Frases de David Lodge - Página 7

01. Al escupir guiones de su ordenador como si fueran coches que salen de una cadena de montaje, nunca se concede el tiempo de evaluar la calidad de lo que produce. Si tiene una mala crítica se encoge de hombros porque ya está trabajando en otro proyecto. La gente para la que trabaja no va a ofrecerle una crítica objetiva. Sólo les interesan los costes, las fechas de entrega y los niveles de audiencia. Aquí intervengo yo, para cuestionar la naturaleza de su "éxito". Gracias a los pinchazos que le infligí a su ego el otro día, su siguiente guión será un poco mejor de lo que de otro modo habría sido. "Trapos sucios" (1999)

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02. Quiero decir que, mentalmente, sabes que se acaba la novela. Cuando te das cuenta de que no te quedan por leer más que una o dos páginas, sabes que pronto vas a tener que cerrar el libro, pero en una película no hay manera de saberlo; especialmente hoy, cuando las películas están estructuradas de una manera más libre, mucho más ambivalente que antes. No hay manera de saber qué escena será la última. La película continúa, exactamente como continúa la vida: la gente va haciendo cosas, bebiendo, hablando, y estamos observándolos; y en cualquier momento, que el director elige sin avisar, sin que nada quede resuelto, explicado o concluido, puede, sencillamente... Acabar. "Intercambios" (1975)

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03. Para mí es un honor suficiente pertenecer al universo: a un universo tan grandioso y a un plan tan magno de las cosas. Ni siquiera Dios puede privarme de este honor, pues nada puede modificar el hecho de que he vivido; he sido yo, aunque por tan breve espacio de tiempo. Y cuando haya muerto, la materia que compone mi cuerpo será indestructible y eterna, y le ocurra lo que le ocurra a mi "alma", mi polvo seguirá existiendo siempre y cada átomo de mí desempeñando su función individual, participaré de algún modo en el mundo. Cuando esté muerto, podréis hervirme, quemarme, ahogarme, dispersarme, pero no podréis destruirme: mis pequeños átomos no harán sino reírse de tan severa venganza. La muerte sólo puede matarnos. "La vida en sordina" (2007)

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04. Envidio su fe a las personas religiosas y al mismo tiempo me disgusta. Las encuestas han demostrado que tienen muchas más posibilidades de ser felices que las personas cuyo credo es totalmente laico; y se entiende por qué. La vida de todo el mundo contiene tristezas, sufrimientos y decepciones, y es mucho más fácil aceptarlos si crees que hay otra vida donde se corregirán las imperfecciones e injusticias de ésta; también vuelve menos triste la perspectiva de morir. Por eso envidio a los creyentes. Su fe, desde luego, no tiene una base firme, pero no puedes afirmarlo sin parecer grosero, agresivo e irrespetuoso: sin que, de hecho, parezca que atacas su derecho a la felicidad. Por eso me disgusta la fe religiosa, incluso la de mis seres más próximos y queridos; en realidad, sobre todo la de ellos, puesto que en su caso es más evidente la imposibilidad de hablar de religión objetivamente. "La vida en sordina" (2007)

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05. Uno de los factores más deprimentes relacionados con la depresión es el hecho de saber que hay muchísima gente en el mundo que tiene bastantes más razones que tú para sentirse deprimida y darte cuenta de que ese conocimiento, en vez de librarte de tus neuras, sólo hace que te desprecies más a ti mismo y, por tanto, que te sientas todavía más deprimido. La forma más pura de depresión es aquella en que no puedes dar ninguna razón, absolutamente ninguna, que justifique por qué te sientes deprimido. Como dice B en O lo Uno o lo Otro: Una persona que sufre una desgracia o una aflicción, sabe cuáles son las causas de esa desgracia o esa aflicción. Si le preguntas a un melancólico qué le hace sentirse triste, te contestará: "No tengo la menor idea, no puedo explicarlo". En eso reside la infinitud de la melancolía. "Terapia" (1995)

