01. Las ramas de las madreselvas que descansaban dócilmente unas sobre otras parecían guardar una ausencia, parecían esperar un regreso que las secaba y las hacía florecer de nuevo. Vivían y morían esperándolo, una y otra vez, en una condena perpetua en un círculo de nieve, hojas secas y lamentos solares.
02. Como Clara era analfabeta, cada dos o tres meses recibía cartas del hacendado andaluz, que en vez de párrafos de amor, llevaban papeles empapados en aceite de oliva secados al sol y flores de azahar y jazmines envueltos con papel de seda. Ella le contestaba con hojas duras de encina, corteza de sus troncos, pétalos de rosa amarilla, agujas de pino y mechones de pelo con aroma de hechizo, en unos sobres de color azul, cuyo remite rellenaba con una caligrafía de terremoto.