01. -Te entiendo. Eso dijo esa tarde junto al semáforo. Te entiendo. No "te quiero". No "cariño". No "cálmate". Y en esas dos palabras hubo mucho más de lo que nadie me había dicho hasta entonces. Hubo una verdad tan inmensa, tan vasta, que supe que era sincero. Y supe también que no me haría daño, que quizá Isaac había llegado a mi vida para enseñarme a defenderme de mí misma, a cuidar de mí.
02. Yo daría la vida por poder abrazar a mi madre una sola vez, una sola, y por poder decirle que lo he conseguido, que he salido de lo que he salido y que me falta su mirada para saber que lo he hecho bien. Daría todo lo que tengo, hija -dijo con una voz triste-. Todo menos a vosotros tres, porque sin vosotros, sin tus hermanos y sin ti, no me quedaría nada que dar y tampoco nada que esperar. Y eso no. Vivir sin tener nada que esperar, no.
03. Está metida en su pecera y dice cosas tan hermosas, tan propias, que me fallan las rodillas y tengo que tragar saliva porque desde donde estoy no sé cómo llegar hasta ese elemento que no es aire, ni agua, ni tierra, ni fuego, ese elemento que es Serena cerrada sobre sí misma, rasgando sus cuerdas y hablando con ellas desde un silencio que no comparte conmigo ni con nadie. Yo no sé cómo llegó esta mujer a mi vida. No sé cómo ni a quién preguntar, ni tampoco lo que sentía antes de que ella apareciera, cómo vivía las cosas, cómo las entendía.