Frases de Eduardo Mendoza - Página 5

01. Este galardón es una muestra de éxito, y el afán de éxito es descabellado. Antes de ser alcanzado, el éxito no existe, sólo es motivo de ansiedad; pero cuando llega es peor: después de obtenido, la vida no se detiene y el éxito la ensombrece; nadie puede repetir constantemente el éxito y al cabo de muy poco el éxito se convierte en una pesada carga; se necesita de nuevo, constantemente, pero ahora a sabiendas de su inutilidad.

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02. Creía que quienes me querían mal no osarían atentar contra mi integridad a plena luz y en lugar concurrido, sino que tratarían de atraerme a donde pudieran llevar a cabo sus nocivos propósitos con toda discreción. Tenía, por lo tanto, que evitar la soledad y la noche. Lo primero me había de resultar relativamente fácil y lo segundo absolutamente imposible, de no mediar un milagro celestial que ni mis creencias ni mi conducta pasada me autorizaba a impetrar

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03. A todos nos cuesta reconocer que en un instante ya irrecuperable lo apostamos todo a una sola vuelta de la ruleta antes de aprender las reglas del juego. Yo también creí que la vida era otra cosa. Luego se sigue jugando, se gana y se pierde alternativamente, pero ya nada es igual: las cartas ya están marcadas, los dados están cargados y las fichas sólo cambian de bolsillo mientras dura la velada. La vida es así y es inútil calificarla de injusta a posteriori.

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04. Un criminal no es un héroe, sino un ser abyecto que abusa de la debilidad del prójimo. Yo estaba destinado a seguir este camino hasta el más triste de los desenlaces si el encuentro casual con la literatura no hubiera abierto una grieta por la que pude salir a un mundo mejor. Nada más tengo que añadir. La literatura puede rescatar vidas sombrías y redimir actos terribles; inversamente, actos terribles y vidas degradadas pueden rescatar a la literatura insuflándole una vida que, de no poseerla, la convertiría en letra muerta.

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05. (...) Velázquez pintó este cuadro al final de su vida. La obra cumbre de Velázquez y también su testamento. Es un retrato de corte al revés: representa a un grupo de personajes triviales: niña, sirvientas, enanos, un perro, un par de funcionarios y el propio pintor. En el espejo se refleja borrosa la figura de los Reyes, los representantes del poder. Están fuera del cuadro y, por consiguiente, de nuestras vidas, pero lo ven todo, lo controlan todo, y son ellos los que dan al cuadro su razón de ser.

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06. El autor del presente artículo y de los que seguirán se ha impuesto la tarea de desvelar en forma concisa y asequible a las mentes sencillas de los trabajadores, aún los más iletrados, aquellos hechos que, por haber sido presentados al conocimiento del público en forma oscura y difusa, tras el camuflaje de la retórica y la profusión de cifras más propias al entendimiento y comprensión del docto que del lector ávido de verdades claras y no de entresijos aritméticos, permanecen todavía ignorados de las masas trabajadoras que son, no obstante, sus víctimas más principales.

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07. Queda el ejército, claro. Pero Azaña lo conoce bien: no en vano ha sido ministro de la Guerra. Sabe que los militares, bajo su apariencia terrible, son inconsistentes, volubles y maleables; por un lado amenzan y critican y por otro lloriquean para conseguir ascensos, destinos y condecoraciones; se pirran por las prebendas y son celosos de las ajenas: todos creen que otro con menos méritos les ha pasado por delante; en suma, que se dejan camelar como niños. (...) Todas las armas (Artillería, infantería, ingenieros) están a matar entre sí, y basta que la Marina haga una cosa, para que la aviación haga la contraria.

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08. No son rumores fiables, porque procede, como siempre, de personas envidiosas o fantasiosas o estúpidas, o las tres cosas a la vez, pero el mero hecho de que a estas personas se les haya ocurrido semejante infundio indica que la verdad no debe de andar muy lejos de la mentira.

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09. El camarero llevaba la cara pintada de negro de resultas del continuo restañar el sudor con el trapo de secar la cristalería.

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Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza
  • 11 de enero de 1943
  • Barcelona, España

Escritor, novelista, ensayista, dramaturgo, abogado y traductor español, autor de "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), "La ciudad de los prodigios" (1986), "La aventura del tocador de señoras" (2001), "Riña de gatos" (2010) y "El enredo de la bolsa y la vida" (2012).

Sobre Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza nace en el seno de una familia barcelonesa, de padre fiscal, Eduardo Mendoza Arias-Carvajal, y madre ama de casa, Cristina Garriga Alemany.

Realizó sus primeros estudios en la escuela de las monjas de Nuestra Señora de Loreto, luego en una escuela de las Mercedarias y a partir de 1950, en el colegio de los Hermanos Maristas.

Tras licenciarse en Derecho en 1965, realiza un viaje por Europa y al año siguiente obtiene una beca para estudiar Sociología en Londres (Inglaterra).

En 1967 comienza sus actividades como abogado en la asesoría jurídica del Banco Condal, que abandona en 1973 para irse a Nueva York (Estados Unidos) como traductor de la ONU.

Estando en Estados Unidos, Eduardo Mendoza publica su primera novela, "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), obra con la que adquiere gran popularidad.

En 1978 publica la primer novela de la tetralogía del detective anónimo, "El misterio de la cripta embrujada", integrada además por "El laberinto de las aceitunas" (1982), "La aventura del tocador de señoras" (2001) y "El enredo de la bolsa y la vida" (2012).

Con un estilo narrativo sencillo y directo, sus obras suelen estar protagonizadas por personajes marginales que contemplan la sociedad mientras luchan por sobrevivir.

Otras obras destacadas son "La ciudad de los prodigios" (1986), "Riña de gatos" (2010) y "El enredo de la bolsa y la vida" (2012).

Entre los numerosos galardones que recibió Eduardo Mendoza, destacan el Premio Ciudad de Barcelona (1987), Premio Fundación José Manuel Lara (2007) y el Premio Planeta (2010).

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