01. No se dirige a nadie el corazón pero la que habla sola es la cabeza; no se habla de la vida desde un púlpito ni se hace poesía en bibliotecas.
02. La mariposa no puede recordar que ha sido oruga así como la oruga no puede adivinar que sería mariposa porque los extremos del mismo ser no se tocan.
03. De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor ella y el miedo a morir, cruz y raya cuando ya se puede pronosticar el día y la hora.
04. ¿Y qué será, Nathalie, de nosotros? Tú en mi memoria, yo en la tuya como esos pobres amantes que mientras se buscaban de una ciudad a otra, llegaron a morir.
05. La mariposa, en cambio, salta del capullo en el instante mismo de su transfiguración en que como una flecha de nacimiento abre los ocelos de sus alas a la luz.
06. Los recuerdos que no pudimos tener. No hay nada más difícil de olvidar. Las intenciones que no llegaron al acto, los actos suspendidos en la sorpresa y la violencia.
07. Como si el sueño fuera escrito en estrofas regulares, cada nocturno despertar significa el reacomodarse del cuerpo a su idea fija: que el enemigo monta guardia en él.
08. Quien nos reduce a sombras en la sala de juego es una sombra él mismo menos libre que otras, una condensación de absurdos personajes algo como el horror de un álbum de familia.
09. Si se ha de escribir correctamente poesía, no basta con sentirse desfallecer en el jardín, bajo el peso concertado del alma o lo que fuere y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
10. Si los que vienen alimentaran su nostalgia con una buena postal, al menos, del paseo nosotros seriamos capaces de recibirlos aquí en gloria y majestad pero ellos tienen su tambor y nosotros el nuestro.
11. Para hacer el amor, allí estaba tu madre y el amor era el beso de otro mundo en la frente, con que se reanima a los enfermos, una lectura a media voz, la nostalgia de nadie y nada que nos da la música.
12. Su ayuda es mi sueldo. Su sueldo es la cuadratura de mí círculo, que saco con los dedos para mantener su agilidad. Su calculadora es mi mano a la que le falta un dedo con el que me prevengo de los errores de cálculo.