01. Óigame usted, bellísima, no soporto su amor. Míreme, observe de qué modo su amor daña y destruye. Si fuera usted un poco menos bella.
02. La espalda de esta luz son esos sueños tuyos, amada, que duelen al soñarse y que hacen florecer las prímulas y azahares en tus flancos.
03. Si yo pudiera decir todo esto en un poema, si pudiera decirlo, si de verdad pudiera, si decirlo pudiera, si tuviera el poder de decirlo. ¡Qué poema, Señor!
04. Y el miedo es una cosa grande como el odio. El miedo hace existir a la tarántula, la vuelve cosa digna de respeto, la embellece en su desgracia, rasura sus horrores.
05. Entre la poesía y la prosa hay una barrera clara, difícil de expresar en palabras porque consiste ella misma en palabras. ¿Cómo puede expresarse la luz con luz? Pero la poesía esta ahí, la prosa acá. Eso es un hecho.
06. Recuerdo que el amor era una blanda furia no expresable en palabras. Y mismamente recuerdo que el amor era una fiera lentísima: mordía con sus colmillos de azúcar y endulzaba el muñón al desprender el brazo. Eso sí lo recuerdo.
07. El tigre es una figura fascinante desde los tiempos bíblicos hasta la etapa actual y no creo que haya un escritor que no haya mencionado nunca al tigre. El tigre es la imagen de la muerte, de la destrucción, y además, de la belleza; es solamente un instrumento metafórico.
08. Tengo que agradecerte, Señor -de tal manera todopoderoso, que has logrado construir el más horrendo de los mundos-, tengo que agradecerte que me hayas hecho a mí tan bella en especial. Que hayas construido para mí tales tersuras, tal rostro rutilante y tales ojos estelares.