01. Dentro de poco tendremos una famosa victoria sobre los enemigos de mi Dios, de mi reino, y de mi pueblo.
02. Sé que soy dueña de un débil y frágil cuerpo de mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un rey, más aún, de un rey de Inglaterra.
03. Sé que por su disposición merecen recompensas y laureles. Y les aseguro, con palabra de reina, que les serán pagadas en tiempo oportuno.
04. Yo me he conducido de tal modo que, después de Dios, mi fortaleza principal y mi seguridad descansan en los corazones leales y en la buena voluntad de mis súbditos.
05. El que Parma o España, o cualquier soberano de Europa, se atreva a invadir las fronteras de mi reino; lo cual, si sucediera, antes que una mancha caiga sobre mi honor por mi culpa, yo misma empuñaré las armas, yo misma seré su caudillo y su juez, y sabré recompensar sus virtudes en el campo de batalla.
06. Nunca he puesto el Día del Juicio Final ante mis ojos como tal para gobernar ya que voy a ser juzgada para responder ante un juez superior, y ahora si mis recompensas reales han sido abusadas y mis concesiones usadas para dañar a mi pueblo en contra de mi voluntad y deseo, y si cualquiera en autoridad debajo de mí ha descuidado o pervertido lo que le he dejado a su cargo, espero que Dios no deje sus culpas y ofensas a mi cargo.
07. Tengo motivos para desear nada más que satisfacer el deber y este es un deber que debo cumplir. Tampoco deseo vivir más días que aquellos en los que pueda ver vuestra prosperidad y este es mi único deseo. Y como aún sigo siendo esa persona, bajo Dios, que se ha sido entregada a vosotros, confío en que por el omnipotente poder de Dios seré su instrumento para preservaros de todo peligro, deshonor, vergüenza, tiranía y opresión, en parte por medio de vuestra ayuda prometida, la cual tomamos como muy aceptable, debido a que manifiesta la amplitud de vuestro amor y la lealtad hacia vuestro soberano.
08. Entiendo que mi arribo tiene por objeto darme las gracias. Sabed que las acepto con una complacencia no menor que la que os puede impulsar a ofrecérmelas, y que las aprecio más que cualquier tesoro o riqueza; pues estos se bien lo que valen, pero la lealtad, el afecto y el agradecimiento, son para mí inapreciables. Y, aunque Dios me ha elevado tan alto, considero lo más glorioso de mi reinado el haberlo hecho contando con su amor. Esto hace que yo no me alegre tanto de que Dios me haya hecho Reina, como el reinar sobre un pueblo tan agradecido, y ser el medio de que Dios se vale para velar por vuestra seguridad y libraros del peligro.
09. Ser rey y usar una corona es algo más glorioso para aquellos que lo contemplan que placentero para aquellos que os ostentan el cargo. Por mi parte nunca estuve tan seducida con el glorioso nombre de un Rey o la autoridad real de una Reina como encantada de que Dios me haya convertido en su instrumento para mantener su verdad y gloria y defender vuestro reino como mencioné antes, del peligro, el deshonor, la tiranía y la opresión. Nunca habrá una Reina sentada en mí puesto con más celo por mi país, más preocupada por mis súbditos y que más pronto y con más voluntad va a arriesgar su vida por su bienestar y su seguridad que por mí misma. Por esto no es mi deseo vivir o reinar más allá de lo que viva para reinar pues vuestro bien. Y aunque habéis tenido y tal vez tendréis reyes más sabios que se sienten en este trono, jamás tendréis uno que os ame más...