01. Que tu recuerdo ponga lágrimas en los ojos de quien nunca te dijo que te amaba.
02. Ver el alba contigo, ver contigo la noche y ver de nuevo el alba en la luz de tus ojos.
03. Ahora lo sé. Conozco ya tu oficio: lanzador de cuchillos. Has lanzado contra mi corazón el más certero.
04. Dime cuál es el puente que separa tu vida de la mía, en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa, en qué mundo sin luz está ese puente y yo lo cruzaré.
05. No pude confesarte dónde había estado tanto tiempo, ni explicarte mi vuelta inesperada. Sólo pude hacerte sospechar que en aquel año te había sido infiel impunemente.
06. Los dos por un momento hemos pensado que estaban agotados los recursos, pero mis piernas son definitivas, y te hacen maquinar en un instante una historia de amor nocturna y loca.
07. Me dice que no estoy enamorada, y a veces me dan ganas de jurarle que olvidaría el sol entre sus brazos, o que quisiera estar besando siempre sus labios o que no me importa el tiempo cuando me mira oscuro, fijo, loco.
08. Te permito cualquier desliz absurdo, la humillación, los morbos, las manías, que te gusten las chicas del anuncio de medias, o que quieras ser mi amante después de haber dejado de quererme. Yo lo soportaría todo, excepto la ingratitud que nace del olvido.
09. (...) Pero llegaste tú. Con tu mirada, descarada y valiente, hiciste inútil toda la autoridad de mi corona. Tú, más fuerte o más débil que los otros, mereciste el indulto y mereciste ser el capricho de tu reina, y siempre, mientras que yo no ordene lo contrario, deberás ser mi amante.
10. (...) Repíteme otra vez que la pareja del cuento fue feliz hasta la muerte, que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera se le ocurrió engañarla. Y no te olvides de que, a pesar del tiempo y los problemas, se seguían besando cada noche. Cuéntamelo mil veces, por favor: es la historia más bella que conozco.
11. Ni tu nombre ni el mío son gran cosa, sólo unas cuantas letras, un dibujo si los vemos escritos, un sonido si alguien pronuncia juntas esas letras. Por eso no comprendo muy bien lo que me pasa, por qué tiemblo o me asombro, por qué sonrío o me impaciento, por qué hago tonterías o me pongo tan triste si me salen al paso las letras de tu nombre.
12. Ha llegado la hora de matar al dragón, de acabar para siempre con el monstruo de las fauces terribles y los ojos de fuego. Hay que matar a este dragón ya todos los que a su alrededor se reproducen. Al dragón de la culpa y al dragón del espanto, al del remordimiento estéril, al del odio, al que devora siempre la esperanza, al del miedo, al del frío, al de la angustia.