01. La Cenicienta volvió con la ratonera en la que había tres grandes ratas. La Hada escogió una entre las tres, dándole la preferencia por su barba; y habiéndola tocado con la varilla, se transformó en un fornido cochero con gruesos bigotes.
02. (...) No sabía como encontrarla su alegría y agradecimiento y la aseguró que la amaba más que a si mismo. Mal hilvanadas salieron las palabras de los labios de ambos, pero a esto se debió que fueran más atractivas, pues poca elocuencia es señal de mucho amor.
03. Los sufrimientos abaten, mas con voluntad de hierro también logran dominarse los más crueles sufrimientos; y si acaso en este mundo no encontramos el consuelo, seamos firmes en la lucha, nunca jamás desmayemos, que lo que niegue la tierra lo hallaremos en el cielo.
04. La confusión del hijo del rey era mayor que la de la princesa, cosa que no ha de sorprender, pues ella había tenido tiempo de pensar en lo que le diría; pues se supone, aunque nada de ello indique historia, que la buena Hada le había procurado el placer de agradables sueños durante los cien años que estuvo dormida.
05. A su entrada reinó un gran silencio, cesaron todos de bailar y pararon los violines, tanta fue la impresión producida por la extraordinaria belleza de la desconocida y tan grande el deseo de contemplarla. Sólo se oía el confuso murmullo producido por esta exclamación que salía de todos los labios. - ¡Qué hermosa es!
06. Subió la Cenicienta a la carroza y su madrina le recomendó con mucho empeño que saliese del baile antes de medianoche, advirtiéndola que si permanecía en él un momento más, la carroza volvería a convertirse en calabaza, los caballos en ratones, los lacayos en lagartos y sus hermosos vestidos tomarían la primitiva forma que tenían.
07. (...) Cuando había terminado su tarea iba a un rincón de la chimenea y se sentaba encima de la ceniza, lo que dio origen a que la aplicaran un feo mote; mas la menor, que no era tan mala como su hermana, la llamaba Cenicienta, a pesar de lo cual la pobrecita, con sus remendados vestidos, era cien veces más hermosa que sus hermanas a pesar de sus magníficos trajes.
08. ¡Cuántos son los que con voces llenan los cielos y tierra y sin cesar de sus labios se desprenden duras quejas! ¡Cuán dichoso yo sería, van diciendo, si pudiera hacer esto o bien aquello! -¡Hazlo! La suerte contesta, y en vez de crecer su dicha, crecen a veces sus penas, que sólo es dichoso el hombre que con poco se contenta, a su suerte se acomoda y delirios no alimenta.
09. Mis hermanos -decía- podrán ganarse honradamente la vida trabajando juntos; pero después que me haya comido mi gato y lo poco que me den por su piel, no tendré más remedio que morir de hambre. El gato, que escuchaba estas palabras, se subió de un salto sobre las rodillas de su amo, y acariciándole a su manera, le dijo: -No os desconsoléis, mi amo; compradme un par de botas y un saco con cordones, y ya veréis como no es tan mala la parte de herencia que os ha tocado.
10. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo: -Abuelita, tenéis los brazos muy largos. -Así te abrazaré mejor, hija mía. -Abuelita, tenéis las piernas muy largas. -Así correré más, hija mía. -Abuelita, tenéis las orejas muy grandes. -Así te oiré mejor, hija mía. -Abuelita, tenéis los ojos muy grandes. -Así te veré mejor, hija mía. Abuelita, tenéis los dientes muy grandes. -Así comeré mejor, hija mía. Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.
11. Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡Pam! ¡Pam! - ¿Quién va? -Soy vuestra nieta, Caperucita roja -dijo el lobo imitando la voz de la niña. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía. La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando: -Tira del cordel y se abrirá el cancel. Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido.
12. Llegole la vez a la vieja hada, la que dijo, temblándole la cabeza más a impulsos del despecho que de la vejez, que la princesita se heriría la mano con un huso y moriría de la herida. Este terrible don a todos estremeció y no hubo quien no llorase. Entonces fue cuando salió de detrás del tapiz la joven hada y pronunció en voz alta estas palabras: -Tranquilizaros rey y reina; vuestra hija no morirá de la herida. Verdad es que no tengo bastante poder para deshacer del todo lo que ha hecho mi compañera. La princesa se herirá la mano con un huso, pero, en vez de morir, sólo caerá en un tan profundo sueño que durará cien años, al cabo de los cuales vendrá a despertarla el hijo de un rey.