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06. El licenciado británico es un alma que se siente sola y abandonada, un ser inseguro de lo que hace y que no sabe a quién trata de complacer. Se le reconoce en los salones de té cercanos a la Biblioteca Bodleiana de Oxford y al Museo Británico de Londres por sus ojos apagados y su mirada ausente, como la de esos veteranos de guerra para quienes nada ha sido real desde la Gran Ofensiva. Si una vez licenciado consigue un puesto docente, no se enfrentará con demasiados problemas a corto plazo, dado que en las universidades británicas los empleos son prácticamente vitalicios y todo el personal es retribuido según la misma escala de sueldos. Pero al llegar a cierta edad, cuando las promociones y las cátedras empiezan a preocupar a un hombre, puede que mire con nostalgia su pasado, los días en que su intelecto era vivaz y veía las cosas con claridad, y estaba dedicado a un propósito único y positivo. "Intercambios" (1975)

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07. La piscina, como sabe Roger Sheldrake gracias a sus investigaciones, no ha sido diseñada realmente para nadar. Es pequeña y tiene una forma irregular, que impide la natación en trechos reglamentarios; de hecho, es imposible nadar más de unas pocas brazadas sin chocar con los costados de la piscina o con otro bañista. En realidad, la piscina ha sido diseñada para sentarse o echarse junto a ella, y desde allí pedir bebidas. Puesto que a sus clientes no les es posible nadar largo rato, llegan a sentirse extremadamente acalorados y sedientos, y encargan bebidas en abundancia, que les son servidas con el complemento de avellanas saladas, destinadas a darles todavía más sed y, por tanto, a hacerles pedir más bebidas. Pero la piscina, por mínimo que sea su tamaño, es un sine qua non, el corazón del ritual. La mayoría de los bañistas de sol se dan al menos una zambullida rutinaria, que no es tanto un baño como una inmersión. Una especie de bautismo. "Noticias del paraíso" (1991)

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08. La vida era transparente, la literatura, opaca. La vida era un sistema abierto, la literatura, un sistema cerrado. La vida se compone de cosas, la literatura, de palabras. La vida era lo que parecía ser: si uno tenía miedo de que se estrellara el avión, era porque tenía miedo de la muerte; si uno quería llevarse a una chica a la cama, era porque tenía ganas de follar. La literatura nunca trataba de lo que parecía tratar, aunque en el caso de la novela se necesitaban mucha habilidad y comprensión para ver más allá de los códigos de la ilusión realista, y eso era precisamente lo que había inducido a Zapp a dedicarse profesionalmente a este género literario (hasta el crítico más obtuso comprendía que el tema central de Hamlet no era cómo se las arreglaría el protagonista para matar a su tío, ni el de El poema del viejo marinero, de Coleridge, la crueldad hacia los animales, pero resultaba sorprendente cuánta gente estaba convencida de que el tema central de las novelas de Jane Austen era encontrar al hombre ideal). "Intercambios" (1975)

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09. Fue la excitación, la riqueza de toda la experiencia, la mezcla de placer y peligro y libertad... Y el sol. Has de saber que cuando volvimos aquí, durante largo tiempo seguí viviendo en Euphoria, en el interior de mi cabeza. Exteriormente, volví a mi antigua rutina. Me levantaba por la mañana, me ponía un traje de tweed, leía el Guardian mientras desayunaba, caminaba hasta la Universidad, daba las mismas clases en base a los mismos viejos textos... Y en todo momento llevaba una vida totalmente distinta en el interior de mi cabeza. En el interior de mi cabeza, había decidido no regresar a Inglaterra, por lo que me despertaba en Plotinus, sentado bajo el sol con mi playera, contemplaba la bahía, me ponía mis Levis y un polo, leía el Euphoric Times mientras desayunaba, y me preguntaba qué ocurriría hoy, si habría una protesta o una manifestación, si mi clase tendría que abrirse paso a través de los gases lacrimógenos o los piquetes, o si nos reuniríamos fuera del campus en el apartamento de alguien, sentados en el suelo y rodeados por carteles, octavillas y reediciones sobre grupos de encuentro, teatro de vanguardia y el Vietnam. "El mundo es un pañuelo" (1984)

