01. En una situación dramática, el actor tiene que hablar lo bastante extensamente para transmitir una determinada idea que el público quiere conocer con todo detalle. El cine cómico, por su parte, depende de un acontecimiento inesperado que sucede súbitamente, de tal forma que no se tiene tiempo de meditar sobre él.
02. Cuando empecé a tener la reputación entre las revistas de cine y los críticos de que mi cara era inexpresiva como una piedra, fuimos a la sala de proyección. Pasamos mis primeras películas para comprobar si había sonreído: yo era inconsciente de ello y no lo sabía. Efectivamente, no había sonreído, así que todo fue bien.
03. La risa exige muchas menos palabras que el arte de recitar una parrafada romántica en la pantalla sonora. Los actores cómicos, al ir conociendo el cine sonoro, se hacen cada vez más lacónicos a medida que se dan cuenta de que una palabra o dos bien colocadas en una acción muda producen un efecto más divertido que un largo discurso, mientras que los papeles de los actores trágicos se hacen cada vez más largos.
04. En cuanto un cómico empieza a reír en la pantalla es como si dijese al público que no debe tomarle en serio, que todo eso "es broma". De hecho, no se le tomará más en serio y por mucho que se encuentre en las situaciones más cómicas ya no harán reír. Después de todo, el cine cómico consiste, para el actor, en "hacer el tonto" y cuanto más seriamente lo haga más divertido será.
05. La comedia es fugaz; hay que producir el primer efecto en el momento preciso, dar luego al público el tiempo de reponerse y apretar a fondo o seguirla progresión según los casos. En ese ritmo hay algo de precisión matemática, porque es de la mayor importancia que el público sienta toda la fuerza del incidente cómico y pueda esperar la carcajada sin la menor impresión de aburrimiento. Este ritmo es una ciencia, cuya importancia es totalmente evidente para el director.