un eco receptivo y, si lo encuentra, uno se queda y ama. En caso contrario, si el regusto es acerbo, te largas por más belleza que te pongan delante. Desde luego, Kampala no crea un amor a primera vista. Pero su humanidad acaba por enamorarte.
06. Una bruma sucia cubría el horizonte sobre las sombras patéticas de los árboles. Entre la calima gris aparecieron luego las sombras móviles de una manada de búfalos, unos cuarenta o cincuenta ejemplares. (...) La manada se quedó quieta y los búfalos volvieron la mirada hacia nosotros. Olía a estiércol y a la ceniza de la neblina. Los animales más próximos alzaban la cola, alertaban las orejas, erguían la cabeza sobre el poderoso cuello. (...) No eludía mis ojos, al contrario de lo que hacen leones y leopardos, que desvían siempre su mirada a otra parte, como si sintieran un profundo aburrimiento ante la contemplación de un ser tan absurdo como es el hombre. (...) La mirada de aquel búfalo guardaba algo de humana, escondía la conciencia de un ser que sabe a matar y que se siente satisfecho de poder hacerlo.