01. Reyes y emperadores sólo son obedecidos en sus diversas provincias, mas no pueden levantar el viento ni desgarrar las nubes, mientras el dominio del mago de eso excede y llega tan lejos cual llegue la mente del hombre. Un buen mago es un dios poderoso.
02. ¡Ah, si yo pudiera! Pero cielos y tierra conspiran para tornarme miserable. Recibid mi corona. ¿Recibirla? No; mis manos inocentes no se mancharán con tan sucio crimen. A ver quién de vosotros desea más mi sangre y gloriaos de ser asesinos de un rey. Ea, matadme.
03. ¿Para qué hemos de vivir, siempre tristes, mendigos y esclavos? ¿Para qué vivimos, Bayaceto, y para qué construimos antes nidos tan altos, si hemos de vivir largamente en esta opresión donde todos nos ven y escarnecen los antiguos triunfos de nuestro poder, ahora reducidos a esta obscura e infernal servidumbre?
04. Dentro de las entrañas de los elementos, y en él somos torturados y permanecemos eternamente. No tiene límites, ni está circunscrito por nada. Doquiera que nosotros estamos está el infierno y donde el infierno esté siempre hemos de hallarnos nosotros. Y, para concluir, cuando el mundo se disuelva y todas las criaturas sean purificadas, todo lo que no sea cielo será infierno.
05. Toda la hueste cristiana está derrotada y Dios desde lo alto ha castigado mi maldecido y odioso perjurio. ¡Oh, justo y terrible castigador de pecados, haz que el deshonor de los dolores que siento en esta mi mortal y harto bien merecida herida, termine mi penitencia con mi repentina muerte! Y haz que esta muerte, siquiera muera yo en pecado, engendre una segunda vida de eterna clemencia.
06. Cosroes - Ea, Tamerlán, desenfunda tu alígera espada y eleva tu majestuoso ejército a las nubes para que, alcanzando la corona del rey de Persia, sobre mi victoriosa cabeza sea colocada. Tamerlás - Aquí está el más afilado mandoble que jamás ha cortado las armas persas. Éstas son las alas que lo harán volar tan veloz como el relámpago o el hálito de los cielos, matando con tanta infalibilidad como rápidamente.
07. Espía - Cien jinetes de mi compañía, practicando un reconocimiento por la llanura, han avistado el ejército de los escitas, e informan de que excede con mucho al del rey. Meandro - Aun suponiéndoles en número infinito, como están desprovistos de marcial disciplina, sin pensar "las que en correr ávidamente tras el botín, y más mirando" la ganancia que a la victoria, como pasa a los crueles hermanos de la tierra nacidos de los dientes de venenosos dragones, sus negligentes espadas tajarán las gargantas de sus propios compañeros y nos harán triunfar sobre su desorden.