01. No puede llamarse en realidad ciudad allí donde no existen edificios públicos y plazas.
02. En la antigüedad, las plazas de la ciudad eran indispensables para su existencia cotidiana.
03. Es engañoso creer que con la mayor dimensión aumenta el efecto de grandiosidad.
04. La urbanización bien concebida no es un trabajo mecánico de oficina, sino una obra artística importante y llena de espíritu. Una obra de verdadero arte popular, tanto más importante cuanto que falta a nuestra época una popular asociación de todas las artes plásticas al servicio de la gran obra nacional de las artes reunidas.
05. Cualquier funcionario de una oficina técnica, merced a sus conocimientos o continuos viajes, así como a su innato conocimiento artístico y flexible fantasía, puede concebir un excelente plano de urbanización, y sin embargo, reunidos todos no lograrán realizar más que cosas faltas de vida y entusiasmo.
06. En la antigüedad la plaza jugaba un papel más importante en la ciudad, pues era el lugar de reunión y toma de decisiones, por lo cual su centro estaba vacío y dispuesto a albergar a la población.
07. Lo que constituye un obstáculo para la libre dirección del tránsito, ha de serlo también para la libre dirección visual, que por lo tanto no debe ser obstruida por monumentos.
08. La ambición personal, la individualidad artística, el entusiasmo por una labor de la que se es responsable, no existen en un centro administrativo, donde serían hasta perjudiciales para la disciplina.
09. El ágora de las ciudades griegas era el lugar de las asambleas, que reuníanse al aire libre, aún se conserva al descubierto, pero se recluye, cada vez más, en pabellones cerrados.
10. (...) El deseo de reunir en ciertos puntos principales, los edificios más imponentes, adornando orgullosos este corazón de la ciudad, con fuentes, monumentos, estatuas y otras obras de arte.
11. Las obras de arte no pueden crearse por comisiones ni oficinas, sino individualmente, y el plano de la ciudad, por deber producir un efecto artístico, es una de tantas.
12. De que fluctuante pobreza espiritual es hijo tan mezquino gusto, lo muestran nuestras ordenanzas urbanas, que se otorgan a sí mismas el título de estéticas.