Frases de Henri Dunant - Página 2

01. El pensamiento moral de la importancia que tiene la vida de una persona, el deseo de aliviar un poco las torturas de tantos desdichados, o de reavivar su ánimo abatido, la forzada o incesante actividad que uno se impone en circunstancias tales, dan una nueva y suprema energía que produce algo semejante a una sed de socorrer al mayor número posible de nuestros prójimos; ya no se inmuta uno ante las mil escenas de esta formidable y augusta tragedia, se pasa con indiferencia por delante de los más horriblemente desfigurados cadáveres; se miran casi con frialdad, aunque la pluma se niega categóricamente a describirlos, cuadros incluso todavía más horribles que los aquí pergeñados; pero, a veces, se parte de repente el corazón, como fulminado por una amarga e invencible tristeza, a la vista de un simple incidente, de un hecho aislado, de un detalle imprevisto, que llega más directamente al alma, que gana nuestra simpatía y que sacude las fibras más sensibles de nuestro ser.

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Henri Dunant

Henri Dunant
  • 8 de mayo de 1828
  • Ciudad de Ginebra, Ginebra, Suiza
  • 30 de octubre de 1910
  • Heiden, Suiza

Escritor, empresario, filántropo y humanista suizo fundador de la Cruz Roja, autor de "Un recuerdo de Solferino" (1862) y primer Premio Nobel de la Paz (1901).

Sobre Henri Dunant

Henri Dunant nació en el seno de una familia calvinista y sumamente solidaria, de padre empresario Jean-Jacques Dunant y madre Antoinette Dunant-Colladon.

En 1846 se unió a la Sociedad Ginebrina de las Almas y al año siguiente fundó junto a varios amigos la llamada "Asociación del Jueves", un grupo de jóvenes que se reunían para estudiar la Biblia y ayudar a los pobres.

Dadas sus malas notas en el Colegio Calvino (Collège Calvin), sus padres lo obligaron a dejar los estudios y comenzar a trabajar, ingresando como aprendiz en la casa de cambio de moneda "Lullin und Sautter" y tiempo después como empleado en un banco.

En 1852 redactó las bases de lo que tiempo después sería la "Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes" (YMCA) y tres años después intervino en la redacción de los estatutos internacionales de la organización (1855).

En 1956 Henri Dunant creó un negocio para actuar en las colonias extranjeras, y tiempo después recibió una concesión de tierras en la Argelia ocupada por los franceses.

En 1859, mientras intentaba reunirse con Napoleón III para exponerle los problemas de sus negocios en Argelia, contempló el campo de batalla de Solferino después del enfrentamiento de los ejércitos austriaco y franco-piamontés que combatían en la guerra de unificación italiana.

Impresionado por el espectáculo de horror y por la ineficacia de los servicios sanitarios de la época, Henri Dunant escribió un libro sobre sus experiencias, "Un recuerdo de Solferino" (1862).

En "Un recuerdo de Solferino" describió la batalla, sus costes, y las caóticas circunstancias que la siguieron, desarrollando la idea de que en el futuro una organización neutral debería existir para proporcionar cuidados a los soldados heridos.

El libro y sus sugerencias fueron bien recibidas e hicieron posibles la fundación de un servicio sanitario neutral para actuar en los campos de batalla (la Cruz Roja Internacional, 1863) y la reunión de la conferencia internacional que adoptó la Convención de Ginebra sobre heridos de guerra (1864).

En 1867 quebraron sus empresas y perseguido por sus deudores debió exiliarse en Francia, donde Napoleón III le prestó apoyo incluso después de ser derrocado.

En 1892 volvió a Suiza e ingresó en el "Asilo de Ancianos de Heiden", donde vivió hasta su muerte.

En 1901 Henri Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz por su papel al fundar el Movimiento Internacional de la Cruz Roja e iniciar la Convención de Ginebra, premio compartido con el pacifista francés Frédéric Passy, fundador de la Liga de la Paz.

En 1903 se le concedió un doctorado honorario por la Facultad de Medicina de la Universidad de Heidelberg.

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