01. La Revolución francesa no procede de tal hombre, de tal o cual libro, procede de las cosas. (...) procede sobre todo del progreso de la sociedad al mismo tiempo hacia las Luces y hacia la corrupción; por eso pueden verse en la Revolución francesa tantos principios excelentes y tantas consecuencias funestas. Los primeros derivan de una teoría ilustrada, las segundas de la corrupción de las costumbres. Este es el auténtico motivo de esa incomprensible mezcolanza de crímenes injertados en un tronco filosófico.
+ Frases de Revolución francesa
02. Si la política no es una religión, no es nada.
03. Si nos salimos de los hechos, en política, nos perdemos sin retorno.
04. Mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones.
05. Antes y después de la civilización, cuando se tiene o ya no se tiene el gusto por los goces intelectuales, se busca la representación de objetos sensibles: los pueblos empiezan y terminan con gladiadores y marionetas: los niños y los viejos son pueriles y crueles.
06. Para ser un hombre superior en los negocios no se trata de adquirir cualidades, sólo se trata de perder algunas.
07. Hay dos clases de revolucionarios; los unos desean la revolución y la libertad: son los menos; los otros quieren la revolución y el poder: son la inmensa mayoría.
08. Los pequeños Maquiavelos de estos tiempos se imaginan que todo va a las mil maravillas en una sociedad cuando el pueblo tiene pan y paga los impuestos.
09. Tomado colectivamente, el pueblo es un poeta: autor y actor se inflaman con la obra que se representa o que le hacen representar, sus mismos excesos no son tanto instinto de una crueldad nativa cuanto delirio de una multitud embriagada de espectáculos, sobre todo cuando son trágicos: cosa tan cierta que, en los horrores populares, siempre hay algo superfluo añadido al cuadro y a la emoción.
10. Para llegar a aborrecer a los conquistadores, habría que saber todos los males que causan; habría que ser testigo de la indiferencia con la que se les sacrifican las más inofensivas criaturas en algún rincón del globo en el que ellos jamás han puesto los pies.
11. Acaso no haya nada tan considerable en la historia de los cristianos como Rancé rezando a la luz de las estrellas, apoyado en los acueductos de los césares, a la puerta de las catacumbas: el agua se lanzaba con fragor por encima de las murallas de la Ciudad Eterna, mientras la muerte, abajo, entraba silenciosamente en la tumba.
12. Los ancianos de antes eran menos desdichados y estaban menos aislados que los de hoy: aunque, al permanecer en la tierra, hubieran perdido a sus amigos, poca cosa más había cambiado a su alrededor; eran ajenos a la juventud, pero no a la sociedad. Ahora, un rezagado en este mundo no sólo ha visto morir a los hombres, sino que ha visto morir las ideas: principios, costumbres, gustos, placeres, penas, sentimientos, nada se parece ya a lo que él conoció. Es de una raza diferente de la especie humana en medio de la cual acaba sus días.