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10. ¿Quieren saber cuál es la diferencia entre un psiquiatra y un terapeuta cognitivo-conductista? Bueno, tal como lo veo yo, un psiquiatra intenta descubrir las causas ocultas de tu neurosis, mientras que el terapeuta cognitivo-conductista trata los síntomas que te hacen sentir desgraciado. Por ejemplo, si padeces claustrofobia en trenes y autobuses, un psiquiatra procuraría descubrir alguna experiencia traumática en tu vida anterior que fuera la causa. Tal vez que cuando eras niño y viajabas en tren abusó sexualmente de ti un adulto que se sentaba a tu lado mientras el convoy pasaba por un túnel; digamos que te metió mano aprovechándose de la oscuridad, y que tú estabas tan aterrorizado y avergonzado que cuando el tren salió a la luz del día no te atreviste a acusar al hombre y nunca se lo explicaste a tus padres ni a nadie, sino que te esforzaste por suprimir aquel recuerdo por completo. Una vez llegado a esta conclusión, el psiquiatra trataría de hacerte recordar esa experiencia para demostrarte que no fue tuya la culpa, y te curarías de la claustrofobia. Por lo menos, en teoría. El problema es, como subrayan los terapeutas cognitivo-conductistas, que os podríais pasar toda la vida intentando descubrir la experiencia traumática suprimida, suponiendo que existiera. "Terapia" (1995)

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11. La guerra y sus consecuencias conformaron mi generación de muchas maneras. Su escala y alcance épicos, vistos desde una perspectiva infantil, imprimieron en nosotros una mitología y ética patrióticas sencillas que no iban a ser descartadas fácilmente. (¡Cuánto volvieron a brotar en la guerra de las Malvinas!) Sus ansiedades y privaciones nos hicieron temperamentalmente cautos, no aseverativos, agradecidos por pequeñas clemencias y modestos en nuestras ambiciones. No creíamos que la felicidad, el placer, la abundancia constituyeran el orden natural de las cosas; éstas tenían que ganarse mediante el trabajo duro (como pasar exámenes) e incluso entonces costaba ciertas penas disfrutar de ellas. Me parecía a mí que, gracias a mi encuentro con la comunidad expatriada americana en Alemania en 1951, se me había concedido un anticipo privilegiado de la buena vida hedonística, materialista, a la que pronto aspirarían los británicos, y casi todas las demás naciones desarrolladas o en vías de desarrollo del mundo, y en cierta medida de disfrutar de una vida de posesiones, máquinas y diversiones, de éxtasis personal, aparatos que ahorraban trabajo, ropa elegante y barata, turismo en masa, entretenimiento y ocio de base tecnológica, que ponían al alcance de un gran segmento de la sociedad placeres antes limitados a una pequeña minoría. ¿Esto es una nueva libertad para el hombre, o una nueva esclavitud? "Fuera del cascarón" (1970)

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William Butler Yeats

David Lodge

David Lodge
  • 28 de enero de 1935
  • Brockley, Gran Londres, Inglaterra

Escritor, novelista, guionista, crítico literario y profesor inglés, autor de "Intercambios" (1975), "El mundo es un pañuelo" (1984), "¡Buen trabajo!" (1988) y "Terapia" (1995).

Sobre David Lodge

David Lodge nace en Brockley (sureste de Londres), donde transcurre parte de su infancia hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), donde la familia es evacuada a Surrey y Cornwall.

En 1952 ingresa en la Universidad de Londres (University College London, UCL), donde obtiene una licenciatura en letras con honores en 1955 y un título de posgrado en 1959.

David Lodge trabaja como profesor de literatura inglesa en diferentes universidades hasta 1987, cuando decide dedicarse a la escritura a tiempo completo.

En 1975 publica "Intercambios", primera obra de la exitosa "Trilogía del campus", compuesta además por "El mundo es un pañuelo" (1984), "¡Buen trabajo!" (1988).

Entre las obras más celebradas de David Lodge también aparecen "La caída del museo británico" (1965), "Noticias del paraíso" (1991), "Terapia" (1995) y "Trapos sucios" (1999).

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