01. (...) Al principio de las investigaciones, cuando los chimpancés justo se estaban empezando a acostumbrar a mí, uno de ellos me dejó seguirle por la selva. Mientras le seguía, pensé que le había perdido pero al apartar unas hojas grandes le vi allí sentado, casi como si me estuviese esperando, quizás lo estaba. Vi una fruta madura en el suelo y la cogí con la mano, ofreciéndosela. Apartó la mirada, y le acerqué un poco más la fruta. Entonces se volvió hacía mi y me miro directamente a los ojos, cogió la fruta y la soltó porque no la quería, y me apretó la mano muy suavemente, que es como los chimpancés se consuelan. Se comunican con posturas y gestos, un lenguaje que traemos de nuestro pasado primitivo y que compartimos con los chimpancés.
02. (...) Pero quizás lo más importante que he aprendido de ellos es la importancia de tener una buena experiencia formativa en los primeros dos o tres años de la vida. Se ve muy claramente la diferencia entre los chimpancés que tuvieron buenas madres que les dieron mucho afecto y los que tuvieron madres ariscas y crueles. Al mismo tiempo, las cicatrices emocionales que puede dejar la pérdida de la madre, o una muy mala experiencia durante la infancia, se pueden percibir perfectamente en los chimpancés. Y esto es algo que también dicen los psicólogos sobre los niños humanos. Creo que hoy, especialmente en el mundo occidental, muchos niños no están recibiendo el cariño y afecto maternal que necesitan, debido a la incorporación de la mujer al mundo laboral y el deterioro de muchas familias.