01. Los escritores burgueses se debían suicidar como clase. Inevitablemente porque la derecha no lee; la izquierda no tiene tiempo, entonces, ¿quién te lee? O bien fracasas espantosamente y te mueres de hambre por ahí vendiendo "kleenex" por las esquinas. O si no fracasas del todo te aburguesas.
02. Los deseos se tienen, no se piden. Lo que se pide es el objeto del deseo.
03. Qué triste le pone siempre a uno la alegría de los tontos, en el manicomio como en el fútbol o en la tele.
04. Toda guerra promueve genios.
05. Una nación no es necesariamente el alunamiento monótono de los mismos, sino la capacidad social y política de asimilar y molturar todo lo que va llegando por vía guerrera o comercial o puramente vivencial.
06. La pintura es la gran pizarra de la historia.
07. La genialidad española se cifra en las cosas simples, en esa difícil facilidad que nace de la inspiración, y nunca de la larga elucubración. El genial invento de Velázquez fue pintar las cosas como son. El genial invento de Herrera fue hacer el Escorial cuadrado, como si no tuviéramos un pasado de gótico y románico. Siempre acertamos (cuando acertamos) por la vía de la simplicidad, simplificación. El genial invento de Cervantes consistió en sacar juntos a un gordo y un flaco, que siempre son de tanta risa.
08. Se preguntaban nuestros clásicos ¿a qué llamamos España? Pues precisamente a todo aquello que todavía no hemos acabado de asimilar como español. Y dejaremos de hacer esa pregunta cuando hayamos conquistado, almena a almena, la realidad de España, que no es una osatura románica sino una entidad histórica a la cual, ya que estamos aquí, nos sentimos obligados a descifrar y defender desde el primer día hasta el último.
09. Ya no hay revoluciones, ya no hay revolución de Asturias ni Casas Viejas, ya no hay anarquismo catalán, ya no hay lucha de clases ni proletariado, ya no hay Semana Trágica. Ya sólo hay los cuatro modernos de mierda y las cuatro putas travestidas de lo mismo que salen por la televisión.
10. Lo peor de nuestra Guerra Civil, en este largo viaje a la derecha, es que uno ha podido apreciar cómo se intercambiaban los valores y los grandes hombres de izquierdas quedaban en la derecha mientras que los de derechas, simplemente, no quedaban. En España es más difícil no quedar uno en su sitio que viajar con el sitio cambiado.