Frases de Eduardo Sacheri - Página 5

01. Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros, los mortales.

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02. Cuando a los 10 años muere mi viejo, un viejo muy querible, hay una explosión en ese hogar feliz y una fuerte amenaza de soledad para mí, que era el menor de tres hermanos con mucha diferencia de edad. Y lo que me salva es el fútbol, jugar con los pibes del barrio, socializar. Mi niñez feliz en medio de mi tragedia: mi casa era un lugar trágico y la vereda era la felicidad. Si a mí no me hubiera gustado jugar al fútbol, todo habría sido mucho más cuesta arriba.

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03. La vida es más que un estado de ánimo porque sería excesivamente voluntarista pensar que todo es un estado de ánimo. Llevando esa posibilidad a un extremo, puedo pensar: nada de lo que me toque enfrentar me puede derrotar si yo estoy con un buen estado de ánimo. No es cierto. Muchas veces la vida los derrota, no depende, más allá de que los libros de autoayuda digan lo contrario, de cómo me sitúe yo frente a la vida. Lo único que si es cierto es que nuestro estado de ánimo nos permitirá enfrentar de mejor modo lo que nos toque o tolerar con una mejor dignidad nuestras derrotas, pero no nos va a poner a salvo de ellas.

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04. Cuando comenté que no me gusta hacer un culto al hermetismo, me referí a que no me gusta tener preconceptos cuando escribo en el sentido de adoptar determinada pose previa a lo que tengo ganas de decir. Si lo que tengo ganas de decir es algo simple o complejo, escribiré de tal forma que aquello responda a mi intención. No me voy a poner a escribir de determinado modo ni para hacerme el difícil, ni para asegurarme de que el lector lo entienda. Disfruto cuando alguien se topa con un libro mío y le gusta. Mentiría si dijese lo contrario, pero no es que al momento de escribir me ponga a pensar que lo voy a hacer simple para asegurarme de que le guste al lector. Eso sería tan peligroso como lo otro, el hermetismo es una pose y facilitar las cosas es otra pose.

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05. Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: - ¿Vas a decirme qué te pasa, Benjamín? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por qué se ha puesto colorado, por qué se revuelve nervioso en el asiento o por qué mira cada doce segundos el alto reloj de péndulo que decora la pared próxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos qué le pasa, qué le pasa a él, a él con ella, a él con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa.

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06. En una de esas recorridas, bicicleta mediante, ahí nomás de nuestro propio mundo, aparecieron ellos. Estaban sentados en la vereda, contra una de esas casas que eran las de ellos, dejando pasar la vida. Eran seis o siete, como nosotros. Se repartían el fondo de una botella de agua. Se veían sudados y sedientos. En la calle perduraban los cascotes de los arcos. Evidentemente acababan de jugar al fútbol. El ser humano es un bicho dado al desafío, a la competencia. Supongo que fue por eso que alguno de nosotros, alguno de los más osados y pendencieros (seguro que no fui yo, siempre tan tímido) frenó la bici, apoyó un pie en el cordón y se los quedó mirando. Los demás lo habremos imitado, obedeciendo a ese reflejo solidario que en la niñez funciona a la perfección y que con los años se va, tristemente, anquilosando.

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Roberto Fontanarrosa

Eduardo Sacheri

Eduardo Sacheri
  • 1967
  • Castelar, Buenos Aires, Argentina

Escritor, novelista, guionista, profesor e historiador argentino, autor de "Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol" (2000), "Te conozco Mendizábal y otros cuentos" (2001), "La pregunta de sus ojos" (2005), "La vida que pensamos" (2013) y "Ser feliz era esto" (2014).

Sobre Eduardo Sacheri

Eduardo Sacheri nace en el seno de una familia de profesionales odontólogos, quedándose huérfano de padre a los diez años (1977).

En 1993 egresó de la Universidad de Luján como Licenciado en Historia y tiempo después comenzó a trabajar como profesor en distintos establecimientos.

A mediados de la década de 1990 comenzó a publicar cuentos de fútbol, editando su primera obra, "Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol" en 2000.

En 2005 publicó "La pregunta de sus ojos", novela llevada al cine con mucho éxito por el director Juan José Campanella con el título "El secreto de sus ojos".

En 2014 aparece la novela "Ser feliz era esto", historia de un encuentro entre padre e hija.

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